© 2001 Merlyn Cox
© 2001 La Christian Fellowship de Estudiantes de El libro de Urantia
Los acontecimientos recientes literalmente han hecho evidente la necesidad de que el mundo escuche la Buena Nueva, y la escuche sin prejuicios y conflictos culturales. Las condiciones que dan origen al odio, los prejuicios y la intolerancia son complejas desde el punto de vista económico y cultural, pero simples en términos de la naturaleza humana básica. Tales condiciones siempre existirán mientras no reconozcamos a los demás como hermanos y hermanas en la familia humana del único Padre-Creador divino. Los lectores de El Libro de Urantia sin duda sienten una nueva urgencia al compartir el mensaje de la Quinta Revelación de Época.
Al mismo tiempo, al reflexionar sobre la historia de nuestro mundo, es difícil encontrar un momento en el que ese no fuera el caso. Pocas generaciones han existido sin que las fuerzas destructivas de la naturaleza humana irrumpieran en sus vidas desde más allá de las fronteras de los Estados-nación. Las Buenas Nuevas siempre han sido necesarias con urgencia, pero las consecuencias de que un mundo no las comprenda son cada vez mayores. En la era posterior a la Guerra Fría, muchos de nosotros esperábamos que amaneciera una nueva era, una verdadera primavera de cooperación internacional en comparación con los conflictos de cada generación que nos precedió. Ahora parece que ha surgido una nueva era de conflictos, basada en desigualdades y prejuicios de larga data, así como en orgullo, arrogancia y autoengaño. Y ninguna de las partes puede reclamar pureza de motivo y acción en la larga historia de los acontecimientos que nos han conducido hasta aquí. Está surgiendo una nueva etapa en la agenda para la humanidad. Tanto más necesario es compartir la Quinta Revelación de Época.
Al mismo tiempo, junto con la urgencia, viene la necesidad de paciencia. Siempre me ha maravillado lo paciente que fue Jesús ante la carga que llevaba. La suya era una tarea mucho más allá de la de cualquier otro mortal. ¿Cómo podía mantener una compostura tan sublime frente no sólo a la hostilidad del mundo que lo rodeaba, sino también a la lenta comprensión de sus propios seguidores?
Pero lo hizo. La urgencia de su tarea siempre estuvo ahí, pero también la paciencia, la tranquilidad de su vivir día a día. Sólo puedo atribuirlo a una confianza sublime en la sabiduría y el control excesivo de Dios, y a la certeza, incluso el conocimiento previo, del resultado.
Así que mientras realizamos nuestras tareas, oro por un sentido de urgencia y paciencia, porque como embajadores de la Quinta Revelación de Época, creo que necesitaremos ambos, en igual medida.