© 2018 Moustapha N'Diaye
© 2018 Fundación Urantia
De Moustapha N’Diaye (Dakar, Senegal)
Desde que puedo recordar (y puede que sea cierto para la mayoría de hombres y mujeres) me he planteado siempre preguntas, ya sea de manera consciente o inconsciente, sobre las explicaciones a cosas y fenómenos que me rodeaban. Principalmente sobre fenómenos naturales, especialmente cuando alcanzaban proporciones alarmantes, como las tormentas. Las mismas preguntas surgían con otra forma cada vez que me enteraba de que alguna persona mayor que yo conocía había muerto. La muerte de una persona joven parecía aún más terrible.
Mientras crecía y terminaba de aprender a leer y escribir, me sentía interesado por descifrar todo lo que me rodeaba, especialmente las cosas que no comprendía, o más bien las que comprendía a mi manera. Los temas que me interesaban eran la psicología, el esoterismo, el ocultismo, Dios, la religión, el hermetismo, la teosofía, las ciencias divinas y el arte sagrado. Todas ellas tomaron forma en mi mente en vías de desarrollo desde que iba a la escuela primaria, un interés en comprender las respuestas a las preguntas científicas del «cómo» y las más difíciles del «por qué».
Sin embargo no era una búsqueda consciente (al menos aún no). Siguió durante mis años de secundaria en una academia militar de la ciudad de Saint Louis, a 270 kilómetros de Dakar, que es donde nací y crecí. Después de graduarme en 1975, estudié ingeniería en Lyon (Francia). En el tiempo que pasé allí me cuestioné realmente el orden de la ciencia y el propósito mismo de la vida.
Durante los cinco años que pasé en Francia leí cientos de libros en librerías esotéricas de Lyon, algunos del todo y otros en parte. Comprendí enseguida que la mayoría de esos libros iban en círculos y no daban ningún resultado, así que cuando visité mi casa en Senegal y descubrí que mi padre había comenzado un círculo de estudio participé con entusiasmo. Su estudio tenía la forma de preguntas y respuestas de todos los temas sin excepción. Este círculo estaba compuesto de unas 50 personas, en su mayoría mujeres jóvenes universitarias que se reunían todos los sábados por la tarde en el hogar donde crecí.
Pronto me di cuenta de que las respuestas dadas a las diferentes preguntas eran mucho más satisfactorias para mi mente y me hicieron ser más conscientes de mi alma que todo lo que había adquirido leyendo todos aquellos libros.
En 1981 una experiencia muy personal y sumamente impresionante cambió la manera en que me planteaba la realidad viviente. De hecho esta experiencia (la respuesta a una oración muy personal) me hizo comprender claramente que Dios no está fuera de nosotros sino dentro. Esta experiencia también me hizo comprender que cuando oramos al Dios que está en nuestro interior Sus respuestas atraviesan el mundo del exterior.
Ese año el círculo de estudio decidió buscar una enseñanza directa y estructurada y sustituyó el foro de preguntas y respuestas de los sábados por la tarde. Desde entonces el grupo ha tenido un formato estructurado de enseñanza y ha proporcionado educación espiritual a varios cientos de personas, la mayoría de fe musulmana (Senegal es en su mayoría un país musulmán) pero también a algunos cristianos. Actualmente estamos en nuestra tercera remesa de estudiantes que se han convertido en instructores.
Hemos llegado a comprender que debemos esta claridad intelectual y espiritual, coordinada con nuestra personalidad, a una implementación inteligente de las verdades de El libro de Urantia, adaptada a nuestro entorno cultural y social. Nuestro instructor había recibido en los años 60 la primera traducción al francés, La Cosmogonie d’Urantia, del traductor, Jacques Weiss. En 1998, a petición de nuestro grupo de estudio, telefoneé a la Fundación Urantia. Debido a que hablo francés mi llamada fue redirigida al fideicomisario Georges Michelson-Dupont en Francia, y así se estableció nuestro vínculo con el movimiento Urantia.
El primer contacto cara a cara con lectores de fuera de nuestro grupo tuvo lugar en diciembre de 1998. Georges nos puso en contacto con Norman Ingram, que estaba distribuyendo ejemplares de El libro de Urantia en los países africanos de habla inglesa. Norman necesitaba un contacto en Senegal (un país francófono) para recoger los libros que se enviaban desde el puerto de Marsella al puerto de Dakar. Norman había planeado quedarse dos o tres días en Dakar antes de continuar su viaje a Sudáfrica, pero acabó quedándose en mi casa durante casi un mes. Así es como recibimos los primeros Libros de Urantia en inglés.
Volviendo la vista atrás, ahora me doy cuenta de que en toda esta aventura caracterizada por un interés temprano en todo tipo de literatura religiosa mi Ajustador del Pensamiento me estaba preparando para una expresión progresiva y en continua expansión de Dios en mi crecimiento espiritual. No podría haber apreciado plenamente el valor de las enseñanzas de El libro de Urantia si no hubiera seguido el caótico camino de mi búsqueda personal. Ahora veo que El libro de Urantia es mucho más que otro libro religioso. El libro de Urantia es una «caja de herramientas» prodigiosa e indispensable para futuros instructores, sea cual sea el marco humano en el que deban actuar. Presenta con autoridad y sabiduría el corazón de todas las tradiciones religiosas humanas que reconocen la vida interior y el Ajustador del Pensamiento.
El libro proporciona también, en sentido humano, un marco ideal para todo el pensamiento humano que no sea estrictamente religioso pero que reacciona a la verdad, como es todo pensamiento normal por creación. Finalmente me ha permitido ver por mí mismo en qué medida es posible compartir espiritualmente con otras personas las manifestaciones de nuestra fe personal, aunque sean diferentes e incluso divergentes, cuando se basa en la sinceridad de la búsqueda personal, en las verdades de las enseñanzas de El libro de Urantia y en el amor de Dios que queda ilustrado de manera tan perfecta en la vida en la carne del Hijo Maestro de nuestro universo local.