© 2020 Olga López
© 2020 Asociación Urantia de España
Presentación hecha durante el Urantiatón Latinoamericano, 28 de noviembre de 2020
En El libro de Urantia aparece varias veces la expresión ciudadanía cósmica o ciudadanos cósmicos. Otra de las expresiones que va relacionada a la ciudadanía cósmica es sin duda la de consciencia cósmica. Leemos y entendemos lo que significan esas palabras por separado, pero ¿a qué se refieren exactamente cuando van juntas?
En el estadio en el que se encuentra nuestra civilización actualmente, con los valores que predominan en nuestras sociedades urantianas de hoy día, ¿podemos entender siquiera lo que significa tener consciencia cósmica?
Pero, antes de abordar este concepto tan importante en nuestra evolución espiritual, veamos lo que significan cada una de las palabras por separado (cosmic consciousness), según el Merriam-Webster Unabridged:
cosmic
: of, from, or relating to the cosmos, the extraterrestrial vastness, or the universe in contrast to the earth alone; sometimes: of, from, or relating to the cosmos as an ordered system or the cosmos outside the solar system «in addition to these general cosmic theories there were particular problems, above all that of the diurnal rotation of the earth — Douglas Bush» «the misty radiance of a setting sun, whose streamers are like the spokes of some gigantic cosmic wheel — J. L. Lowes»
: characteristic of the cosmos: of a magnitude universally transcending or subsuming : VAST, UNFATHOMED, INFINITE, GRAND, GRANDIOSE «anthropoorphism … making man the central aim or goal of the whole cosmic process — M. R. Cohen» «an abiding illness of the 20th century democratic man — a cosmic boredom — Albert Hubbell»
Así que, por un lado, cósmico significa que procede del cosmos o está relacionado con él, y por otro califica a algo de infinito, vasto, grandioso. Unas características que están indudablemente ligadas al cosmos.
consciousness
En cuanto a la definición de consciencia, vemos que es la conciencia o percepción de un hecho interior psicológico o espiritual, pero también puede referirse a la conciencia interior de un hecho, objeto o estado interior.
Pero como muchos ya sabréis, una cosa es la definición aséptica de esas palabras en los diccionarios humanos, y otra el concepto que nos quieren transmitir los reveladores usando una palabra o conjunto de palabras. Por ese motivo, vamos a explorar lo que significa ciudadanía cósmica y consciencia cósmica, no sin antes ir a estadios previos y necesarios para llegar a esos conceptos:
La organización inicial de los seres humanos fueron primero las familias, después los clanes (en los que todos estaban más o menos emparentados) y a continuación las tribus. Estas dos últimas se pueden considerar unidades sociales, en tanto que familias e individuos son unidades familiares.
Las familias se unieron por lazos de sangre en clanes, en conjuntos de parientes, y estos clanes se convirtieron más tarde en tribus, en comunidades territoriales. La guerra y la presión externa forzaron a los clanes de parientes a organizarse en tribus, pero el comercio y los negocios son los que mantuvieron unidos a estos grupos primitivos iniciales con cierto grado de paz interna. LU 70:3.3
Las tribus son unas agrupaciones sociales cerradas, en la que solo se reconoce al otro como «de los míos» si pertenece a la misma tribu. Cualquier otro era considerado extraño, no-persona, y carecía de la protección que otorgaba la tribu y de los derechos de los que gozaban sus miembros.
En las épocas primitivas, cada tribu estaba rodeada por unos círculos concéntricos de miedo y de desconfianza crecientes; de ahí que en otro tiempo fuera costumbre matar a todos los extraños, y más adelante, esclavizarlos. La idea antigua de la amistad significaba la adopción por parte del clan; y se creía que uno continuaba perteneciendo al clan después de la muerte — fue uno de los primeros conceptos de la vida eterna. LU 70:3.6
Antes de llegar a las naciones y Estados modernos, cabría hablar de un estadio previo como pueblos, entendidos como conjunto de personas que comparten una misma cultura, hablan un mismo idioma y pertenecen a una misma etnia. Estos pueblos podían tener diferentes organizaciones políticas más o menos avanzadas (confederaciones de tribus, reinos, imperios e incluso Estados), pero tenían muchos elementos en común que los hacían sentirse como pertenecientes a un todo que iba más allá de una tribu o clan. Una vez más, los que no pertenecían al pueblo por ser de una cultura o etnia distintas, eran considerados como distintos y sus derechos eran diferentes, si es que los tenían.
Aunque no todos los pueblos del mundo han llegado a desarrollar una organización social más avanzada, una evolución natural de los pueblos sería el Estado y la nación. Estos dos conceptos no siempre tienen una relación biunívoca: hay Estados compuestos por varias naciones y hay naciones que no tienen un Estado asociado.
Por supuesto, el Estado puede sufrir retrocesos y regresar a un conjunto de grupos pequeños, clanes y tribus. Pero este de momento no es el caso en nuestra sociedad actual (al menos, no lo es de la mayoría de los Estados). Los Estados suelen ser entes más o menos homogéneos, aunque puede haber diferentes culturas e idiomas dentro de ellos (por aquello de que pueden contener distintos pueblos conviviendo dentro de una misma frontera política).
La organización política de nuestro planeta se compone de Estados-nación, cuyo número hoy día es difícil de determinar pues no todos los Estados están reconocidos como tales por los demás. Actualmente hay 193 países reconocidos por la ONU, Estados soberanos y reconocidos internacionalmente.
¿Quién es «de los nuestros» en un Estado? Pues los compatriotas (obviando las clases sociales, que ha habido y hay en todas las agrupaciones humanas y políticas que se puedan establecer). Normalmente nos sentimos pertenecientes a una nación o país y vinculados a las personas que comparten la cultura y la lengua de ese país. Los seres humanos de otros países o Estados se ven como distintos y eso, aunque no tenga por qué derivar en animosidad, pone cierta distancia entre nosotros en cuanto pertenecientes a un mismo país y «ellos» como extranjeros, incluso cuando residen entre nosotros.
Aunque los nacionalismos van ineludiblemente ligados a los Estados modernos, merecen un comentario aparte pues son la causa de que haya grandes divisiones en el seno de la humanidad. En El libro de Urantia son sin duda muy críticos con el nacionalismo como ideología que separa a los seres humanos y les impide verse como hermanos y compañeros de viaje en un mismo planeta.
Los reveladores nos dicen que el nacionalismo surge y florece en la época del Príncipe Planetario, debido a la existencia de diferentes agrupaciones tribales y nacionales que hablan idiomas distintos:
… [E]l Príncipe Planetario no es «el Príncipe de la Paz». Las luchas raciales y las guerras tribales continúan durante esta dispensación, pero con una frecuencia y un rigor cada vez menor. Es la gran era de la dispersión racial, y culmina en un período de intenso nacionalismo. El color es la base de las agrupaciones tribales y nacionales, y las diferentes razas desarrollan a menudo sus idiomas independientes. Cada grupo de mortales en expansión tiende a buscar el aislamiento. La existencia de muchos idiomas favorece esta separación… LU 52:2.5
A pesar de que el nacionalismo ha evolucionado (al menos en parte) en internacionalismo (ligas de naciones), esta evolución es claramente insuficiente para asegurar la paz y sobre todo para transformarse en consciencia planetaria:
Urantia no disfrutará de una paz duradera hasta que las llamadas naciones soberanas no entreguen sus poderes soberanos, de manera plena e inteligente, entre las manos de la fraternidad de los hombres — del gobierno de la humanidad. El internacionalismo — las ligas de naciones — nunca podrá asegurar una paz permanente a la humanidad… LU 134:5.10
No cabe duda de que estamos en plena época de nacionalismo combinado con un tímido internacionalismo, y que esta postura no ayuda a separar la brecha que nos separa de «los otros». Da la impresión de que nos hemos quedado en el estadio del Príncipe Planetario y seguimos todavía viéndonos como distintos: razas, idiomas y religiones nos separan en vez de unirnos. Por otro lado, el secularismo (laicismo) del siglo veinte que todavía impera en la sociedad occidental no ha ayudado en la necesaria unidad de la humanidad:
… Como la sublevación laica ha ido demasiado lejos y ha perdido de vista a Dios y a la verdadera religión, también le ha seguido una cosecha inesperada de guerras mundiales y de inestabilidad internacional. LU 195:8.7
Sin Dios, sin religión, el laicismo científico nunca podrá coordinar sus fuerzas, ni armonizar sus intereses, razas y nacionalismos divergentes y rivales. A pesar de sus logros materialistas incomparables, esta sociedad humana laicista se está desintegrando lentamente. La principal fuerza de cohesión que se resiste a esta desintegración de antagonismos es el nacionalismo. Y el nacionalismo es el obstáculo principal para la paz mundial. LU 195:8.10
Luego nos encontramos en una difícil situación como humanidad, que nos dificulta dar el siguiente paso: la consciencia planetaria.
En la evolución normal de un planeta, la época posterior a los Hijos Materiales presencia el aumento del internacionalismo y la disminución del nacionalismo:
La época postadámica es la dispensación del internacionalismo. Con la tarea de la mezcla racial a punto de concluir, el nacionalismo disminuye y la fraternidad entre los hombres empieza realmente a materializarse. El gobierno representativo comienza a sustituir a la forma de reinado monárquico o paternalista. El sistema educativo se vuelve mundial y los idiomas de las razas ceden gradualmente el paso a la lengua del pueblo violeta. La paz y la cooperación universales raramente se alcanzan hasta que las razas no están bastante bien mezcladas y hasta que no hablan un idioma común. LU 52:3.10
Y en la época posterior al Hijo otorgador se avanza aún más en la armonía internacional:
La supervisión gubernamental disminuye gradualmente a lo largo de esta época. El verdadero gobierno autónomo empieza a funcionar; cada vez se necesitan menos leyes restrictivas. Las ramas militares de la resistencia nacional van desapareciendo; la era de la armonía internacional está llegando realmente. Hay muchas naciones, determinadas principalmente por la distribución de las tierras, pero sólo hay una raza, un idioma y una religión. Los asuntos de los mortales casi se acercan a la utopía, aunque no del todo. ¡Es en verdad una era grande y gloriosa! LU 52:5.10
Parece que los problemas planetarios a los que nos enfrentamos en este siglo, entre los que destaca sin duda el calentamiento global y sus consecuencias, que afectan a todo el planeta sin excepción, están llevando a que se despierte una tímida consciencia planetaria de «ciudadanos del mundo». Los problemas planetarios solo se pueden abordar desde un punto de vista planetario: es inútil que un solo país o un conjunto de países tomen medidas, si el resto sigue empeorando el problema o no hace nada por solucionarlo. Parece que muchas personas están tomando conciencia de que vamos todos en el mismo barco (la Tierra) y que hay que hacer todo lo posible porque nuestro planeta siga albergando a todos sus seres vivos pues no hay planeta B al que ir. Una vez más, los desafíos que conllevan los problemas nos están obligando a transformar nuestra consciencia para abarcar como hermanos a los que están más allá de nuestras fronteras, cultura y raza.
Pero ¿cómo alcanzar de una vez por todas esa consciencia planetaria, esa percepción de que todos pertenecemos a una misma humanidad sin distinciones de ningún tipo?
Incluso en los mundos evolutivos normales, la realización de la fraternidad mundial de los hombres no es una tarea fácil. En un planeta confuso y desordenado como Urantia, esta realización requiere un tiempo mucho más largo y necesita un esfuerzo mucho más grande. Una evolución social sin ayuda difícilmente puede conseguir estos felices resultados en una esfera espiritualmente aislada. La revelación religiosa es esencial para llevar a cabo la fraternidad en Urantia… LU 52:6.2
Luego vemos que la revelación religiosa (como por ejemplo la revelación recibida en El libro de Urantia) es fundamental para dar el salto que la humanidad tanto necesita para abandonar de una vez el camino de las guerras y la autodestrucción: la consciencia de ser todos hermanos y hermanas. Y también nos dicen que «Jesús ha mostrado el camino para alcanzar inmediatamente la fraternidad espiritual»: ahí está nuestra guía, nuestra orientación para abandonar la distinción entre el «yo/nosotros» frente al «ellos».
Al final de este mismo párrafo, los reveladores nos dicen que la fraternidad social dará paso a la fraternidad espiritual:
… la fraternidad espiritual, la realización de la fraternidad social en vuestro mundo depende mucho de que se lleven a cabo las transformaciones personales y los ajustes planetarios siguientes:
- La fraternidad social. La multiplicación de los contactos sociales internacionales e interraciales, y de las asociaciones fraternales, a través de los viajes, el comercio y los juegos competitivos. El desarrollo de un idioma común y la multiplicación de los multilingüistas. El intercambio racial y nacional de estudiantes, profesores, industriales y filósofos religiosos. LU 52:6.2-3
Pero está claro que la fraternidad tiene un corolario: y es que todos somos hijos e hijas de Dios. Veamos lo que nos dicen unos párrafos más adelante, donde nos explica cómo podremos alcanzar la consciencia planetaria, que nos permitirá ver a la humanidad como una gran hermandad:
- La perspicacia espiritual. La fraternidad de los hombres está basada, después de todo, en el reconocimiento de la paternidad de Dios. La manera más rápida de llevar a cabo la fraternidad de los hombres en Urantia consiste en efectuar la transformación espiritual de la humanidad actual. La única técnica para acelerar la tendencia natural de la evolución social es la de aplicar una presión espiritual desde arriba, acrecentando así la perspicacia moral y elevando al mismo tiempo la capacidad del alma de cada mortal para comprender y amar a todos los demás mortales. La comprensión mutua y el amor fraternal son unos civilizadores trascendentes y unos factores poderosos en la realización mundial de la fraternidad de los hombres. LU 52:6.7
Así que la consciencia planetaria se está gestando, pero todavía estamos lejos de haberla alcanzado plenamente. Aunque El libro de Urantia va más allá y nos exhorta a tener consciencia cósmica. Exploremos un poco este concepto.
Fijaos si es importante esta idea de consciencia cósmica que los reveladores hablan de ella en uno de los primeros párrafos del Prólogo:
En nuestro esfuerzo por aumentar la conciencia cósmica y elevar la percepción espiritual… LU 0:0.2
Y más adelante en el mismo Prólogo nos dicen lo siguiente:
La conciencia cósmica implica el reconocimiento de una Causa Primera, la sola y única realidad sin causa… LU 0:2.2
¿Significa eso que podemos tener consciencia cósmica aquí y ahora? Al menos parece posible que nazca en nosotros en este mundo, aunque en el documento 47 se nos dice que no surge hasta un poco más adelante en nuestra carrera de ascensión:
En la mansonia número cinco se produce un verdadero nacimiento de la conciencia cósmica. Estáis llegando a tener una mentalidad universal. Éste es en verdad un período de expansión de los horizontes. La mente en expansión de los mortales ascendentes empieza a darse cuenta de que un destino prodigioso y magnífico, un destino celestial y divino, espera a todos aquellos que terminan la ascensión progresiva al Paraíso, la cual ha empezado tan laboriosamente pero de una manera tan alegre y favorable. Aproximadamente en este punto, el ascendente mortal de tipo medio empieza a manifestar un auténtico entusiasmo experiencial por la ascensión a Havona. El estudio se vuelve voluntario, el servicio desinteresado, natural, y la adoración, espontánea. Está brotando un verdadero carácter morontial; se está desarrollando una verdadera criatura morontial. LU 47:7.5
Merece la pena detenerse a analizar este párrafo, porque creo que define muy claramente lo que supone tener consciencia cósmica:
Ya no tenemos presente únicamente nuestro planeta de origen o de ciudadanía, sino el universo entero. El concepto de «ellos», de «los otros», va desapareciendo a favor del «nosotros», que abarca mucho más que nuestro país o nuestro planeta de origen. Cuando se alcanza la consciencia cósmica vemos a otros mortales (sean del planeta que sean) como compañeros de viaje, y a otros órdenes de seres celestiales del gran universo (Havona y superuniversos) como amigos y compañeros que nos acompañan y ayudan en nuestro camino ascendente al Paraíso.
Pero la expansión de la consciencia no se queda ahí, en el gran universo. Veamos qué nos dicen en el documento 48:
A medida que los sistemas y los universos se establecen en la luz y la vida, los mundos de las mansiones dejan gradualmente de funcionar como esferas de transición de formación morontial. Los finalitarios establecen cada vez más su nuevo régimen educativo, que parece estar diseñado para trasladar la conciencia cósmica desde el nivel actual del gran universo al de los futuros universos exteriores… LU 48:3.17
Aquí en este párrafo nos están diciendo que nuestra consciencia va a ampliarse mucho más, para no circunscribirse al gran universo sino a los universos exteriores. A medida que surjan nuevos seres y nuevas maneras de adquirir la perfección, nuestra consciencia se ampliará en consecuencia. ¿Podemos siquiera imaginar ahora todos esos saltos cuánticos que tendremos que dar desde donde nos encontramos actualmente, en el que los «ellos» son infinitamente más que los «nosotros»?
Y la consciencia cósmica no solo influye en el aprecio a nuestros semejantes, sino que también ayuda a integrar todos los saberes humanos en un todo coherente y armonioso. Pero una cosa debemos tener clara: aunque sea difícil, podemos comenzar a adquirir consciencia cósmica aquí y ahora:
El hombre mortal está pasando en Urantia por una gran era de expansión de los horizontes y de ampliación de los conceptos, y la evolución de su filosofía cósmica debe acelerarse para mantenerse al mismo ritmo que la expansión del campo intelectual del pensamiento humano. A medida que se amplía la conciencia cósmica del hombre mortal, éste percibe la estrecha vinculación existente entre todo lo que encuentra en su ciencia material, su filosofía intelectual y su perspicacia espiritual. Sin embargo, junto con toda esta creencia en la unidad del cosmos, el hombre se percata de la diversidad de todo lo que existe. A pesar de todos los conceptos relacionados con la inmutabilidad de la Deidad, el hombre se da cuenta de que vive en un universo en constante cambio y en crecimiento experiencial. A pesar de que el hombre comprende que los valores espirituales sobrevivirán, siempre tiene que contar con las matemáticas y las prematemáticas de la fuerza, la energía y la potencia. LU 104:3.2
Por lo tanto, abrir nuestra consciencia hasta el nivel cósmico nos hace ver que no podemos tomar solo la ciencia material para comprender el universo y el sentido de nuestra existencia: es preciso crear una filosofía cósmica que nos permita integrar los fenómenos materiales con la visión interior espiritual. Recordemos que podemos trascender la materia desde ya mismo, pues nuestra mente dispone de herramientas para ello:
… El hecho mismo de que un mortal materialista pueda negar la existencia de las realidades supermateriales demuestra, en sí mismo y por sí mismo, que la síntesis espiritual y la conciencia cósmica están presentes y funcionando en su mente humana. LU 112:2.9
Expandir nuestra consciencia cósmica significa ver el todo y no solo la parte, de modo que la perspectiva pasa de abarcar nuestra existencia como individuos de una sociedad más o menos pequeña a vernos como ciudadanos del cosmos pertenecientes a ese todo superior, ciudadanos con unas responsabilidades frente a nuestro Creador y frente a su creación, el universo. Recordemos que el mandato del Padre Universal, apoyado por las otras dos personas de la Trinidad, es: «Sed perfectos como yo soy perfecto» LU 1:0.3
El hecho de estar dotados de personalidad por el Padre nos da carta de ciudadanos cósmicos. Veamos estas esclarecedoras enseñanzas del documento 16:
… La concesión del don divino de la personalidad a ese mecanismo mortal dotado de una mente le confiere la dignidad de la ciudadanía cósmica y permite que esa criatura mortal reaccione inmediatamente al reconocimiento constitutivo de las tres realidades mentales fundamentales del cosmos:
- El reconocimiento matemático o lógico de la uniformidad de la causalidad física.
- El reconocimiento razonado de la obligación de tener una conducta moral.
- La comprensión por la fe de la adoración con comunión de la Deidad, asociada al servicio amoroso a la humanidad. LU 16:8.15-18
Creo que estos párrafos merecen detenerse un poco más en ellos, pues aquí nos indican que la personalidad, esa cualidad que nos otorga el Padre que nos hace seres individuales y únicos, nos otorga automáticamente la ciudadanía cósmica y conlleva reconocer tres realidades mentales fundamentales:
La personalidad es un don que no solo se otorga a los humanos de este planeta, sino a todos los demás mortales que viven en los planetas del tiempo y del espacio, y también a muchos órdenes de seres celestiales personales (recordemos que no todos lo son). Ese sello, ese don, nos hace poder contactar y confraternizar con otros seres personales, sin importar si son otros seres humanos de nuestro planeta, de otros planetas o seres celestiales no humanos.
Pero el estar dotados de personalidad, y por tanto de libre albedrío, también nos puede llevar al pecado y a no reconocer los deberes que van asociados a la ciudadanía cósmica:
El pecado, en el espacio condicionado por el tiempo, prueba claramente la libertad temporal — e incluso el libertinaje — de la voluntad finita. El pecado representa la inmadurez deslumbrada por la libertad de la voluntad relativamente soberana de la personalidad, que al mismo tiempo no logra percibir las obligaciones y los deberes supremos de la ciudadanía cósmica. LU 118:7.4
Fijaos si es importante el concepto de la ciudadanía cósmica, que hay serafines en las capitales de los sistemas especialmente dedicadas a que comprendamos qué es y cuáles son sus implicaciones:
Los intérpretes seráficos de la ciudadanía cósmica guían a los nuevos ciudadanos de las capitales de los sistemas y estimulan su apreciación de las responsabilidades del gobierno de un universo. Estos serafines también están estrechamente asociados con los Hijos Materiales en la administración de los sistemas, mientras describen la responsabilidad y la moralidad de la ciudadanía cósmica a los mortales materiales de los mundos habitados. LU 39:4.9
Pero no tenemos que esperar a llegar a la capital de nuestro sistema para empezar a ser conscientes de nuestra ciudadanía cósmica. Como hemos visto anteriormente, el estar dotados de personalidad nos da la dignidad de ciudadanos cósmicos, y podemos cultivar esa dignidad desde ya mismo. En el libro los reveladores nos hacen una observación muy esclarecedora cuando hablan del nuevo papel de la religión (de la verdadera religión) dentro de la institución del matrimonio y el hogar:
- El nuevo papel de la religión - la enseñanza de que la experiencia parental es esencial, la idea de procrear ciudadanos cósmicos, la comprensión más amplia del privilegio de la procreación - dar hijos al Padre. LU 84:7.4
Como padres y madres, hemos de educar a nuestros hijos para que sean ciudadanos cósmicos, hijos todos del mismo Dios amoroso y por tanto unidos por lazos de fraternidad. ¡Qué empresa y qué privilegio tan grande es el de dar hijos al Padre que compartan la ciudadanía cósmica con nosotros!
La fraternidad no es todavía una realidad, aún seguimos en mayor o menor medida aferrados a la idea de «los nuestros» frente a «los otros», pero tarde o temprano se alcanzará, gracias a la ciencia, a la filosofía y sobre todo a la religión.
La interdependencia económica y la hermandad social conducirán finalmente a la fraternidad. El hombre es un soñador por naturaleza, pero la ciencia lo está aleccionando, de manera que la religión podrá pronto activarlo con mucho menos peligro de precipitar unas reacciones fanáticas. Las necesidades económicas atan al hombre a la realidad, y la experiencia religiosa personal conduce a este mismo hombre a enfrentarse con las realidades eternas de una ciudadanía cósmica en constante expansión y progreso. LU 99:7.5
Ciencia, filosofía y religión, juntas e integradas, nos alejarán de todo fanatismo y fantasía de exclusividad y de sentirnos superiores como parte de un pueblo o humanidad para llevarnos a la conclusión de que todos formamos parte de una gran familia cósmica: la familia de Dios, y de que el universo es nuestro hogar. No somos islas de personalidad, sino que formamos una tupida red de criaturas que viven y sirven a la mayor gloria de Dios.
La religión cura eficazmente el sentimiento humano de aislamiento idealista o de soledad espiritual; concede al creyente el derecho de hijo de Dios, de ciudadano de un universo nuevo y significativo. La religión le asegura al hombre que, cuando sigue el destello de rectitud discernible en su alma, se identifica de este modo con el plan del Infinito y el objetivo del Eterno. Un alma así liberada empieza a sentirse inmediatamente como en su casa en este nuevo universo, su universo. LU 101:10.7
Cuando nos identificamos con el plan de Dios, con el mandato divino de progresar continuamente en perfección, es inevitable que nuestros horizontes y nuestra visión interior se amplíen: nos liberamos de todos aquellos prejuicios e ideas preconcebidas que empequeñecen nuestra alma y pasamos a ser ciudadanos del universo.
Sabemos que estamos de paso en este mundo: nos quedan muchas moradas del universo en las que habitar y en las que aprender cosas que hoy día no podemos imaginar. En todas ellas conoceremos a muchos seres distintos a nosotros en mayor o menor grado, seres a los que amaremos como son pues ellos también son ciudadanos del cosmos e hijos del mismo Dios amoroso.
Pero estas no son las únicas implicaciones de la ciudadanía cósmica, que algún día hemos de aceptar alegremente y actuar en consecuencia. Veamos lo que nos dicen los reveladores en el documento 110 a propósito de cómo armonizar cada vez más con nuestro Ajustador:
- Aceptando alegremente la ciudadanía cósmica - el reconocimiento honrado de vuestras obligaciones progresivas hacia el Ser Supremo, la conciencia de la interdependencia del hombre evolutivo y de la Deidad en evolución. Es el nacimiento de la moralidad cósmica y la comprensión naciente del deber universal. LU 110:3.10
Porque ser ciudadanos cósmicos implica tener una responsabilidad frente al Supremo. No somos solo individuos aislados que deban preocuparse de su propio crecimiento y perfeccionamiento personal, sino que también debemos ser conscientes de que nuestro crecimiento y perfeccionamiento redunda en beneficio del Supremo por cuanto contribuye a su compleción y a que se vayan haciendo realidad (se vayan actualizando) los potenciales del nivel finito. Los seres humanos y la Deidad somos interdependientes en el Ser Supremo. Todos remamos en el mismo barco y en la misma dirección (aunque podamos tomar caminos distintos), somos actores valiosos de esta empresa que es la perfección del nivel finito, en el que como mortales del tiempo y el espacio estamos inmersos y en el que seguimos el mandato divino de «Sed perfectos como yo soy perfecto».
Este es el proceso en el que toda la creación finita está inmersa ahora mismo: el perfeccionamiento, el agotamiento de los potenciales finitos para llegar a la perfección del nivel finito de la existencia, ese momento en el que el Ser Supremo esté por fin completo y pueda comenzar otro acto de la gran obra de teatro de la Creación: el perfeccionamiento en el nivel absonito.
El perfeccionamiento en el nivel finito nos lleva por un largo viaje por el gran universo hasta el Paraíso. Tener la certeza de que nos embarcaremos en ese viaje es parte de ser conscientes de que somos ciudadanos del cosmos:
Reconocer la omnipotencia de la Deidad es gozar de la seguridad en vuestra experiencia de la ciudadanía cósmica, es poseer la certeza de la seguridad en el largo viaje hacia el Paraíso… LU 118:6.8
¡Fijaos bien en el recorrido que hemos hecho como seres humanos y como humanidad! Como humanidad, hemos pasado de la familia a los clanes, de ahí a las tribus y los pueblos, después a los Estados modernos y a la consciencia de pertenecer a una determinada organización territorial y cultural. Todavía no hemos alcanzado la consciencia planetaria (al menos, no todos los humanos del planeta), y mucho menos la consciencia cósmica, aunque también los reveladores nos dicen que los miembros del cuerpo de reserva del destino (que en la época en que se revelaron los documentos eran «más de mil mortales») son «ciudadanos conscientes del universo… cuya perspicacia de la ciudadanía cósmica trasciende de lejos la esfera de su residencia terrestre» LU 114:7.13
En este proceso de expansión de la consciencia que incluye cada vez más «otros» en el «nosotros», vemos que al principio solo intervienen consideraciones puramente materiales o biológicas (el individuo, la familia biológica, el clan, la tribu), para después incluir consideraciones éticas (el pueblo, el Estado, el planeta). Pero solo la visión religiosa, esa comprensión de que somos hijos de Dios y por tanto hermanos, nos lleva a la fraternidad basada en valores sólidos y al acceso a la ciudadanía y a la consciencia cósmica: que somos ciudadanos del universo y todos los hijos de Dios de cualquier parte de la creación son nuestros hermanos y compañeros en nuestro camino ascendente al Paraíso.
En cuanto al ámbito individual, mucho podemos hacer para ampliar nuestra consciencia y alcanzar no ya la consciencia planetaria sino la consciencia cósmica. En ello es importante ser conscientes de nuestra filiación divina por un lado, y de nuestra interdependencia con la Deidad del Ser Supremo en evolución por otro. Conforme vayamos progresando espiritualmente, más se expandirán nuestros horizontes y más capaces seremos de ver el panorama completo y de obrar en consecuencia.
¡Vayamos, pues, hacia la consciencia cósmica!
Muchas gracias por vuestra atención.