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XX Encuentro de lectores de El libro de Urantia en España
Toledo, 28 de junio de 2024
El desarrollo de las tecnologías ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años, pero ¿está el ser humano a la altura de los cambios que está produciendo su uso generalizado en todos los ámbitos? Hay estudios que dicen que el progreso de la mente humana ha sido lineal, mientras que la tecnología ha experimentado un avance exponencial. Frente a esta situación, ¿qué puede ofrecer El libro de Urantia como manual de instrucciones para navegar por estos tiempos de desarrollo acelerado, en el que nos estamos cuestionando incluso las fronteras del ser humano?
En esta breve presentación, veremos lo que nos dice El libro de Urantia respecto a los desafíos de la sociedad moderna (teniendo en cuenta que su contenido va camino de cumplir cien años), mencionando antes cuáles han sido los avances tecnológicos más destacados de los últimos años. Por último, os plantearé unas preguntas sobre las que trabajar en grupo y debatir entre todos.
Internet ha sido uno de los grandes transformadores de las sociedades del planeta del siglo XXI. Durante un tiempo estuvo circunscrito a los ordenadores conectados entre sí mediante redes informáticas, pero dio un salto a todos los ámbitos con el llamado «Internet de las Cosas» (o IoT, Internet of Things).
El IoT se define como la red de dispositivos físicos que están conectados entre sí y con Internet, que permite recopilar y compartir datos. Tiene muchísimos ámbitos de aplicación, desde el hogar hasta la industria e incluso la agricultura.
Esta extensión de Internet a ámbitos que no estaban conectados ha traído beneficios, entre los que están una mayor eficiencia, comodidad, productividad, innovación y mejora de la calidad de vida. Pero, como con toda tecnología, también tiene su lado más oscuro si se aplica sin un mínimo de criterios éticos: toda la información que nos proporciona el IoT puede menoscabar la seguridad y privacidad de las personas, aparte de suponer un gran impacto ambiental por el consumo de energía asociado.
Una Inteligencia Artificial (IA) es un sistema capaz de realizar tareas que, cuando son realizadas por seres humanos, requieren inteligencia. A diferencia de los programas informáticos tradicionales, las IA aprenden a partir de los datos que se les suministran, junto con una serie de algoritmos que permiten reconocer patrones y reglas para resolver problemas complejos.
La IA tiene usos muy beneficiosos, relacionados con su gran capacidad de analizar grandes volúmenes de datos con rapidez y su disponibilidad permanente. Pero también presentan sus desafíos, relacionados con su alto coste y consumo energético, sus barreras tecnológicas y su gran dependencia de la calidad y diversidad de los datos con las que se alimentan.
Todos los avances tecnológicos que estamos experimentando en este siglo están llevando a muchos intelectuales a plantearse qué es en realidad ser humano, dónde está la línea que separa hombre y máquina y si existe la posibilidad de crear una especie de hombre 2.0. En ello está el transhumanismo, un movimiento intelectual y cultural que busca mejorar y transformar la condición humana a través de la aplicación ética y responsable (al menos en teoría) de la tecnología.
Hace años que estamos viendo que es posible mejorar la salud y la calidad de vida gracias a implantes, terapias genéticas, tecnologías de regeneración de tejidos, prótesis, etc. Pero, una vez más, el transhumanismo viene acompañado de críticas y desafíos legítimos, que pueden llevar a acentuar las desigualdades sociales, que pueden redefinir lo que es nuestra identidad como seres humanos y que plantean cuestiones éticas y de seguridad que no podemos ignorar.
Aunque en el libro no se menciona la palabra «tecnología» ni una sola vez (algo comprensible, pues cuando se revelaron los documentos todavía no existía tal como la conocemos ahora), sí que se habla de máquinas, de la industria (que era lo más avanzado de la época por entonces) y, lo que es muy interesante, de los desafíos de los tiempos modernos. De todas esas referencias podemos extraer ideas y enseñanzas muy valiosas para afrontar los desafíos que la tecnología plantea a las sociedades humanas en general y a cada ser humano en particular.
En el documento 71, que trata sobre el desarrollo del Estado, nos dicen que, entre otras cosas, la evolución del Estado conlleva progresar en distintos niveles, siendo uno de ellos «la eliminación de la esclavitud del trabajo duro mediante la invención de máquinas y su posterior control en la edad de las máquinas». LU 71:8.11. Esta afirmación es particularmente interesante, pues nos reafirma en que las máquinas liberan a las personas del trabajo duro y pesado, pero también implica que hemos de ejercer algún tipo de control sobre ellas.
En el documento 81, «El desarrollo de la civilización moderna», aparecen estas esclarecedoras afirmaciones respecto a las máquinas:
… El progreso de la civilización está relacionado directamente con el desarrollo y la posesión de herramientas, máquinas y canales de distribución. Herramientas mejores, máquinas más ingeniosas y eficientes, determinan la supervivencia de los grupos contrincantes en la arena de la civilización que progresa.LU 81:6.20
En los primeros tiempos la única energía aplicada al cultivo de la tierra era la fuerza humana. La sustitución de los hombres por bueyes solo se impuso tras largos conflictos porque generaba desempleo. Últimamente las máquinas han empezado a desplazar al hombre, y cada uno de esos avances contribuye directamente al progreso de la sociedad al liberar la energía humana para la realización de tareas más valiosas. LU 81:6.21
En unos tiempos en los que se está afirmando que las IA pueden llevar a la desaparición de empleos, no deja de ser relevante lo que nos dicen los reveladores en estos dos párrafos anteriormente mencionados. A lo largo de toda la historia humana, pero en mayor medida a partir del siglo XIX con la revolución industrial, han sido muchos los cambios que se han producido en cuanto al tipo de trabajo que las personas han llevado a cabo; cambios que han obligado a las personas a reinventarse y que han supuesto que surjan otros tipos de trabajo distintos, más creativos y menos extenuantes.
No obstante, los reveladores también afirman que «el paso violento de una edad de milagros a una edad de máquinas ha demostrado ser muy perturbador para el hombre» LU 195:6.6. Y es evidente que esa transición ha llevado el péndulo de la humanidad de un extremo al opuesto: de creer en los milagros y en los omnipresentes actos divinos a negar a Dios y ensalzar la ciencia y las máquinas como fuente de sentido y como herramientas de un futuro en el que la religión no tiene cabida, pues se incluye dentro del mismo cajón que los milagros, la magia y la superstición.
Esa sublevación secular de la que nos habla el libro llevó a una asombrosa creatividad de la industria y a un progreso material sin precedentes de la civilización occidental, pero fue muy lejos y perdió de vista a Dios y la verdadera religión, llevando a guerras mundiales y a la inestabilidad internacional que todavía hoy padecemos LU 195:8.7. «La secularización completa de la ciencia, la educación, la industria y la sociedad solo puede conducir al desastre» LU 195:8.13, no tenemos más que echar la vista atrás para ver cuál ha sido la «funesta cosecha del materialismo y el secularismo», y desafortunadamente no estamos libres todavía de destrucciones mayores.
El libro de Urantia rebate de manera muy clara y explícita los fundamentos de ese mecanicismo que hoy todavía impera, con esa fe ciega en que la ciencia resolverá todos nuestros problemas, incluidos los que quedan fuera de su ámbito y ese postulado de que somos máquinas vivientes con un cerebro más desarrollado que el resto de las especies del planeta, pero sin nada más que nos asegure la trascendencia como humanos.
Este párrafo de la sección 7 del documento 195 es para mí la respuesta a todo lo que se está debatiendo sobre si las IA pueden llegar a tomar consciencia de sí mismas y si pueden superar a los seres humanos dominando el mundo:
La propia afirmación del materialismo implica que la mente que se atreve a reivindicar esos dogmas tiene una consciencia supramaterial. Un mecanismo se puede deteriorar pero nunca puede progresar. Las máquinas no piensan, ni crean, ni sueñan, ni aspiran a nada, ni idealizan ni tienen hambre de verdad o sed de rectitud. No motivan sus vidas con la pasión de servir a otras máquinas y elegir como meta de su progreso eterno la sublime tarea de encontrar a Dios y esforzarse en ser como él. Las máquinas no son nunca intelectuales, emocionales, estéticas, éticas, morales ni espirituales. LU 195:7.14
El desarrollo industrial (y por extensión, el tecnológico) ha tenido y tiene sin duda aspectos positivos. Los reveladores nos dicen que «gracias al capital y a los inventos, la presente generación goza de mayor grado de libertad que ninguna de sus predecesoras en el planeta» LU 69:5.15. También que «gracias a la industria y la manufactura, el hombre está aumentando gradualmente el contenido placentero de su vida mortal» LU 81:5.2. Pero el desarrollo industrial y tecnológico no está exento de peligros: también nos dicen que un exceso de especialización de los trabajos humanos «acabarán por debilitar y desintegrar la sociedad humana si no se desarrollan medios efectivos de coordinación y cooperación» LU 81:6.30.
¿Y cuál ha sido el papel de la religión en las actividades industriales y el desarrollo económico? En el documento 92, nos dicen que «la religión ha obstaculizado las actividades industriales y el desarrollo económico», pero como contrapartida también ha mantenido «иna ética cultural, una moral civilizada y una coherencia social e hizo posible que la religión revelada posterior compensara sus muchas deficiencias evolutivas» LU 92:3.7. Conviene tener esto en cuenta a la hora de pensar en contrapesos a un desarrollo tecnológico que no tenga una base no ya religiosa, sino simplemente ética. Y recordemos que, como se nos dice en el documento 99: «Las personas religiosas deben actuar en la sociedad, en la industria y en la política como individuos, no como grupos, partidos o instituciones» LU 99:2.3.
Entonces, ¿qué podemos hacer para reconstruir la sociedad y llevarla por el camino del crecimiento espiritual? ¿Qué podemos hacer para que el desarrollo tecnológico no se nos vaya de las manos y pueda encauzarse para que toda la humanidad se vea beneficiada de sus avances?
En el documento 92 nos dicen que «el hombre moderno se enfrenta a la tarea de hacer en una generación más reajustes de los valores humanos de los que se han hecho en dos mil años» LU 92:7.14. Vivimos tiempos acelerados; hoy disfrutamos de una tecnología que hace apenas un par de décadas parecía estar solo en la cienciaficción. Todo esto indudablemente nos lleva a tener que adaptarnos rápidamente a cambios también muy rápidos que condicionan nuestra manera de vivir en sociedad con los demás. Sin duda esta aceleración forma parte de la famosa afirmación de los reveladores de que «Urantia se estremece ahora al borde mismo de una de sus épocas más asombrosas y apasionantes de reajuste social, reavivamiento moral e iluminación espiritual» LU 195:9.2.
En el documento 99 hay un párrafo en el que se incide en la importancia de la religión (o, mejor dicho, del vivir religioso) para responder a las preguntas anteriores:
La ciencia política debe llevar a cabo la reconstrucción de la economía y la industria mediante las técnicas que aprende de las ciencias sociales y mediante las percepciones y motivaciones que aporta el vivir religioso. En toda reconstrucción social la lealtad de la religión a un fin trascendente es un factor de estabilidad, una meta equilibrante más allá y por encima del objetivo inmediato y temporal. En medio de la confusión generada por los rápidos cambios de su entorno el hombre mortal necesita el sustento de una amplia perspectiva cósmica. LU 99:7.2
Además, la auténtica fe espiritual «contribuye a la supervivencia permanente del altruismo a pesar del egoísmo humano, los antagonismos sociales, la codicia industrial y los desajustes políticos» LU 101:3.14.
Permitidme hacer referencia a este párrafo del documento 118, que me parece que ofrece la mejor manera de enfrentarse a los desafíos que el desarrollo tecnológico nos está planteando:
A medida que el hombre se sacude los grilletes del miedo, a medida que tiende puentes entre los continentes y los océanos con sus máquinas, y entre las generaciones y los siglos con sus anales, debe sustituir cada barrera de contención que trasciende por una barrera nueva, voluntariamente asumida conforme a los dictados morales de su creciente sabiduría humana. Estas contenciones autoimpuestas son a la vez los más poderosos y los más endebles de todos los factores de la civilización humana: los conceptos de justicia y los ideales de hermandad. El hombre se contiene hasta el punto de revestirse de misericordia cuando se atreve a amar a sus semejantes y sienta las bases de la hermandad espiritual cuando elige tratarlos como se trataría a sí mismo, incluso como piensa que Dios los trataría. LU 118:8.10
Ya tenemos «una revelación nueva y más plena de la religión de Jesús que está destinada a conquistar el imperio del secularismo materialista y derrocar el dominio mundial del naturalismo mecanicista» LU 195:9.2. Tan solo hay que echar una mirada a sus páginas e interiorizar las recetas que podemos leer en ellas.
La religión de Jesús domina y transforma en verdad a sus creyentes ya que les exige que dediquen su vida a intentar conocer la voluntad del Padre del cielo y les pide que consagren las energías del vivir al servicio desinteresado de la hermandad de los hombres. LU 195:9.6
Por todo lo expuesto anteriormente, y teniendo en cuenta que «el gran desafío del hombre moderno consiste en conseguir una mejor comunicación con el Monitor divino que mora en la mente humana» LU 196:3.34, una cosa parece clara: el futuro o será religioso, o no será.