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Jesús de Nazaret, el Maestro de maestros, cambió de manera indiscutible la historia de nuestro planeta tras su corta vida en Urantia. A pesar de que no vino a cambiar el orden social de nuestro mundo (no fue un revolucionario, en el sentido en el que se entiende normalmente este término), sus enseñanzas tal como fueron transmitidas por el cristianismo han dado esperanza y han mejorado la vida de miles de millones de personas a lo largo de los últimos dos mil años.
A la luz de las enseñanzas de El libro de Urantia, encontramos a un Jesús más cercano e incluso más poderoso que el que aparece en los evangelios. hay un aspecto de su vida en el que normalmente no suele hacerse hincapié, y es justamente el de su actitud hacia las mujeres. Pues justamente fue uno de los aspectos que supusieron todo un desafío para las normas y convenciones sociales de la Palestina del siglo I.
Así que, en esta presentación, vamos a abordar esta interesante faceta del Maestro. En primer lugar, veremos cómo se comportó con las mujeres de su propia familia y, en segundo lugar, cuál fue su actitud ante las mujeres en general.
Respecto a su familia, es digno de destacar el hecho de que Jesús procurara a sus hermanas la misma educación que a sus hermanos. Y, puesto que la sociedad no lo contemplaba, él mismo se encargó de procurarla:
«Habitualmente, las muchachas de las familias judías recibían poca educación, pero Jesús sostenía (y su madre estaba de acuerdo) que las chicas tenían que ir a la escuela lo mismo que los varones, y puesto que la escuela de la sinagoga no las admitiría, lo único que se podía hacer era habilitar una escuela en casa especialmente para ellas.» (1396.2) LU 127:1.5
Como vemos, Jesús siempre empleaba una actitud proactiva. Si creía que había que hacer algo y la sociedad no proporcionaba los medios necesarios, él mismo lo hacía.
La relación con su madre, por otro lado, era ejemplar. Si hubo problemas en el trato con su madre, se debió al empeño de María en considerar a su hijo como el Mesías judío, libertador de Israel. Esta interpretación errónea de su misión en la Tierra provocó a Jesús mucho sufrimiento y sinsabores. ¡María era todo un carácter!
Sin abandonar todavía a las mujeres de su familia, no puedo olvidarme de Ruth, su hermana pequeña, pues fue una figura importante en la vida de Jesús. Fue prácticamente el único miembro de su familia que no se alejó de él, incluso en los momentos de mayor distanciamiento y en los que los malentendidos y la incomprensión dañaron la relación con el resto de su familia. Para Ruth, que nació cuando su padre, José, hacía meses que había fallecido, Jesús fue un hermano-padre.
También es digno de mencionar el episodio con Rebeca, la muchacha que se enamoró de Jesús cuando él todavía vivía en Nazaret, sobre todo la exquisitez con la que el Maestro manejó el asunto para disuadir a Rebeca de la intención de ser su pareja. Rebeca fue una gran mujer, y sin duda hubiera sido una esposa estupenda para Jesús, pero este no podía dejar descendencia humana en el planeta y en aquella época no había métodos anticonceptivos fiables que pudieran evitar un embarazo no deseado.
Hay un episodio de los “años perdidos” de Jesús que siempre me ha emocionado especialmente, y que quiero mencionar aquí pues está relacionado con el tema que nos ocupa.
Al regreso de un viaje que hizo a Roma, previo a su época de predicación pública, Jesús fue testigo de un incidente en el que un hombre estaba maltratando a su esposa. Este incidente es un claro ejemplo de la manera excepcional en que Jesús manejó una situación injusta (una agresión) para darle la vuelta y transformarla en una reconciliación. Pero también nos da indicaciones sobre lo que debería ser una relación de pareja hombre-mujer y el papel que desempeña cada uno en esa asociación. Os incluyo aquí las palabras finales de Jesús al hombre, que finalmente se conmovió con las palabras de Jesús y cambió radicalmente su actitud:
«Hermano mío, recuerda siempre que el hombre no tiene ninguna autoridad legítima sobre la mujer, a menos que la mujer le haya dado de buena gana y voluntariamente esa autoridad. Tu esposa se ha comprometido a atravesar la vida contigo, a ayudarte en las luchas que comporta y a asumir la mayor parte de la carga consistente en dar a luz y criar a tus hijos; a cambio de este servicio especial, es simplemente equitativo que reciba de ti esa protección especial que el hombre puede dar a la mujer como a la compañera que tiene que llevar dentro de sí, dar a luz y alimentar a los hijos. La consideración y los cuidados afectuosos que un hombre está dispuesto a conceder a su esposa y a sus hijos, indican la medida en que ese hombre ha alcanzado los niveles superiores de la conciencia espiritual y creativa. ¿No sabes que los hombres y las mujeres están asociados con Dios, en el sentido de que cooperan para crear seres que crecen hasta poseer el potencial de almas inmortales? (…) Es parecerse a Dios compartir tu vida y todo lo relacionado con ella en términos de igualdad con la compañera y madre que comparte contigo tan plenamente esa experiencia divina de reproduciros en las vidas de vuestros hijos.» LU 133:2.1-3
A lo largo de toda su vida pública, Jesús de Nazaret predicó que hombres y mujeres eran iguales ante los ojos de Dios. Dadas las condiciones socioeconómicas de la época en que vivió, esa era una afirmación revolucionaria.
«Antes de las enseñanzas de Jesús, (…) las mujeres tenían poca o ninguna posición espiritual en los credos de las religiones más antiguas. Después (…), la mujer se encontró ante Dios, en la fraternidad del reino, en igualdad de condiciones que el hombre (…) Los hombres ya no pueden atreverse a monopolizar el ministerio del servicio religioso. Los fariseos podían continuar dando gracias a Dios por «no haber nacido mujer, ni leproso, ni gentil», pero entre los seguidores de Jesús, las mujeres han sido liberadas para siempre de toda discriminación religiosa basada en el sexo…» LU 194:3.14
He aquí, por ejemplo, la actitud de Jesús respecto al divorcio, tal como se practicaba entre los judíos de aquella época:
Jesús (…) nunca aprobó una práctica de divorcio que proporcionara al hombre alguna ventaja sobre la mujer; el Maestro sólo apoyaba aquellas enseñanzas que concedían a las mujeres la igualdad con los hombres. LU 167:5.4
Puesto que hombres y mujeres tenían el mismo derecho a entrar en el reino, organizó un cuerpo de instructoras que se dedicara a predicar la buena nueva entre las mujeres.
«El rasgo más sorprendente y más revolucionario (…) fue su actitud hacia las mujeres. En una época y en una generación en las que se suponía que un hombre no podía saludar en un lugar público ni siquiera a su propia esposa, Jesús se atrevió a llevar consigo a mujeres como instructoras del evangelio durante su tercera gira por Galilea. Y tuvo el valor consumado de hacerlo a pesar de la enseñanza rabínica que proclamaba que «era mejor quemar las palabras de la ley antes que entregárselas a las mujeres.» » LU 149:2.8
Jesús creó un cuerpo de mujeres discípulas, y eso supuso una ruptura importante con las costumbres judías de la época, tremendamente injustas con las mujeres.
«En una época como ésta, en la que ni siquiera se permitía a las mujeres permanecer en el piso principal de la sinagoga (estaban confinadas a la galería de las mujeres), era más que sorprendente observar que se las reconocía como instructoras autorizadas del nuevo evangelio del reino. El encargo que Jesús confió a estas diez mujeres, al seleccionarlas para la enseñanza y el ministerio del evangelio, fue la proclamación de emancipación que liberaba a todas las mujeres para todos los tiempos; los hombres ya no debían considerar a las mujeres como espiritualmente inferiores a ellos. Fue una auténtica conmoción, incluso para los doce apóstoles. A pesar de que habían escuchado muchas veces decir al Maestro que «en el reino de los cielos no hay ni ricos ni pobres, ni libres ni esclavos, ni hombres ni mujeres, sino que todos son igualmente los hijos e hijas de Dios», se quedaron literalmente pasmados cuando Jesús propuso autorizar formalmente a estas diez mujeres como instructoras religiosas, e incluso permitirles que viajaran con ellos. Todo el país se conmovió por esta manera de proceder, y los enemigos de Jesús sacaron un gran provecho de esta decisión; pero por todas partes, las mujeres que creían en la buena nueva respaldaron firmemente a sus hermanas escogidas, y expresaron su más plena aprobación a este reconocimiento tardío del lugar de la mujer en el trabajo religioso.» LU 150:1.3
Es una pena que, a pesar de que Jesús predicó que hombres y mujeres tenían los mismos derechos, sus seguidores hayan olvidado e incluso tergiversado esas ideas.
«En una sola generación, Jesús sacó a las mujeres del olvido irrespetuoso y de las faenas serviles de todos los siglos anteriores. Y es algo vergonzoso para la religión que se atrevió a llevar el nombre de Jesús que le haya faltado el valor moral de seguir este noble ejemplo en su actitud posterior hacia las mujeres.» LU 149:2.9
«La condición de la mujer en Palestina mejoró mucho gracias a las enseñanzas de Jesús; y lo mismo hubiera sucedido en todo el mundo si sus seguidores no se hubieran alejado tanto de lo que el Maestro se había esmerado en enseñarles.» LU 167:6.4
Un claro ejemplo es Pablo de Tarso, el verdadero ideólogo del cristianismo, que menospreciaba claramente a las mujeres. Entre otras cosas, esto es lo que se dice en El libro de Urantia al respecto:
Inmediatamente después de la partida del Maestro, los apóstoles pusieron en práctica esta liberación de las mujeres, otorgándoles el debido reconocimiento, pero las generaciones posteriores volvieron a caer en las antiguas costumbres. Durante los primeros tiempos de la iglesia cristiana, las mujeres instructoras y ministras fueron llamadas diaconisas, y se les concedió un reconocimiento general. Pero Pablo, a pesar del hecho de que admitía todo esto en teoría, nunca lo incorporó realmente en su propia actitud y le resultó personalmente difícil ponerlo en práctica. LU 150:1.3
«Era muy natural que el culto de la renuncia y la humillación prestara atención a las satisfacciones sexuales (…) Pero este culto condujo a Pablo a menospreciar a las mujeres. La pena de todo esto es que sus opiniones personales han influido durante mucho tiempo sobre las enseñanzas de una gran religión mundial. Si los consejos de este instructor y fabricante de tiendas fueran obedecidos de manera literal y universal, la raza humana llegaría a un fin repentino e ignominioso. Además, la relación de una religión con el antiguo culto de la continencia conduce directamente a una guerra contra el matrimonio y el hogar, que son los verdaderos fundamentos de la sociedad y las instituciones básicas del progreso humano. No es de extrañar que todas estas creencias favorecieran la formación de cleros célibes en las diversas religiones de distintos pueblos.» LU 89:3.6
Así, el cristianismo desaprovechó la oportunidad de mejorar la situación de la mujer, que a lo largo de los siglos no logró quitarse de encima el estigma de pecadora que Eva, la primera mujer, le había impuesto con el pecado original. Y a pesar de que en los inicios del cristianismo había diaconisas que oficiaban servicios religiosos, fueron apartadas y relegadas al ámbito monacal. Una situación que, desde luego, se aleja mucho de las enseñanzas originales de Jesús de Nazaret. Y en el resto de religiones del mundo, por desgracia, la situación no es mejor. Las mujeres siguen estando sometidas en gran parte del mundo a la tiranía impuesta por las tradiciones y las religiones.
Realmente, el mundo (y, por supuesto, las mujeres) necesita saber cuál fue la actitud de Jesús hacia las mujeres. Una actitud que está en perfecta armonía con la dualidad presente en muchos órdenes de seres celestiales, como por ejemplo los ángeles, los Hijos Materiales y las parejas Hijo Creador - Ministra Divina, por poner algunos ejemplos.
Es una pena que, puesto que las religiones monoteístas siguen siendo tan influyentes hoy día, no se hayan preocupado lo suficiente en combatir la injusticia de la discriminación de sexos. Y no solo eso, sino que han hecho que la brecha entre hombres y mujeres sea aún mayor
En occidente, la mujer ha tenido un ascenso difícil debido a las doctrinas paulinas que se enlazaron con el cristianismo, aunque el cristianismo hizo progresar las costumbres imponiendo a los hombres unas obligaciones sexuales más rigurosas. El estado de la mujer es poco menos que desesperado ante la degradación especial que sufre en el mahometismo, y le va aún peor bajo las enseñanzas de otras diversas religiones orientales. LU 84:5.6
En mi opinión, poca ayuda podemos esperar las mujeres de las religiones institucionalizadas. La religión como experiencia personal con Dios, la religión de Jesús, es la única que nos puede transformar a nosotros mismos y, por extensión, a la sociedad en la que vivimos. Pues esta religión tiene dos corolarios muy importantes que deben aplicarse a nuestra vida diaria, si es que somos consecuentes con lo que afirmamos profesar:
Por lo tanto nosotros, como lectores comprometidos con la quinta revelación de época, tenemos que llevar a la práctica la religión personal, la religión de Jesús, con el fin de que nuestro planeta salga de la barbarie en el que se ve sumido y que lleva a que hombres y mujeres se sigan viendo como antagónicos. El paso a una nueva era depende de que esa discriminación termine de una vez por todas.