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Lo primero: gracias por estar aquí, por dedicar(te) unos minutos.
En estos tiempos de hiperestimulación, pantallas, mensajería instantánea (con expectativa de respuesta instantánea), vídeos de galletitas saludables y de gatitos… parar un momento para leer estas líneas es casi un acto de rebeldía. Así que, ¡adelante con la causa!
Te pido un minuto. Cierra los ojos y respira hondo. Solo un minuto de tu día para dedicártelo plenamente a ti y a tu respiración. Sin más. Ponte un temporizador, si quieres.
Imagina un sendero bajo tus pies, el sonido de tus pisadas, el sol de primavera en la cara, la sensación de aire fresco, la mente despejada…
Imagina la sensación de conexión profunda con un grupo de simpáticos lectores de El libro de Urantia, la escucha sin juicio, las risas de fondo, la mirada de complicidad, los nervios del primer día de encuentro, las ganas de aprender, el placer de escuchar otras ideas…
(CIERRA LOS OJOS, DE VERDAD, E IMAGÍNALO, por favor).
Es hermoso, ¿no? Estar con otros lectores de El libro de Urantia, abrir el corazón y expandir nuestra alma.
Desde este boletín mensual de la Asociación Urantia de España os queremos invitar cordialmente al Encuentro anual de Lectores de EL LIBRO DE URANTIA. Os invitamos a uniros a estos hermosos encuentros presenciales que realizamos anualmente desde hace más de 20 años. Os invitamos a nutriros, a nutrirnos juntos.
Este año queremos reflexionar, tras ves los potenciales y peligros del desarrollo tecnológico en el encuentro pasado de Toledo, el gran potencial humano que podemos desplegar en el actual paradigma tecnológico.
Tal vez ya sea tiempo de volver. Volver al centro, al origen, a esa parte de nosotros que no se puede tocar pero que todo lo siente. Esa parte que no muere, que no envejece, que simplemente ES.
El despertar espiritual es urgente, pero no se impone: se invita. Se siente como una caricia invisible, como un llamado que no exige, pero que transforma. Es dejar de existir y empezar a vivir.
Y en ese volver, en ese instante de contacto con el alma, algo se enciende. Una luz que no ciega, sino que revela. Y cuando eso ocurre, cuando uno se mira desde dentro y por fin se reconoce, la vida empieza a tener sentido. Los días ya no son solo días: se vuelven caminos, puentes, despertares.
Oteemos el horizonte del mundo actual y trascendamos el paradigma actual cientificista, tecnológicamente descarnado, para volver la mirada al interior, a despertar como decía Jung:
QUIEN MIRA HACIA FUERA, SUEÑA. QUIEN MIRA HACIA DENTRO, DESPIERTA (Carl Gustav Jung).
¿Me permitís unos pocos minutos más de lectura?
Os cuento una frase de un gran científico que reflexionaba sobre el avance tecnológico y sus peligros si no hay valores morales, con el fin de animaros, otra vez, a asistir al encuentro anual de Zamora de este año, y reflexionar sobre el potencial humano que trasciende los espejismos de la tecnología, la IA y el transhumanismo.
El filósofo italiano Giorgio Agamben contaba en un trabajo suyo la siguiente historia.
Heidegger, gran científico, afirmó en una entrevista al periódico Spiegel en 1976:
«Solo un Dios puede salvarnos.»
Una afirmación que siempre ha suscitado perplejidad. Para entenderla, es necesario ante todo darle el contexto adecuado. Heidegger estaba hablando del dominio planetario de la tecnología, a la que nada ni nadie parece capaz de gobernar. La filosofía y las otras fuerzas espirituales (poesía, religión, artes, política) han perdido su capacidad de agitar, o al menos de guiar, la vida de los pueblos de Occidente. De ahí su amargo diagnóstico de que esas disciplinas «no pueden producir ningún cambio inmediato en el estado actual del mundo» y la consecuencia inevitable de que «solo un Dios puede salvarnos».
Huelga decir que el diagnóstico de Heidegger no ha perdido actualidad y que incluso, si cabe, es más irrefutable y cierto incluso hoy. La humanidad ha renunciado al nivel decisivo de las cuestiones espirituales y ha creado una esfera especial en las que confinarlas: la CULTURA. El arte, la poesía, la filosofía y otras fuerzas espirituales, cuando no han quedado simplemente extinguidas y agotadas, se confinan en museos e instituciones culturales de todo tipo, donde sobreviven como entretenimientos o distracciones.
¿En qué sentido «solo un Dios puede salvarnos»?
Desde hace casi dos siglos (desde que Hegel y Nietzsche declararon su muerte) Occidente ha perdido a Dios. Pero realmente lo que hemos perdido es solo un dios al que es posible dar una identidad muy concreta, el dios antropomorfo y sujeto a los vaivenes de la historia humana. La muerte de Dios es, en realidad, la pérdida de lo superficial, lo temporal, la cáscara cultural que le damos los humanos a lo divino.
Por ello, ahora nos queda, limpio de polvo y paja, lo más importante: lo divino. Mientras seamos capaces de percibir como divina una flor, un rostro, un pájaro, un gesto o una brizna de hierba, podremos tener esperanza en este mundo. Más bien, podríamos afirmar que «solo lo divino puede salvarnos».
Nuestro querido Maestro, Jesús de Nazaret, fue una clara muestra de una forma de vivir la vida y la fe religiosa, fuera de corsés y dogmas externos, unido a lo divino directamente, a la fuente de todo:
La teología puede fijar, formular, definir y dogmatizar la fe, pero en la vida humana de Jesús la fe era personal, viva, original, espontánea y puramente espiritual. Esta fe no era respeto a la tradición ni una mera creencia intelectual convertida en credo sagrado, sino más bien una experiencia sublime y una convicción profunda que lo sostenían firmemente. LU 196:0.5
¿Nos unimos a esa afirmación? «Solo lo divino puede salvarnos».
Solo volver, juntos, a nuestro origen nos permitirá revivir la esperanza en este mundo.