© 2021 Michelle Heulot
© 2021 Fundación Urantia
Todos somos peregrinos en el camino de la vida y la verdad. Mi camino se iluminó cuando descubrí El libro de Urantia, ¡o más bien cuando me encontró a mí! Me hallaba entonces en medio de una convulsión religiosa y espiritual, ya que mis investigaciones científicas, arqueológicas e históricas habían sacudido mis convicciones basadas en una interpretación literal de la Biblia.
Durante décadas, había depositado una confianza ciega en una institución religiosa, única poseedora de «la verdad», pero que en realidad la distorsionaba añadiendo reglas y dogmas interpretativos. Estos descubrimientos progresivos provocaron en mí estados de conciencia dolorosos: amargura, indignación, vergüenza, tristeza, desánimo e incluso depresión.
En el punto álgido de mi confusión, cuando rezaba, las palabras de Cristo en Juan 14:6, «Yo soy el camino, la verdad y la vida», volvían a tocar mi corazón y a desafiar a mi alma. Y fueron estas mismas palabras las que me llenaron de energía y me dieron el valor y la determinación para comenzar una nueva búsqueda.
Entre los sitios espirituales que consulté, la Escuela de El libro de Urantia en Internet (UBIS por sus siglas en inglés) llamó mi atención con un curso sobre la verdadera religión. Mi primera experiencia en la UBIS, en septiembre de 2016, seguida de muchas otras, desencadenó una decidida búsqueda de investigación que poco a poco fue respondiendo a mis preguntas con coherencia y lógica.
Comprendí que la verdadera religión es una experiencia espiritual personal no sujeta a interpretaciones humanas; que tenía que liberarme de esta camisa de fuerza para encontrar a Dios por mí misma, como recomendaba Jesús, y conocerlo en mi propia alma.
Sin embargo, en este camino de descubrimiento avancé con prudencia y discernimiento, aportando un espíritu crítico y analítico a estas nuevas ideas religiosas. El bastón que sostenía mi senda de peregrinaje se volvía cada vez más reconfortante, poderosamente energizado por «la verdad de que el reino de los cielos es la fraternidad espiritual de los hombres, basada en el hecho eterno de la paternidad universal de Dios». LU 163:7.4
El plan de Dios que iba descubriendo ejercía en mi mente una extraordinaria fascinación: ese Padre universal, omnipotente, omnipresente y omnisciente que delega todos sus poderes en coordinadores y subordinados que ponen los medios para que los creadores y las personalidades creadas puedan vivir y progresar eternamente. Cuanto más penetraba en los misterios de Dios, mayor era mi hambre religiosa.
Al practicar fielmente la meditación adoradora, experimenté una comunicación íntima y preciosa con el fragmento divino que hay en mi interior, lo que me inspiró y vivificó mi fe. Esta fe viva me dio el coraje y la fuerza para superar los miedos que paralizan: miedo a lo desconocido, miedo a ser condenado al ostracismo, miedo a perder la orientación y miedo a ser rechazado.
Poco a poco llegué a comprender que El libro de Urantia amplía y aclara muchas de las enseñanzas y conceptos de la Biblia difíciles de entender, y que los aparentes conflictos entre la Biblia y las ciencias provienen de las diversas doctrinas e interpretaciones teológicas. Me di cuenta de la valiosa contribución de la Biblia al despertar gradual de la humanidad para acoger y apreciar las revelaciones ofrecidas por las personalidades espirituales.
Qué feliz me hacía saber que las verdades del evangelio persistirán con gloria gracias a los nuevos educadores que se atreverán «a depender únicamente de Jesús y de sus enseñanzas incomparables» y que «se consagrarán exclusivamente a la regeneración espiritual» de la humanidad. LU 195:9.4
En los últimos cinco años que llevo recorriendo este camino de dedicación a hacer la voluntad de Dios con todo mi corazón, me acompaña cada día una nueva consciencia de fuerza y alegría espiritual, una fe viva y creciente en un mundo espiritual amable y amigable que es una respuesta a mi exigente y sincera búsqueda de Dios. Y he descubierto, al buscar y encontrar mis propias verdades, al alimentar mi relación personal con el Espíritu de Dios, una paz dinámica y sublime, «esa paz que sobrepasa toda comprensión humana, esa serenidad cósmica que revela la ausencia de toda duda y de toda agitación». LU 100:6.6
Esta confianza y seguridad en las realidades eternas y universales alimenta constantemente mi alma agradecida, que solo tiene un deseo ardiente: expresar alabanzas agradecidas al Creador, mi Padre Celestial, y participar en su plan universal.
Un vuelo hacia la libertad espiritual y un compromiso total con el amor universal sin fronteras ni prejuicios es lo que significa para mí El libro de Urantia, con este mandato de nuestro Maestro Cristo Jesús impreso en mi alma: «Dedica tu vida a demostrar que el amor es la cosa más grande del mundo». LU 192:2.1