© 2020 Marian Hughes
© 2020 Asociación Urantia Internacional (IUA)
¿Cómo nos quedamos varados en Chile? Primero un poco de contexto. Siempre me ha gustado conocer gente nueva y experimentar nuevos paisajes, así que cuando tenía 16 años me uní a un grupo de estudiantes de intercambio internacional y viví con una familia en Colombia (Sudamérica). Fue una experiencia maravillosa formar parte de una nueva familia y una buena manera de mejorar mi español de secundaria. Me enamoré de la cultura latina. Estaba muy emocionada de poder volver a Colombia para la conferencia de la Asociación Internacional Urantia de 2012 en Medellín. La ciudad había crecido y cambiado mucho desde que estuve allí en 1961.
Así que avancemos rápidamente treinta y cinco años hasta 1997, cuando me pidieron que ayudara con un stand de la Fundación Urantia en la Feria Internacional del Libro de Santiago de Chile. Nuestra misión era presentar a la gente de Chile El libro de Urantia, la traducción al español de The Urantia Book. Hubo cientos de vendedores en esta popular y concurrida Feria del Libro de Santiago que se celebró en la reconvertida Estación Mapocho, una antigua estación de ferrocarril que alberga muchas exposiciones.
Mientras miraba a través de los muchos libros de fotos de Chile, me cautivó la belleza diversa del país, especialmente el Distrito de los Lagos y la zona de la Patagonia. Cuando la feria del libro terminó y tuve una semana para viajar, allí es donde fui. Terminé en Puerto Varas, una pequeña y encantadora ciudad a la orilla del segundo lago más grande de Chile con vistas al volcán Osorno nevado.
Por casualidad conocí muy pronto a un buen grupo de jóvenes que estaban bastante interesados en El libro de Urantia, así que organicé una reunión en la que presenté el texto a unas 20 personas. Uno de ellos me llevó a montar a caballo al año siguiente cuando volví para explorar más a fondo aquella zona. Estaba de regreso después de una caminata por el Parque Nacional Torres del Paine y me enamoré al instante de aquel remoto lugar. En aquel memorable paseo a caballo descubrí una hermosa propiedad en venta en un antiguo bosque con una magnífica vista de Osorno. Pensé que era un lugar perfecto para tener una segunda casa así que, como el precio era bastante barato comparado con el de un terreno en casa, compré el terreno e hice construir una casa que llamé La Casa de Vistas Divinas. Era una gran base para operar. Un grupo de mujeres y yo hicimos un viaje para colocar el libro en varias bibliotecas del sur de Chile y Argentina. La nueva casa se convirtió en mi santuario y destino de vacaciones. Necesitaba una base en Chile si quería difundir las enseñanzas y tener grupos de estudio. Mi marido se retiró en 2005 y comenzó a acompañarme en mis viajes allí.
Entonces ¿cómo es que un par de viejos gringos de Hawai terminaron «varados» en Puerto Varas (Chile)? Admito que esta no es la típica historia de varados a más de 9.000 Km. de casa, pero es mi historia, y este periodo de viaje y aislamiento dio lugar a muchas y buenas experiencias.
Habíamos estado observando de cerca el progreso de la COVID-19 desde Hawai a partir de finales de diciembre. Habíamos decidido con anterioridad viajar de vuelta a Chile vía Rapa Nui (Isla de Pascua) en marzo. Planeamos reunirnos con el alcalde de la isla, ya que era lector de El libro de Urantia. Lo conocimos y tuvimos un interesante desayuno. El libro de Urantia menciona la Isla de Pascua con una historia interesante. (LU 78:5.7) También queríamos donar un libro a la biblioteca local de allí…
Todos nuestros vuelos, hoteles y excursiones no reembolsables se pagaron por adelantado e incluían vuelos posteriores a Kona vía Los Ángeles. Mientras veíamos el avance del virus desde Europa a los EEUU tuvimos que tomar la decisión de hacer el viaje o no. ¿Tiramos la precaución por la borda o perdemos miles de dólares? En ese momento no había casos en Rapa Nui y solo uno en Chile, así que decidimos arriesgarnos, ponernos los guantes e ir a por ello. Pasamos tres días en Tahití y donamos El libro de Urantia a la Universidad de la Polinesia Francesa. Fuimos extremadamente cuidadosos con los lugares a los que fuimos y evitamos las multitudes. Teníamos Internet para poder seguir la velocidad con la que el virus se propagaba por el mundo.
Cuando por fin llegamos al aeropuerto de Puerto Montt en el sur de Chile nos abastecimos de comida congelada y compramos suficiente comida fresca para dos semanas, ya que planeamos pasar la cuarentena en nuestra casa de allí. No podíamos creer lo rápido que el virus se estaba propagando en Chile por un solo caso, pero pronto las fronteras se cerraron, los vuelos internacionales se cancelaron y el país quedó bloqueado. ¡Estábamos atrapados! Por suerte podíamos dar paseos por los caminos remotos de nuestra vecindad. Empezaba a hacer frío pues se acercaba el otoño del hemisferio sur, pero por suerte había suficiente leña para nuestra chimenea y estufa de leña. Empezábamos a estar ansiosos por volver a casa, pero todas nuestros vuelos de regreso seguían estando cancelados.
Pronto nos adaptamos al aislamiento tomando cursos en línea de la Escuela en Internet de El libro de Urantia (UBIS) y comenzamos un grupo de estudio en Zoom sobre la Parte IV de El libro de Urantia. Me puse en contacto con amigos lectores de El libro de Urantia de todo el mundo, muchos de los cuales estaban muy entusiasmados por tener algo que hacer mientras estábamos encerrados. Todos apreciamos hablar y estudiar juntos una vez a la semana los domingos. Aunque echábamos de menos a nuestra familia en la Isla Grande, sabíamos que también estaban encerrados, así que no habríamos podido verlos aunque estuviéramos allí. No teníamos televisión ni periódicos, así que Internet era nuestro salvavidas. Nuestro grupo de Zoom sigue siendo fuerte; es probablemente lo mejor para salir de nuestro aislamiento.
Poco a poco las cosas se fueron abriendo de nuevo en los EE.UU. y finalmente pudimos reservar un vuelo el 2 de junio. No hace falta decir que estaba lleno, ya que la gente estaba atrapada en el sur esperando que la aerolínea empezara a volar de nuevo. Tuvimos que sentarnos en el avión durante dos horas antes de que despegara para hacer el seguimiento a toda la gente del vuelo. Para entonces no solo teníamos mascarillas N95, sino también la protección adicional de los protectores faciales de plástico. En la zona de espera de la puerta de embarque nos encontramos con cuatro misioneros cristianos y les hablamos de El libro de Urantia. Dijeron que una revelación de 2.000 páginas era demasiado para que la leyeran (eran bastante mayores), así que espero que su fe los mantuviera a salvo, ya que no se estaban protegiendo con ninguna mascarilla.
Finalmente llegamos a nuestro hogar donde unos intrépidos amigos lectores de El libro de Urantia nos recogieron y llevaron a casa. Lo que más me sorprendió de todo el viaje fue cuando desembarcamos en Charlotte y vimos a toda aquella gente sentada muy cerca en bares y restaurantes y en la puerta sin mascarillas. Tenían que llevarlas para poder volar, pero estaba claro que eran muy arrogantes y se las quitaron tan pronto como pudieron. No me sorprendió que Charlotte tuviera muchos casos de COVID-19 poco después de aquello.
Después de 66 horas puerta a puerta, finalmente lo logramos y comenzamos la cuarentena de dos semanas requerida por el Estado. Regresamos justo a tiempo para ver nuestras orquídeas y el cereal de floración nocturna en plena floración. Fue bueno estar en casa. Mi hijo había llenado de comida nuestra nevera, así que estábamos listos para «aguantar».
Estamos muy agradecidos por toda la ayuda, visible e invisible, que recibimos por el camino. Los dos seguimos sanos, pero dudamos de que vayamos a viajar pronto. Deseamos a los que todavía están atrapados en partes distantes de este loco planeta azul Urantia todo lo mejor en sus esfuerzos por llegar a casa; y si están en casa, usen su tiempo con sabiduría. Tenemos la suerte de tener una maravillosa revelación que nos hace compañía. Somos los pioneros de esta asombrosa revelación, así que quédense tanto tiempo como puedan llevando mascarillas, lavándose esas manos que ayudan y manteniendo la distancia social cuando estén en público.