© 1991 Meredith J. Sprunger
© 1991 La Christian Fellowship de Estudiantes de El libro de Urantia
Spiritual Fellowship Journal — Contenido del número, otoño de 1991 | Otoño 1991 — Índice | Apreciación bíblica mejorada |
Las iglesias tradicionales han perdido casi cinco millones de miembros desde 1965. Existe una preocupación generalizada por esta pérdida y un reconocimiento preocupado de que las iglesias tradicionales ya no hablan como la «voz central» de nuestra cultura. Muchos individuos y grupos dentro de las iglesias han recomendado estrategias para la renovación espiritual. En el Reader’s Digest de diciembre de 1990 («Mira lo que han hecho con mis canciones»), John S. Tompkins, un laico presbiteriano, sugiere que los ministros-burócratas profesionales han enfatizado una teología que resta importancia a lo espiritual y lo han sustituido por lo social, lo económico y lo social. y acción política para la función real de la religión: iluminación y crianza espiritual.
El Comité Laico Presbiteriano, que publica The Presbyterian Layman, está de acuerdo con esta acusación. Su editor, J. Robert Campbell, dice que la iglesia debería mantenerse al margen de la política y apegarse a su misión única: «la proclamación del Evangelio y hacer discípulos». Una encuesta realizada a la iglesia en general por un comité especial de la denominación encontró que el sesenta por ciento de los que respondieron consideraban estas críticas «una valiosa voz de disensión en la iglesia».
Aquellos de nosotros entre el clero del cristianismo tradicional tendemos a ser sensibles ante tales críticas y creemos que no es una evaluación equilibrada de nuestro liderazgo. Sin embargo, reconocemos que la iglesia tradicionalmente ha estado involucrada con la sociedad secular. Muchos de nosotros hemos promovido esta relación.
Esta participación secular de la iglesia fue inherente a su desarrollo en la civilización occidental. El cristianismo proporcionó la dinámica de la nueva cultura. La teología fue la madre de todas nuestras disciplinas intelectuales y científicas. Los ministros de las generaciones pasadas eran a menudo las personas más educadas de las comunidades locales. Era una práctica común seleccionar ministros como administradores de hospitales y otras agencias sociales. El clero se desempeñó como presidentes de universidades, profesores y maestros. Fueron elegidos miembros de la junta directiva de las organizaciones locales y nacionales más prestigiosas. La Iglesia se involucró profundamente en nuestra cultura secular y desarrolló alianzas de trabajo sociales, económicas y políticas. A medida que nuestra sociedad cada vez más secular perdió sus fundamentos espirituales, la iglesia compartió este deterioro espiritual.
La iglesia no recuperará su capacidad de ministrar creativamente y traer renovación espiritual a la humanidad hasta que comprenda la función única de la religión en la sociedad. Las instituciones religiosas, es decir, los religiosos en grupos, deben preocuparse exclusivamente por la religión: iluminación espiritual, crianza y visión profética. El ministerio central de la iglesia debe ser la transformación espiritual y el crecimiento de las personas.
Estos individuos espiritualmente transformados transformarán, a su vez, la sociedad y sus instituciones. Los religiosos deben participar en actividades sociales, económicas y políticas como individuos, no como instituciones o partidos. A medida que la iglesia se dedique exclusivamente a la religión, permitirá a sus miembros encontrar empoderamiento y guía espiritual para convertirse en líderes y partidarios en la reforma y el crecimiento social, económico y político. La iglesia, como institución, debería estar libre de alianzas seculares.
La iglesia debe desarrollar comunidades creativas, reconfortantes y que expandan el amor, que promuevan una visión espiritual progresiva y fomenten la apreciación y la dedicación a los valores supremos. Que la iglesia sea la iglesia, no una organización híbrida religiosa-secular. Sólo cuando la iglesia lleve el ministerio espiritual a los individuos podrá renovarse a sí misma y a sus miembros, quienes, a su vez, transformarán la sociedad. La religión logra su ministerio social más eficaz cuando no está funcionalmente conectada con las instituciones seculares de la sociedad.
Pero dado que la iglesia como institución está tan profundamente involucrada en actividades seculares, ¿cómo puede encontrar renovación espiritual y funcionar como una institución verdaderamente religiosa que pueda dar dirección y sustentar espiritualmente a toda nuestra sociedad? He estado contemplando esta cuestión durante más de treinta años y estoy convencido de que El Libro de Urantia tiene el mayor potencial de cualquier recurso contemporáneo para facilitar esta transición. Tiene la profundidad y amplitud reveladora para reestructurar nuestra concepción de la Realidad, para darle a la iglesia una imagen clara de su misión y para traer inspiración espiritual que nos capacite para un ministerio transformador.
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