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Luz y Vida — Febrero 2022 — Boletín | Luz y Vida — Febrero 2022 — Índice | Reflexiones urantianas: Verdad universal, sin dogmas |
Detente un momento, por favor.
Aquieta tu paso acelerado.
Frena el deslizamiento continuo por la resbaladiza realidad diaria.
Le preguntaron cierta vez a Uwais, el sufí: «¿qué es lo que la Gracia te ha dado?». Y les respondió:
«Cuando me despierto por las mañanas, me siento como un hombre que no está seguro de vivir hasta la noche».
Le volvieron a preguntar:
«Pero esto ¿no lo saben todos los hombres?». Y replicó Uwais: «Sí, lo saben, pero no todos lo sienten».
Jamás se ha emborrachado nadie a base de comprender «intelectualmente» la palabra VINO.
Observemos nuestra sociedad enferma, una sociedad donde el estrés crónico, la ansiedad, la depresión crecen cada año; signo de que nos cuesta lidiar con las fuerzas de nuestra propia psique y de que nos sentimos extenuados con las exigencias de la vida.
No es de extrañar, pues, la crispación, rivalidad o la escasa profundidad que observamos en el diálogo entre las personas, cuando lo realmente amoroso, elevado, cristiano, sería mantener una actitud respetuosa y de escucha, sin buscar imponer a toda costa la propia opinión.
Por contra, desde la quietud del silencio, de la plegaria sin palabrería, nos acercamos a la armonía y la paz con uno mismo y con Dios, extendiéndose esa armonía a las relaciones y al trato con los demás.
Los lectores de El Libro de Urantia ¿obramos desde la urgencia, la prisa, la no escucha ajena? ¿Cómo vamos a difundir con este talante de estrés tan extendido el libro y sus inigualables enseñanzas? ¿Tenemos más poder de atracción y de convocatoria desde el discurso rápido y de superficie?
Detente un momento, por favor.
Silencio, nuevamente.
Volquémonos hacia nuestro centro.
Equilibremos nuestro psico-organismo con la emoción profunda que da el contacto con el amor infinito de nuestro Creador, frente al desequilibrador miedo.
Ya nos lo decía Jesús, «No temáis».
Y el antiguo salmista también nos pide alejarnos del miedo para estar bien centrados:
«El que habita al abrigo del Altísimo,
Morará bajo la sombra del Omnipotente.
Mi Dios, en quien confiaré.
Él te librará del lazo del cazador,
De la peste destructora.
Con sus plumas te cubrirá,
Y debajo de sus alas estarás seguro;
Escudo y adarga es su verdad.
No temerás el terror nocturno,
Ni saeta que vuele de día,
Ni pestilencia que ande en oscuridad,
Ni mortandad que en medio del día destruya.»
Libres de miedos, abiertos, unidos… así nos quiere nuestro Padre celestial.
«La religión de Jesús es la influencia unificadora más poderosa que el mundo haya conocido jamás.» (LU 194:3.17)
Pero nuestro Padre nos pide más…
En un hermoso librito, Escuchar para ser, el sacerdote Franz Jalics nos cuenta su gran descubrimiento respecto a cómo comunicar a Jesús y sus enseñanzas a los demás, en estos tiempos.
Un día, cuando iba a empezar a dar clase en el seminario, llegó una señora con gran urgencia y el ánimo exaltado a reclamar que quería hablar con él. Aunque no le venía bien hacerlo, accedió, pensando en despachar el asunto rápidamente. Ella empezó a desahogarse de forma atropellada, no dejaba apenas que interviniera el sacerdote, y así continuó hablando y hablando, durante 40 minutos, mientras el sacerdote la escuchaba, no sin cierta impaciencia.
«—Padre —me dijo cuando terminó, al tiempo que se levantaba—, le estoy inmensamente agradecida porque ha resuelto mi problema.
Me quedé perplejo. ¡Pero si yo… casi no había dicho nada!
¿Qué había ocurrido? Recapitulé. (1) La señora había llegado en un estado de agitada confusión. No se entendía a sí misma ni sabía cómo resolver su conflicto. Cuantas más vueltas le daba a ese tema, más se enredaba su mente. (2) Cuando pudo desahogarse en mi presencia, en cambio, sus ideas empezaron a ordenarse. (3) Y al terminar de hablar, vio con tanta claridad que dejó de necesitar consejo de ninguna clase: ella misma había encontrado la solución.»
Descubrió Jalics que no se trata tan solo de comprender al otro y de aconsejarle, sino simplemente de estar a su lado para que él mismo pueda cobrar conciencia de sí, y de ese modo llegue a resolver su problema.
«Desde aquel episodio empecé a desplazar el centro de gravedad hacia la otra persona, hacia su capacidad para aclararse y resolver por sí misma sus problemas. Esta fue mi conversión al prójimo. ¡Una actitud que, además, es infinitamente más cristiana!»
Una actitud sanadora que precisamente utilizó con sus contemporáneos nuestro Creador, Miguel de Nebadon, mientras convivió físicamente con nosotros en este planeta:
«Por regla general enseñaba más a quienes menos decía. Quienes más se beneficiaron de su ministerio personal eran personas agobiadas, preocupadas y abatidas que encontraron mucho alivio en la oportunidad de desahogarse con un oyente amable y comprensivo. Él era todo eso y mucho más.» (LU 132:4.2)
«A la gente le gustaba escucharlo porque era uno de ellos, un laico sin pretensiones. El maestro religioso más grande del mundo era un laico.» (LU 196:1.4)
Si de verdad buscamos difundir el libro, ampliar el movimiento Urantia, expandir las mentes con el evangelio, se trataría de seguir de verdad al Maestro y su manera de SER: escuchar a las personas de una manera distinta, más profunda, más honda, al estilo de Jesús de Nazaret, que confiaba en los seres humanos y les dedicaba tiempo.
«Jesús hacía que los hombres se sintieran en el mundo como en casa; los liberaba de la esclavitud de los tabúes y les enseñaba que el mundo no es fundamentalmente malo. No anhelaba escapar de su vida terrenal; dominó la práctica de hacer aceptablemente la voluntad del Padre mientras vivía en la carne.» LU 196:2.9
Ahora podemos captar mejor esta impactante frase de El Libro de Urantia, que seguramente hemos leído más de una vez, cuando nos anima a «seguir a Jesús»:
«‘Seguir a Jesús’ significa compartir personalmente su fe religiosa y entrar en el espíritu de la vida del Maestro consagrada al servicio desinteresado de los hombres. Una de las cosas más importantes del vivir humano es averiguar lo que Jesús creía, descubrir sus ideales y esforzarse por alcanzar el elevado objetivo de su vida. Lo más valioso de todo el saber humano es conocer la vida religiosa de Jesús y su manera de vivirla.» LU 196:1.3
«Seguir a Jesús» en su escucha.
«Seguir a Jesús» en su silencio.
«Seguir a Jesús» en su servicio.
«Seguir a Jesús»… en nuestra carne.
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