© 2023 María José Sánchez Santamaría
© 2023 Asociación Urantia de España
Queridos amigos lectores de este boletín mensual: bienvenidos un mes más a este espacio para analizar, debatir, difundir y compartir las extensas enseñanzas del libro azul.
El boletín del mes de mayo creemos que es un pequeño «festín» donde encontraréis tal diversidad de «platos» que esperamos los disfrutéis durante este mes que ahora inauguramos. La dedicación y amor puesto en su confección nos hace prever que será de vuestro gusto. Y si hay algún «plato» que estimáis no está tan conseguido, hacédnoslo saber y nos esmeraremos aún más para el próximo mes. En eso consiste la vida, ¿no? Siempre buscamos mejorar y aprender pero, sobre todo, estar al servicio de los demás.
Permitid que os comparta este breve cuento que tal vez conozcáis. Anthony de Mello nos ofrece este relato:
Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta, y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. No dejaban de recordarme lo neurótico que yo era.
Yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara. Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba, e insistía en la necesidad de que yo cambiara.
También estaba de acuerdo con él, y no podía sentirme ofendido con él, de manera que me sentía impotente y atrapado.
Pero un día me dijo: «no cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero como eres y no puedo dejar de quererte.»
Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: «no cambies. No cambies. No cambies… Te quiero».
Entonces me tranquilicé, y me sentí vivo. Y ¡oh, maravilla!, cambié. Ahora sé que en realidad no podía cambiar hasta encontrar a alguien que me quisiera, prescindiendo de que cambiara o dejara de cambiar. ¿Es así como Tú me quieres, Dios mío?
Este hermoso cuento nos habla de la faceta que más nos puede conmover: el amor incondicional hacia nosotros. Un amor que nos permite llegar a ser nosotros mismos. Amarnos y respetarnos a nosotros mismos. Algo heroico en estos tiempos de grandes corporaciones multinacionales a las que les interesa difuminar nuestras personalidades, asimilarnos a una identidad de masa.
¿Ser uno mismo? ¿Pero qué es el ser humano? ¿Somos solo procesos biológicos? ¿Tenemos un componente como el alma? ¿Hay un elemento espiritual, inmaterial en nosotros? Es necesario tener clara la respuesta pues, si vemos al ser humano como algo «plano», solo con una dimensión material o perecedera y realmente no somos solo eso, caemos en un grave error. Estaríamos pensando que somo algo mucho más pequeño, superficial y limitado de lo que realmente somos.
El conocido neurocientífico Anil Seth lo tiene muy claro: «La consciencia no viene dada por un ser divino, es parte de la naturaleza». Esta concepción materialista de la existencia es muy común, más de lo que creemos. En prensa, medios de comunicación, centros educativos, etc., no se suele aludir a nada que pueda verse como espiritual o trascendente; tan solo se habla de la materia, de lo directamente observable. ¿Pero somos solo lo que vemos con los ojos, lo consciente, lo que vemos en la superficie?
Nuestra intuición nos dice que hay algo más que esta piel o estas manos. Si queremos explorarnos más a fondo, autoconocernos mejor, ello implica ir más bien hacia dentro, hacia las partes más profundas e inconscientes. Todo un camino infinito, al parecer.
Este camino de exploración interior es muy necesario. Podemos recordar algún error en la historia humana que nos hace valorar precisamente este trabajo de toma de consciencia de nuestro interior. Todos nos acordamos cómo, hace unos años, en Europa hubo un líder elegido democráticamente que cometió atrocidades nunca vistas y a una escala que asombra. ¿Cómo un pueblo civilizado pudo llegar a consentir estas barbaridades?
En realidad, la masa del pueblo estaba fuera de sí, desconectados de sí mismos, cautivados por algo exterior, terrible. Miles de personas marchaban y pensaban en masa. El discurso era único. La verdad la tenía el líder. Fuera de uno mismo estaba la solución a los problemas. ¡Cómo no íbamos a perdernos a nosotros mismos en estas circunstancias!
Cuando una ideología ofrece la solución a tus problemas, te protege, te apoya, piensa por ti, ya no es necesario pensar, meditar, reflexionar, asumir responsabilidades. Si estoy desarrollando mi vida en el exterior, ya no estoy dentro de mí, ya no veo mis sombras, mis aspectos mejorables, mis sueños auténticos, lo que me hace feliz (no a otro, solo a mí). Ya no tengo problemas, es cierto, pero también ignoro mi luz interior, lo que aporto al mundo. Soy un pequeño y prescindible ser que sobra en el mundo, en esa masa informe de la humanidad (ya hay tantos humanos en la Tierra, ¿no?)
El Libro de Urantia nos habla de forma diametralmente opuesta a estas propuestas salvadoras materialistas que nos traen soluciones desde fuera de nosotros mismos. Reflexionemos por un momento en esta idea tan espectacular del libro: la creación es prácticamente infinita y hay cabida para infinidad de seres. El Paraíso (centro de todo) podrá sustentar un universo infinito en incesante crecimiento:
En principio, es decir, en potencial eterno, concebimos la creación material como infinita porque el Padre Universal es de hecho infinito. LU 12:0.2
El universo no está terminado y puede sustentar infinitos hijos e hijas de Dios, únicos, originales, irrepetibles. Todos amados.
Todas las miríadas de sistemas planetarios se hicieron para que las habitaran con el tiempo muchos tipos diferentes de criaturas inteligentes, seres que pudieran conocer a Dios, recibir el afecto divino y amarlo a cambio. LU 1:0.2
Por lo tanto, asentad en vuestra filosofía ahora y para siempre que, para cada uno de vosotros y para todos nosotros, Dios es accesible, el Padre es alcanzable, el camino está abierto. Las fuerzas del amor divino y los caminos y medios de la administración divina están todos conectados entre sí en un esfuerzo por facilitar que todas las inteligencias de todos los universos que sean dignas de ello avancen hasta la presencia del Padre Universal en el Paraíso. LU 5:1.8
Nadie sobra en una creación infinita, todos aportamos talentos en su desarrollo. Las infinitas manos de los obreros son necesarias en este trabajo sin fin.
En verdad la mies es mucha pero los obreros pocos; rogad por tanto al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. LU 163:1.3
¡Qué lejos se encuentra esta visión que aporta el libro azul de las ideas empobrecedoras y limitantes que tienen sobre nuestro planeta y sobre la vida unas minorías poderosas en nuestro planeta actual! ¡Qué lejos están del valor inmenso que tiene el ser humano! ¡Qué bien le viene a esa minoría que los humanos nos minusvaloremos y no sepamos quiénes somos!
Si en el planeta, ahora mismo, los millones de humanos que lo poblamos descubriéramos nuestra fuerza interior, nuestra propia luz, nuestro valor, ¿no cambiarían mucho las cosas? ¿Os imagináis millones de personas unidas a su Ajustador del Pensamiento, realizando la voluntad divina en la tierra, desplegando en la materia los valores eternos que proclamó Jesús de Nazaret? Un Jesús que tenía una gran fe en el ser humano, en sus grandes posibilidades.
La religión de Jesús fomenta el tipo más alto de civilización humana porque crea el tipo más alto de personalidad espiritual y proclama la condición sagrada de esa persona. LU 194:3.7
Este hermoso ideal ocurrirá en la Tierra. Esa es nuestra esperanza. Es el horizonte hacia el que caminamos, sin duda. Esa es la buena noticia que falta en tantos medios de comunicación.
Y entonces esas almas nacidas del espíritu proporcionarán rápidamente el liderazgo y la inspiración que se necesitan para la reorganización social, moral, económica y política del mundo. LU 195:9.4
La solución a todo está en la vuelta a nosotros mismos. Un camino infinito hacia dentro. Una invitación a ser nosotros mismos.
Tomar consciencia de Dios en nosotros, dentro de nosotros y con nosotros nos hace valorar y amar a la humanidad, pero sobre todo amarnos a nosotros mismos y juntos hacer la gran familia celestial:
…volvió a recordar las dos leyes fundamentales del vivir: el primer mandamiento de amor al padre, al cabeza de familia, y el segundo mandamiento de amor mutuo entre los hijos, de amar a tu hermano como a ti mismo. LU 142:7.4
Luchemos por ser cada día nosotros mismos, vayamos contra corriente, pues hacerse consciente de lo que somos realmente es el mayor regalo que cualquiera puede ofrecer al mundo. Cualquier incremento de consciencia individual también eleva la consciencia colectiva del planeta. Se produjo esta elevación hace más de dos mil años con la vida de Jesús y puede seguir ocurriendo ahora con nosotros, sus criaturas.