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Luz y Vida — Marzo 2023 — Boletín | Luz y Vida — Marzo 2023 — Índice | Reflexiones urantianas: Despertar a una nueva consciencia (segunda parte) |
Un nuevo mes se inaugura, y con él la primavera se nos muestra una vez más, espléndida en su energía y renovación (al menos en el hemisferio en el que nos encontramos). Un nuevo mes y un nuevo número de nuestro boletín mensual, con el que queremos ir soltando semillas de una manera algo más consciente de ver y actuar, siempre inspirándonos en el libro azul, pero también buscando encontrar perlas de verdad dondequiera que se nos muestren.
¿Te animas a reflexionar sobre diferentes aspectos que El Libro de Urantia nos muestra y que nos permita expandir nuestra consciencia cósmica, nos permita elevar nuestra percepción espiritual? Esos son los objetivos de El Libro de Urantia (tal como los leemos en el Prólogo) y, salvando las distancias, también los nuestros.
Amigos lectores, si esos son también vuestros objetivos, os animamos a seguir leyendo nuestro número de marzo de 2023. Os ofrecemos nuestra mano, tomadla y venid con nosotros a seguir explorando, imaginando, creciendo… en una aventura sin fin.
…entonces salió Jesús al oír el alboroto y reprendió indignado a sus apóstoles diciendo: «Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de los cielos. En verdad, en verdad os digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño no entrará en él para poder crecer hasta la estatura plena de la madurez espiritual». LU 167:6.1
Muchas veces lo sagrado se presenta como lo más sencillo, y así aquel día ni los niños ni sus madres se dieron cuenta de que las inteligencias espectadoras de Nebadon estaban contemplando cómo jugaban los niños de Jericó con el Creador de un universo. LU 167:6.3
Los niños y niñas carecían de cualquier tipo de consideración social en la época en la que vivió Jesús de Nazaret. Por ello, no puede extrañar que los discípulos les regañasen cuando alborotaban cerca del maestro. Para sorpresa de todos, sin embargo, Jesús los encumbra y da a entender que la pequeñez, la simplicidad, es el criterio definitivo del reino.
…el Maestro dijo: «Quiero liberar a los hombres para que puedan empezar de nuevo como niños pequeños una vida nueva y mejor». LU 140:8.26
Es más, Jesús llega a identificarse con ellos:
En su gigantesco intelecto adulto la fe del niño reinaba suprema sobre todos los asuntos relacionados con la consciencia religiosa. No es de extrañar que una vez dijera: «Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino». A pesar de que la fe de Jesús era como la de un niño, no era en ningún sentido infantil. LU 196:0.12
Incluso leemos esta declaración que nos debe hacer reflexionar:
«Parece que el Padre del cielo ha ocultado algunas de estas verdades a los sabios y altivos, y las ha revelado a los niños pequeños…» LU 144:8.8
Qué sorprendente es ver que una de las condiciones para seguir a Jesús, algo que reiteró bastante a sus discípulos de entonces (y a los de ahora, por supuesto) es «ser como niños». Un Maestro religioso de hace más de 2000 años tiene esa idea curiosa y extraña para lo que se estilaba entonces, y nos podemos preguntar: ¿por qué nos pone de modelo a los niños?
Podemos enumerar algunas claves que nos pueden hacer comprender un poco este énfasis del Maestro en «ser como niños».
Se limitan a respirar, moverse, dormir, llevarse cosas a la boca… Realizan lo más básico y elemental, que es también lo más esencial. Esto es muy importante: no deberíamos pensar, sentir, dialogar, trabajar (cosas que hacemos los adultos) sin antes haber dormido, respirado, caminado, etc. Están inmersos en el mundo (son cuerpo antes que mente), lo que les concede llorar con libertad. El llanto es a menudo la respuesta más natural a la realidad. Están sumergidos en el mundo, lo que propicia la experiencia de unidad que todo buscador espiritual aspira.
Al estar su mente más vacía que la de los mayores, pueden ir por la vida sin prejuicios, aceptar sin más lo que se les presenta y adaptarse al medio. Saben que las cosas son como son y por eso no responden a los estímulos con la cabeza (como los mayores) sino con el cuerpo: brincan, ríen, lloran, gritan, etc. Moverse mucho es necesario para saber más tarde estarse quieto. La quietud de la práctica meditativa y la oración es hoy un gran desafío, pues no todos tenemos integrado el ejercicio físico en nuestra vida cotidiana.
La actitud entusiasta de los más pequeños es la que Jesús bendice y exhorta a imitar. La capacidad de entusiasmarse se pierde porque se menoscaba nuestra atención y se acrecientan nuestros apegos. Entusiasmo es estar encendido por dentro: disfrutar de esa energía vital, poderosa e incuestionable, que tiene cualquier niño o niña.
La espiritualidad se reviste a menudo de una solemnidad que no le pertenece realmente. La verdadera espiritualidad comienza con la relajación, y en esto los niños y niñas demuestran ser infinitamente más espirituales que los adultos, a quienes con frecuencia encontramos tensos y preocupados. De hecho, son pocos los adultos que duermen realmente bien: ocho horas seguidas, sin interrupción. La excesiva seriedad, es decir, la falta de relajación, es un grave impedimento para el cultivo interior.
Esta seriedad improcedente, esta gravedad paralizante, solo debe venir de la mucha importancia que nos damos. Muchas personas espirituales están (estamos) normalmente demasiado obsesionados con nosotros mismos y con nuestro camino. Los más pequeños carecen de esta lacra. Confían en su intuición, en la visión inmediata de las cosas. Prueba de ello es que saben jugar, es decir, mantenerse activos sin afán de rendimiento, solo por disfrutar. ¡Qué pocos adultos dedicamos regularmente un tiempo a jugar! No hablamos de entretenerse con una máquina, sino de mancharnos las manos, interactuar con otros, sacar lo mejor de nosotros sin esperar un resultado. Los adultos no jugamos porque no tenemos tiempo, eso decimos. Y si jugamos es para matar el tiempo, también eso decimos. Pero en el verdadero juego, por contrapartida, la sensación de tiempo desaparece: nos acercamos a lo eterno.
Pero la razón última por la que los adultos no jugamos es por el temor a hacer el ridículo y a fracasar. Quien piensa la vida en clave de éxito o fracaso es que se da demasiada importancia, pero no puede hacerse el camino espiritual sin fracasar una y otra vez, tantas cuantas sean necesarias. Hay que fracasar hasta que nos demos cuenta de que eso no tiene importancia.
Precisamente, en El Libro de Urantia observamos que Jesús jugaba con cierta frecuencia con los más pequeños, sin complejos y disfrutando. Algo de lo que podemos tomar nota los que decimos ser sus seguidores:
El ambiente del banquete era alegre y normal, salvo que todos los apóstoles estaban más serios que de costumbre. Jesús estaba excepcionalmente alegre y había jugado con los niños hasta el momento de sentarse a la mesa. LU 172:1.4
Saber reírse, carcajearse, es algo raro entre los mayores: supone soltar el cuerpo, abandonarse, olvidarse de la propia imagen. Reírse es una forma muy hermosa y efectiva de fundirse con lo que hay, de participar en la fiesta de la vida. Pero la risa de los adultos rara vez es fresca y espontánea, suele ser más bien sarcástica o resabiada, a menudo artificial o irónica; es decir, intelectual. Los niños y niñas ríen con facilidad, no hay día en el que un crío no ría. No reírse es una dificultad seria para alguien que aspira al crecimiento espiritual.
En El Libro de Urantia observamos que el Maestro era conocido por su gran sentido del humor:
A Jesús le costó siempre comprender qué podían tener de malo ciertos juegos que estaban prohibidos durante el sabbat, aunque no dejó nunca de conformarse a los deseos de sus padres. Tenía una capacidad para el juego y el humor que encontró pocas oportunidades de expresarse en el entorno de su tiempo y generación… LU 123:4.3
A menudo utilizaba el humor como una forma de aliviar la tensión y promover la relajación y la armonía entre sus compañeros:
Estaban todos sentados en el jardín hacia el mediodía cuando apareció el Maestro. Los doce habían adoptado una actitud de solemne dignidad, y todos se pusieron en pie cuando se les acercó. Jesús relajó la tensión con esa sonrisa amistosa y fraternal tan característica suya siempre que sus seguidores se tomaban a sí mismos o a algo relacionado con ellos demasiado en serio. LU 157:4.3
También descubrimos, con sorpresa, que existen seres celestiales como las ángeles de la diversión que se interesan por nuestro humor y trabajan para mejorarlo:
Las ángeles de la diversión. Son las serafines que fomentan los valores del juego, el humor y el descanso. Buscan siempre elevar las diversiones recreativas del hombre y promover así una utilización más provechosa del ocio humano. LU 114:6.15
Esta pequeña reflexión sobre esta faceta del evangelio nos hace ver lo importante que es no impedir que tu niño o niña se acerque a ti cuando meditas o rezas. Ponlo en el centro, como hizo el mismo Jesús con los niños y niñas que se le acercaban tantas veces.
Esa ligereza, confianza, buen humor, ganas de jugar y aprender, receptividad… que poseen los más pequeños, las admiraba Jesús entonces y nos debe admirar a nosotros también.
Cuando llegó al jardín reunió a los apóstoles a su alrededor y prosiguió así su enseñanza: «Os resulta difícil recibir mi mensaje porque intentáis construir la nueva enseñanza directamente sobre la antigua, pero yo os digo que debéis renacer. Tenéis que empezar de nuevo como niños pequeños y estar dispuestos a confiar en mi enseñanza y a creer en Dios.» LU 140:6.2
Miremos la fragilidad de los niños y niñas para darnos cuenta de que todos tenemos dentro, a mayor o menor profundidad, el niño o niña que fuimos un día. Pero no se trata de volver a ser otra vez esa niña o niño que fuimos, sino de serlo después de haber dejado atrás esa etapa de la vida. «La vida espiritual no invita a una ingenuidad infantil, sino consciente. No a un candor ignorante, sino sabio. Te invita a la inocencia desde la experiencia», afirma el sacerdote Pablo d’Ors.
¿Y eso en qué consiste? En ver el bien en el mundo y permanecer lo más posible en esa mirada. En trabajar con la disposición del juego. En escuchar sin perder el asombro. En volver al cuerpo, que es lo primordial. En contactar con la naturaleza y los animales.
Los más pequeños son nuestros maestros a la hora de poder encontrar equilibrio en la vida:
La adoración —la contemplación de lo espiritual— debe alternar con el servicio, el contacto con la realidad material. El trabajo debería alternar con el juego; la religión debería estar contrapesada por el humor. LU 143:7.3
Nuestro querido Maestro amaba y respetaba a los niños y niñas, los tuvo en cuenta en su vida y su mensaje. Incluso en los mensajes finales no se olvidó de ellos:
Este evangelio del reino pertenece tanto a los judíos como a los gentiles, a los ricos como a los pobres, a los libres como a los esclavos, a los hombres como a las mujeres, incluso a los niños pequeños. Y todos habéis de proclamar este evangelio de amor y verdad mediante la vida que vivís en la carne. LU 191:6.2, negrita añadida
Así de desconcertante, antisistema, asombroso es nuestro Dios: un Dios que se hace pequeño y convive con nosotros en la Tierra, y que también nos aconseja no desconectarnos de los más pequeños en nuestro crecimiento espiritual. ¿Seguiremos a Jesús, también en su amor por los más pequeños? ¿En su confianza hacia Dios, como un niño hacia su madre o padre? Esa puede ser nuestra decisión y el comienzo de una maravillosa aventura que nunca tendrá fin.
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