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Luz y Vida — Febrero 2025 — Boletín | Luz y Vida — Febrero 2025 | Navegando por la vida: Los zapatos del Padre |
A estas alturas parece inútil negar que posiblemente estemos experimentando uno de los mayores cambios jamás producidos en la historia de la humanidad. La transformación es a todos los niveles: social, laboral, económico, financiero, medioambiental, cultural, de conciencia, etc., y nos afecta a todos, independientemente del país o continente en el que vivamos y de la raza, credo o nivel socioeconómico.
Es un tsunami que alcanza a todo y a todos. Hablamos de un cambio de paradigma que está revolucionando nuestras vidas. ¿Os dais cuenta de que tenemos la suerte de presenciar unos momentos históricos?
Más allá de nuestra experiencia cotidiana y personal, los datos apuntan a que todo esto que vemos no es sino la punta del iceberg. Un estudio de Karl Fisch aporta cifras que llevan a pensar que el gran cambio está aún por llegar.
Su investigación señala aspectos como estos:
En estos momentos, donde la rapidez de los cambios es una característica clave, tenemos un pilar maravilloso que nos sustenta y arraiga en El libro de Urantia, así como en nuestro Ajustador del Pensamiento interior. En definitiva, el componente espiritual nos puede ayudar a traspasar estas mareas que nos zarandean.
Y en estos tiempos de cambios, la alegoría, ya milenaria, del carro alado de Platón nos recuerda que nuestra alma puede ser guiada con sabiduría. Solo con equilibrio y propósito podremos alzar el vuelo hacia nuestra verdadera esencia.
Esta lucha interna entre lo material y lo espiritual ha sido ilustrada a lo largo de la historia por pensadores como Platón, quien en su diálogo Fedro nos ofrece la alegoría del carro alado.
Imaginemos un auriga que conduce una carroza tirada por dos caballos: uno noble y de buena raza, que representa nuestras aspiraciones más elevadas y virtuosas; y otro de naturaleza indómita, que simboliza nuestras pasiones descontroladas y deseos inferiores. La tarea del auriga, del conductor, es dirigir el carro hacia la luz, controlando constantemente las riendas de las fuerzas opuestas que tiran en direcciones contrarias.
Esta metáfora nos recuerda que el alma humana está buscando un equilibrio entre la materia y el espíritu, y que solo mediante el ejercicio de la voluntad y la guía divina podemos alcanzar las alturas celestiales. En palabras de El libro de Urantia:
Los mecanicistas —los humanistas— tienden a ir a la deriva de las corrientes materiales. Los idealistas y los espiritualistas se atreven a utilizar sus remos con inteligencia y vigor para modificar el curso, en apariencia puramente material, de las corrientes de energía. LU 195:7.19
Así pues, en este viaje de evolución y despertar, el cuerpo es nuestro vehículo, pero el destino es mucho más elevado. No somos simplemente seres materiales, sino conciencias con potencial divino. Debemos aprender a gobernar nuestro cuerpo, integrarlo en el propósito mayor de nuestra existencia y reconocer que nuestra verdadera esencia es eterna.
Como nos enseña el libro, los Ajustadores del Pensamiento solo pueden comunicarse directamente y de una manera inequívoca con su sujeto humano cuando este ser ha tomado decisiones finales y completas con respecto a su naturaleza moral y su vida espiritual; cuando ha hecho un trabajo en sí mismo de refinar sus pensamientos y emociones más bajos.
Los Ajustadores están siempre cerca de vosotros y en vosotros, pero rara vez pueden hablaros directamente de un ser a otro. De círculo en círculo vuestras decisiones intelectuales, vuestras elecciones morales y vuestro desarrollo espiritual se suman a la capacidad del Ajustador de operar en vuestra mente. LU 110:6.5
En definitiva, aunque vivimos tiempos de cambio, tenemos en nuestras manos herramientas para afrontar el futuro con esperanza y determinación. Es más, si sabemos escuchar y leer la realidad, hay múltiples elementos de esperanza en este mundo.
Tomemos el ejemplo de Hannah Arendt, una mujer optimista y de gran fortaleza interior, una de las pensadoras más influyentes del siglo XX. Era bastante optimista y confiaba en el ser humano; pensaba que disponemos de dos recursos infalibles para mover la historia hacia el progreso.
En primer lugar, la natalidad. Cada vez que nace un niño o niña en Urantia, la humanidad vuelve a comenzar, pues irrumpe en el mundo alguien totalmente diferente, único y con un gran poder transformador. La natalidad no se limita a sumar: renueva, transforma, pone en marcha procesos de consecuencias imprevisibles. Gracias a ella, la historia no se paraliza. Mientras haya nuevos nacimientos, habrá motivos para la esperanza. Nuevos e insospechados talentos, descubrimientos y logros podrán materializarse.
En segundo lugar, Hannah destaca la creatividad de nuestra especie. La perversión totalitaria aspira a convertir a la humanidad en una manada de autómatas, pero el anhelo de libertad siempre acaba despuntando por algún lugar. No somos cosas, sino conciencias que tejen mundos. Los animales no modifican el entorno ni inventan significados. En cambio, nosotros aportamos sentido y transformamos la realidad, adaptándola a nuestras necesidades y a nuestros sueños. No nos conformamos con estar. Queremos tener un nombre, una identidad, algo que nos diferencie y que deje huella en la posteridad. Nuestra creatividad es la mejor garantía de que los nudos de la historia nunca nos asfixiarán del todo.
Por tanto, es esperanzador vivir en Urantia, es magnífico nuestro potencial en esta «escuela infantil» que es la experiencia material en el tiempo y el espacio. Somos seres finitos, cierto, con un cuerpo limitado sujeto a leyes, cierto, pero hay dentro de nosotros unos potenciales de incalculable valor. En este contexto, vivir en Urantia es una oportunidad magnífica. Aunque somos seres finitos, poseemos un potencial infinito.
El cuerpo es nuestra vía de inserción en el mundo, el medio gracias al cual podemos participar en la corriente de la vida. Sin él, no podríamos disfrutar de la sombra amable de un árbol o de la tibia intimidad con otra persona. Debemos cuidarlo y agradecer sus fantásticas posibilidades, pero sin llegar a convertirlo en el centro de nuestras vidas, en un fetiche que hay que preservar a costa de todo. Y sobre todo debemos saber gobernarlo, como nos recuerda Platón.
La experiencia material en el tiempo y el espacio es una escuela, una oportunidad de aprendizaje y crecimiento. A través de la reflexión y el conocimiento, podemos avanzar con mayor claridad y propósito. En este sentido, el boletín de febrero de Luz y Vida nos ofrece lecturas y recursos que nos invitan a profundizar en estos temas y a expandir nuestra comprensión. No os perdáis este número tan diverso, en el que tantas personas han colaborado y con el que os podéis nutrir este mes.
Contenidos del boletín de febrero:
Cada uno de estos contenidos representa una oportunidad para seguir creciendo, aprendiendo y recordando que, somos seres espirituales viviendo una experiencia de crecimiento en la materia.
No estamos solos en este trabajo espiritual que es la vida. El conjunto clásico formado por el carruaje y el caballo lo ha dirigido un personaje que no siempre se tiene en cuenta: el Señor al que sirve el cochero (la esencia de lo que somos). Pero hay muchas personas que no han desarrollado la capacidad de entrar en contacto con él. Esta desconexión con nuestro Ser más elevado hace que el carruaje tenga mucha potencia y poco control.
La mente humana es prácticamente sorda a las súplicas espirituales que el Ajustador traduce de los múltiples mensajes de las difusiones universales de amor que proceden del Padre de las misericordias. Al Ajustador se le hace casi imposible transmitir estas directrices inspiradoras del espíritu a una mente animal tan enteramente dominada por las fuerzas químicas y eléctricas inherentes a vuestra naturaleza física. 110:7.6
Los lectores de El libro de Urantia podemos dar ejemplo y trabajar la sabiduría y el discernimiento de este maestro interior, con el fin de llevar a cabo sus funciones de manera eficaz, armoniosa y creativa, controlando correctamente el caballo, nuestra parte más física.
En este boletín de febrero de la Asociación Urantia os mostramos trabajos, reseñas y reflexiones; pero nada de ello tendría sentido si a ti, querido lector o lectora que ahora lees estas líneas, no te incitamos a conectarte con quien nos da la existencia, nos nutre y nos ama, tal y como hizo Jesús de Nazaret, con ese «Señor» que no podemos olvidar:
Al enfrentarse con todas las dificultades naturales y las contradicciones temporales de la existencia mortal, él experimentó la tranquilidad de la confianza suprema y indiscutida en Dios y sintió la tremenda emoción de vivir, por la fe, en la presencia misma del Padre celestial. LU 196:0.3
En ello estamos, para eso hemos venido a este singular y bello planeta.
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