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«En la casa de mi Padre hay muchas moradas:
si no fuera verdad, no os lo habría dicho» (Jesús)
Ahora que he alcanzado la edad de 73 años, mi interés por la otra vida y los mundos de la morontia se ha agudizado. Pero de todos los 56 mundos de la morontia que rodean Jerusem (el mundo sede del sistema de Satania) mi atención se centra más en los siete satélites que rodean al mundo de transición número uno (el mundo de los finalitarios). Son los mundos mansión, donde se reanuda nuestro viaje eterno después de dejar Urantia, nuestro planeta de «vida inicial».
Los mundos mansión no son más que una pequeña parte del sistema de mundos arquitectónicos de Jerusem, como puede verse en el siguiente diagrama. El mundo de transición número uno y sus mundos mansión circundantes son solo uno de los siete mundos de transición con sus propios satélites. Jerusem en sí es un mundo gigantesco, de unas cien veces el tamaño de Urantia, casi el tamaño de nuestro sol. Los mundos de transición tienen unas diez veces el tamaño de la Tierra, cerca del tamaño de Saturno o Júpiter. Cada uno de los mundos mansión y todos los demás satélites tienen aproximadamente el tamaño de Urantia (LU 45:0.1).
En este momento en Urantia, todos somos «mortales de los órdenes individuales de ascensión» y todos empezamos en mansonia número uno. Sin embargo, dependiendo de nuestro nivel de logro, pronto podríamos ser transferidos a mansonia dos o tres, o incluso más arriba. Este logro está, en gran medida, determinado por la consecución individual en esta tierra de los siete círculos cósmicos o psíquicos (véase 110:6). Sin embargo, aunque nos dan algunos de los atributos y cualidades que caracterizan a cada círculo, en realidad no tenemos ninguna forma concluyente de determinar qué círculo podemos haber alcanzado.
Estos círculos de progresión del mortal son niveles de valores asociados intelectuales, sociales, espirituales y de visión interior cósmica. (LU 49:6.8)
No obstante, nos anima el hecho de que, si alcanzamos el tercer círculo, se nos asigna una ángel guardiana individual y, tras la muerte, resucitaremos al tercer día. De lo contrario, nos convertimos en supervivientes durmientes que tendrán que esperar a la próxima dispensación. Sin embargo, no hay demasiada diferencia porque, como superviviente durmiente, no notamos el paso del tiempo. También es reconfortante saber que no hay carrera hacia el Paraíso. El tiempo que tardemos no preocupa realmente a Dios, ni debería preocuparnos a nosotros. Como dijo Jesús: «Lo importante no es la rapidez de vuestro progreso sino su certidumbre» (LU 147:5.7).
Una vez que resucitamos en el Templo de la Vida Nueva en mansonia número uno, empezamos exactamente donde lo dejamos en la tierra. Esto significa que no solo cosechamos las recompensas de nuestros esfuerzos diligentes en Urantia, sino que también llevamos con nosotros todo bagaje restante y todas las imperfecciones. Incluso hablaremos la misma lengua hasta que aprendamos la lengua de Satania y, después, la lengua de Nebadon (LU 48:3.13). Por suerte, mientras tanto habrá muchas Acompañantes de la Morontia que actuarán como intérpretes y traductoras.
De hecho, la mayoría de nuestras experiencias en mansonia número uno pertenecen a lo que se denomina «remediar la deficiencia», la corrección de «tantos defectos y tan variados en el carácter de criaturas y tantas deficiencias en su experiencia como mortales» (LU 47:3.8). Esto incluye, entre otras cosas, corregir defectos «relacionados con la vida sexual, la vinculación familiar y la función parental». En otras palabras: en lugar de aprender más sobre las relaciones universales o los significados cósmicos, como hacemos en los mundos mansión sucesivos, nos encontramos participando activamente en un programa básico de superación personal.
Uno de los objetivos de la carrera en la morontia es erradicar para siempre en los supervivientes mortales vestigios de carácter animal tales como la procrastinación, el subterfugio, la insinceridad, el escapismo frente a los problemas, la inequidad y la búsqueda de lo fácil. (LU 48:5.8)
Sin duda, viniendo de un mundo tan atribulado y confuso como Urantia, es muy probable que, para la mayoría de nosotros, sea necesario mejorar mucho. Sin embargo, esto no es del todo culpa nuestra. Podemos atribuir parte de la responsabilidad a los efectos insidiosos y omnipresentes de la rebelión de Lucifer. Lamentablemente, como resultado de este defecto, casi todos los urantianos que resuciten en mansonia número uno se encontrarán en desventaja y con un mundo extremadamente desconocido y extraño, mientras que los que lleguen de un planeta «más normal» apenas notarán la diferencia (LU 47:3.1).
¿Cómo de críticas son estas diferencias? Si consideramos que se supone que estamos viviendo en la «Edad posterior al Hijo de otorgamiento», es probable que sean mucho más impactantes de lo que nos imaginamos en este momento.
…la rebelión altera tanto la vida de un mundo habitado que poco o nada podéis imaginar cómo es este régimen en un planeta normal. (LU 52:2.1, negrita añadida)
Si pudierais ser trasplantados desde vuestro mundo atrasado y confuso a algún planeta normal que esté ahora en la edad posterior al Hijo de otorgamiento, pensaríais que habíais llegado al cielo de vuestras tradiciones. Os costaría creer que estuvierais viendo el funcionamiento evolutivo normal de una esfera de mortales habitada por humanos. (LU 52:6.8)
En las sesiones del grupo de estudio, algunos hemos especulado sobre el mundo mansión al que llegaremos tras resucitar en el primer mundo mansión. De hecho, a veces hemos estado tentados de creer que podríamos saltar al número dos o al tres, ¡e incluso al cuatro! Sin embargo, cualquier consideración honrada de nuestros logros espirituales individuales, así como el hecho de que venimos de un mundo tan caprichoso, debería disipar rápidamente todas las ilusiones elevadas. Es cierto que unos pocos urantianos de «brillantes logros espirituales» (por ejemplo, Enoc y Elías) se han fusionado con sus Ajustadores del Pensamiento mientras estaban en la Tierra, por lo que ciertamente es posible llegar más allá de mansonia número uno; pero sospecho que la mayoría nos contentaremos simplemente con resucitar.
Una vez renacidos en este mundo alienígena tendremos diez días para adaptarnos, quizá más. Nuestros cuerpos serán de la forma más baja de morontia, casi material. De hecho seguiremos comiendo, bebiendo y descansando a lo largo de los siete mundos mansión. Y como pronto descubriremos, ya no seremos hombres ni mujeres, ya no seremos criaturas sexuadas (LU 150:1.3). No obstante, en mayor o menor medida, conservamos nuestras «tendencias de personalidad» masculinas y femeninas hasta llegar al Paraíso (LU 84:6.6).
En esta nueva vida podremos continuar en asociación amorosa con los compañeros de nuestros días terrestres y, sin duda, adquiriremos nuevos amigos en los mundos mansión, pero no existirá el matrimonio contractual una vez que abandonemos este planeta (LU 38:2.2). Y a juzgar por las palabras de un Mensajero Poderoso, es probable que nos separemos de nuestros compañeros más queridos «muchas veces y durante largos períodos» en nuestro largo ascenso a Havona (LU 22:2.6). En otras palabras: no viviremos continuamente mano a mano con ningún otro ser.
Después de librarnos de todas las tendencias y defectos animales en mansonia número uno, continuamos nuestro programa de superación personal en mansonia dos. Este mundo tiene más que ver con la mejora de las relaciones sociales y el desarrollo del intelecto. Es donde finalmente eliminamos todos los conflictos intelectuales y la desarmonía mental, lo que estoy seguro será un alivio para muchos de nosotros.
Pero solo cuando alcanzamos mansonia tercera comienza nuestro progreso positivo y espiritual. Este es el mundo de «grandes logros personales y sociales». Es donde finalmente completamos los siete «círculos cósmicos de consecución intelectual y logro espiritual». Es «la auténtica introducción a una comprensión inteligente de los significados cósmicos y las interrelaciones del universo» (LU 47:5.3). Completar estos círculos mientras se vive en la Tierra equivaldría a alcanzar el primer círculo. Para ponerlo en perspectiva, este es el nivel que Jesús alcanzó en el monte Hermón cuando tenía 31 años de edad (LU 134:8.4).
Por suerte, el tiempo que pasamos en los tres primeros mundos mansión puede no ser tan arduo como pensamos. No solo tendremos un nuevo cuerpo libre de todas las dolencias, sino también una naturaleza espiritual muy expandida, así como una mente muy mejorada capaz de comprender la mota (las profundas perspectivas filosóficas de la vida en la morontia). Junto con esto viene la ayuda personal y la orientación de las Acompañantes de la Morontia y las Maestras de los Mundos Mansión, así como «todos los órdenes de ángeles, desde las ayudantes planetarias hasta las serafines supremas» (LU 48:6.1). Y teniendo en cuenta lo mucho que andamos a tientas y a trompicones por la vida terrenal sin la sabia dirección de un Príncipe Planetario o un Hijo Material, estoy seguro de que agradeceremos recibir algunos consejos prácticos.
Uno de los objetivos más importantes de nuestra capacitación en los mundos mansión es completar la unificación de nuestra «personalidad de mortales en evolución» (LU 43:8.4). Y puesto que este es el objetivo que se nos ha fijado, es razonable suponer que será un objetivo importante mientras vivamos en Urantia. De hecho, la discusión sobre la vida en la morontia que está en los documentos 47 y 48 sirve como sólido recordatorio de lo que podemos hacer en nuestra vida mortal para progresar. Es bueno recordar que nuestra capacitación no solo incluye el desarrollo de una naturaleza espiritual, sino también la adquisición de mejores actitudes parentales, mayores habilidades sociales y un buen sentido del humor; aprendemos a ser más fieles y alegres, a perseverar pase lo que pase, y nos volvemos verdaderamente desinteresados. Y entre otras muchas cosas, disfrutamos de las búsquedas filosóficas (mota), aprendemos las lecciones de la historia y adquirimos las habilidades necesarias para planificar bien la vida.
Junto con muchos sabios consejos de seres celestiales y nuestras habilidades, que mejoran gradualmente, llega una aventura sumamente emocionante. Satania es un sistema enorme para explorar. No estaremos confinados a los mundos mansión, ni nuestra vida en la morontia está limitada a estos mundos. Tendremos mucho tiempo para descansar y disfrutar viajando de ida y vuelta entre todos los mundos Jerusem de nuestro sistema local. Estos viajes a los otros mundos de transición nos presentarán a los finalitarios, a las huestes seráficas y a las Brillantes Estrellas Vespertinas, así como a otras superángeles que actualmente no nos han sido reveladas. También conoceremos a los Hijos de Dios del universo local y a las altas personalidades del Espíritu Infinito, y tendremos el privilegio de adorar en el Mundo del Padre.
Al principio nuestros viajes serán algo limitados, pero a medida que avancemos de un mundo mansión a otro surgirán nuevas oportunidades. Cuando lleguemos al séptimo mundo mansión, casi toda Satania estará abierta para nosotros y durante todo ese tiempo siempre tendremos el placer de realizar visitas periódicas a Jerusem, además de ser estudiantes visitantes de todos los planetas habitados del sistema, excepto Urantia (LU 39:4.15).
En general, espero con ilusión tener una vida vibrante y progresiva en la morontia, pero no tengo prisa por llegar a ella. Esta vida mortal es una vida importante con experiencias importantes que nunca podremos repetir. Como nos recuerda un Melquisedec, aquí es donde empezamos a vivir el camino de Dios:
Lo importante no es tanto lo que se aprende en esta primera vida sino la experiencia de vivirla. Incluso el trabajo en este mundo, aunque primordial, no es ni mucho menos tan importante como la manera de hacerlo. (LU 39:4.13)