© 2020 Marilynn Kulieke
© 2020 Fundación Urantia
De Marilynn Kulieke, vicepresidenta de la Fundación Urantia, Illinois (Estados Unidos)
Conocí a Carolyn Kendall hace casi 40 años en mi primera sesión de estudio de El libro de Urantia en el 533 de Diversey en Chicago. Se acercó y nos saludó a mí y a mi futuro marido, David, a quien conocía desde que era un niño. Al recordar este encuentro, nunca habría imaginado que aquella mujer confiada y segura de sí misma se convertiría en mi mentora, maestra y, lo que es más importante, mi amiga de toda la vida.
Carolyn fue una de las mujeres más notables que he conocido. Comenzó a participar en el 533 en 1951 como recepcionista del Dr. William Sadler, que había dejado su práctica quirúrgica para curar los problemas más acuciantes de la mente. Como miembro del Foro, y más adelante de la First Society y la Orvonton Urantia Society, Carolyn era conocida como una ardiente estudiante de los Documentos Urantia. Durante más de 50 años llevó una vida de extraordinario servicio tanto a la Hermandad Urantia como a la Fundación Urantia, muchos de esos años junto a su marido Tom. Y todo ese tiempo crio a sus cinco hijos, Scott, Jeff, Neal, Bryn y Laura a las afueras de Chicago, ¡a solo 30 kilómetros del 533!
Carolyn dedicó su vida a la Revelación Urantia. Sirvió en el Consejo General de la Hermandad Urantia durante casi 18 años en los 60 y 70. Su querido amigo y compañero historiador Gard Jameson apreció su constante defensa del estudio profundo de El libro de Urantia y su apoyo a las actividades interreligiosas. Con su marido, Tom, fideicomisario y expresidente de la Fundación Urantia, viajó a Europa, donde conoció a algunos de los primeros lectores de El libro de Urantia fuera de los Estados Unidos. Georges Michelson-Dupont describió sus visitas a París con su familia como ocasiones de cenas memorables con risas, buen vino y bromas. La colección de fotos de Carolyn fue testigo de los muchos eventos capturados con nuevos y viejos amigos de todo el mundo.
A medida que se expandieron las actividades internacionales y las responsabilidades que rodean a la revelación, los fideicomisarios de la Fundación Urantia tomaron la decisión histórica de ampliar su fondo de sabiduría invitando a varias personas a servir como fideicomisarios asociados. Carolyn fue una de las tres primeras asociadas que se unió a la junta en 2003, junto con Nancy Shaffer y Kathleen Swadling. Su perspectiva histórica, sus sabios consejos y sus años de experiencia contribuyeron de manera significativa a las reuniones de la junta y ayudaron a promover la difusión de la revelación en el mundo.
He conocido a pocas personas que hayan mostrado un mayor entendimiento de El libro de Urantia que Carolyn. En los numerosos grupos de estudio a los que asistimos juntas me maravillé siempre ante su capacidad de encontrar una referencia cruzada o responder a una pregunta que alguien planteara. Solía dar presentaciones en conferencias y grupos de estudio de la First Society. Podía hablar de algunos de los conceptos más difíciles del libro, pero también podía pasar horas hablando con un nuevo lector que tenía preguntas. Sus dos últimas cuidadoras, Jackie y Carol, tenían tanto respeto por Carolyn que empezaron a venir a los grupos de estudio con ella.
Tal vez el mayor legado de Carolyn para las generaciones futuras sean sus observaciones de la historia temprana de los Documentos Urantia. No era una recién llegada a los primeros años de los Documentos Urantia, pues su padre, Clarence Bowman, fue miembro del Foro a principios de los años 20. Fue después de convertirse en la recepcionista de la consulta médica del Dr. Sadler en 1951 cuando empezó a hacer preguntas, tomar notas y pedir a menudo que otras personas corroboraran sus hallazgos. Buscó documentación histórica que le ayudara a tejer una historia sobre cómo llegó la revelación a nuestro planeta.
Tuve la oportunidad de estar con Carolyn el sábado que falleció. Su hija Laura me pidió que fuera el viernes por la noche para estar con ella, y eso hice, pero estaba muy fatigada. El sábado Laura me pidió que volviera, y eso hice. Nunca olvidaré los hermosos ojos azules de Carolyn mirándome directamente. Ante la mirada de su hija Bryn y su querida cuidadora Carol, pronuncié unas palabras adaptadas de un discurso que su amiga Emma «Christy» Christensen dio hace mucho tiempo.
Fuiste llamada a la gran obra de dar el primer paso de ofrecer al hombre mortal una nueva luz, una nueva revelación del amor de Dios. La religión acomodaticia de los días pasados ya no es suficiente para enfrentar los desafíos de hoy. Seguir el estilo de vida de Jesús requiere un acto de compromiso completo, una intención dedicada, un propósito resuelto y un llamado de trompeta a una vida que no negocia.
Dios ha proporcionado la visión y la llamada, y a través de tu vida has respondido a esta llamada.
Te has enfrentado a este reto cultivando el poder de visualizar tu participación en la mejora del mundo y cumpliendo la visión que Dios te ha dado, utilizando tus numerosos talentos como asociada dispuesta a servir a la Revelación Urantia.
Has vivido tu vida como soldado de los círculos, alistada de todo corazón en las sólidas filas de los mortales que han salido de batalla por la verdad contra el error bajo el liderazgo inquebrantable de las poderosas serafines del progreso. Y cuando termina tu servicio en Urantia, te llaman a una nueva y más elevada forma de servicio. Te echaremos de menos en Urantia, pero te esperan en las alturas.
A última hora de ese día Carolyn falleció, acompañada por su familia. No tengo ni idea de si las palabras de Christy hicieron más fácil su muerte, pero estoy segura de que a su llegada será recibida como un «soldado de los círculos» procedente del planeta de la Cruz.