© 2020 Olga López
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Uno de los términos que necesita ser redefinido más que nunca en estos tiempos es el de religión, entendida como experiencia personal con Dios. La religión tal como se describe en El libro de Urantia contiene una nueva definición de religión que está hecha para ser vivida, pues trata de vivir nuestra relación con Dios de manera personal e intransferible. Este nuevo concepto de religión marca una gran diferencia y nos desafía a experimentar una nueva manera de progresar y de ser mejores de lo que somos.
En mi presentación, tomaré como base cuatro documentos que me parecen fundamentales para comprender mejor este nuevo concepto de religión:
¿Qué es lo que fomenta el crecimiento religioso en las personas? La respuesta a esta pregunta queda bien resumida en este párrafo del documento 100:
El terreno fundamental para el crecimiento religioso presupone una vida progresiva de autorrealización, la coordinación de las tendencias naturales, el ejercicio de la curiosidad y el placer de las aventuras razonables, el experimentar sentimientos de satisfacción, el funcionamiento del miedo para estimular la atención y la conciencia, la atracción de lo maravilloso, y una conciencia normal de nuestra pequeñez, la humildad. El crecimiento también está basado en el descubrimiento del yo, acompañado de autocrítica — de conciencia — pues la conciencia es realmente la crítica de uno mismo por nuestra propia escala de valores, los ideales personales. LU 100:1.5
Luego tenemos que todo esto fomenta que se desarrolle en nosotros la religión personal:
La religión (tal como se entiende en El libro de Urantia) es una experiencia personal con Dios que «no se puede dar, recibir, prestar, aprender o perder» (LU 100:1.7). Si os fijáis, todos esos verbos implican una acción en la que interviene una segunda persona, pero no hay nada ahí fuera que nos haga ser religiosos si no hay algo en nuestro interior que nos empuje a ello. Incluso el Padre, el objeto de nuestra adoración, reside en nuestro interior como Ajustador del Pensamiento.
Para los «escépticos» de la religión, para los que esta surge de la necesidad de creer en algo y de los sentimientos que esa necesidad genera, los reveladores nos dicen que son nuestros pensamientos, y no los sentimientos, los que nos llevan hacia Dios. Pensamientos sobre los que operan el Ajustador y el Espíritu de la Verdad con el fin de espiritualizarnos cada vez un poco más mediante la fe y la perspicacia.
Se nos dice que la religión no se puede aprender, pero por otro lado afirman que podemos «desarrollar unas predisposiciones religiosas para reaccionar favorablemente a los estímulos espirituales, una especie de reflejo espiritual condicionado». De alguna manera podemos crear respuestas condicionadas a los estímulos espirituales.
¿Y cuáles son los hábitos que fomentan el crecimiento religioso? Aquí se expresan muy claramente:
… Los hábitos que favorecen el crecimiento religioso engloban: el cultivo de la sensibilidad a los valores divinos, el reconocimiento de la vida religiosa de los demás, la meditación reflexiva sobre los significados cósmicos, la solución de los problemas utilizando la adoración, compartir vuestra vida espiritual con vuestros semejantes, evitar el egoísmo, negarse a abusar de la misericordia divina, y vivir como si se estuviera en presencia de Dios. Los factores del crecimiento religioso pueden ser intencionales, pero el crecimiento mismo es invariablemente inconsciente. (LU 100:1.8)
El desarrollo espiritual del que se habla en El libro de Urantia no trata solo sobre mantener una conexión espiritual viva con las verdaderas fuerzas espirituales, sino también sobre hacer que esa conexión sea útil para nuestros semejantes.
… La prueba del verdadero desarrollo espiritual consiste en la manifestación de una personalidad humana motivada por el amor, activada por el servicio desinteresado y dominada por la adoración sincera de los ideales de perfección de la divinidad. Toda esta experiencia constituye la realidad de la religión, en contraste con las simples creencias teológicas. (LU 100:2.2)
Aquí vemos una diferencia fundamental entre la idea «evolutiva» de la religión y la idea «revelada»: la religión es muchas cosas, pero no es creencia y el servicio a los demás forma parte integrante de ella.
En este nuevo concepto de religión, la espiritualidad tiene un papel fundamental:
La espiritualidad indica inmediatamente vuestra proximidad a Dios y la medida de vuestra utilidad para vuestros semejantes. La espiritualidad realza la aptitud para descubrir la belleza en las cosas, para reconocer la verdad en los significados y para descubrir la bondad en los valores… LU 100:2.4
Es curioso cómo esta reivindicación de la espiritualidad ha llegado por canales alejados de las religiones institucionalizadas, que quizá estén demasiado centradas en la rigidez dogmática y en el papel mediador del clero para fomentar las experiencias religiosas auténticas personales.
Conocer a Dios es nuestro salvoconducto a la seguridad del que sabe que «las únicas realidades por las que vale la pena luchar son divinas, espirituales y eternas» (LU 100:2.6). En el documento 100 se citas unas palabras de Jesús que todos deberíamos recordar de vez en cuando vemos la injusticia y el sufrimiento del mundo: «Para un creyente en el reino que conoce a Dios, ¿qué importa si todas las cosas terrenales se derrumban?» (LU 100:2.7) Lo material está destinado a perecer, por tanto no podemos confiar nuestra seguridad en las cosas materiales. En cambio el espíritu es indestructible si confiamos nuestra alma al Ajustador, el espíritu interior del Dios eterno.
Una vez conseguimos vivir según la seguridad del que conoce a Dios, no habrá adversidad, egoísmo, crueldad, odio o maldad que pueda sacudir nuestra fortaleza interior. Justo entonces es cuando podemos decir que hemos nacido del espíritu.
Los reveladores insisten mucho en relacionar religión y servicio. Veamos esta cita:
La religión no es una técnica para conseguir una paz mental estática y feliz; es un impulso destinado a organizar el alma para un servicio dinámico… (LU 100:3.1)
No sirve de nada alcanzar la paz mental si este estado no nos impulsa a servir. En los mundos del tiempo y del espacio el servicio forma parte intrínseca del progreso espiritual. El que guarda su luz para sí mismo tarde o temprano acaba dejando de brillar.
Es importante destacar aquí la diferencia entre crecimiento y progreso. Aunque nos puedan parecer iguales, los reveladores se preocupan en establecer las diferencias conceptuales entre ambos:
La asociación de los actuales con los potenciales equivale al crecimiento, a la realización experiencial de los valores. Pero el crecimiento no es el simple progreso. El progreso siempre es significativo, pero no tiene relativamente ningún valor en ausencia de crecimiento. El valor supremo de la vida humana consiste en el crecimiento de los valores, en el progreso en los significados y en la realización de la correlación cósmica entre estas dos experiencias. Una experiencia así equivale a tener conciencia de Dios. Un mortal así, aunque no es sobrenatural, se está volviendo realmente sobrehumano; un alma inmortal está evolucionando. (LU 100:3.6)
Podríamos decir entonces que el crecimiento es necesario para que el progreso tenga valor. Los valores deben crecer, los significados progresar y ambos se deben poder relacionar entre sí.
En el párrafo que viene a continuación, los reveladores nos ofrecen otra cita reveladora sobre el crecimiento:
El hombre no puede provocar el crecimiento, pero puede suministrar las condiciones favorables. El crecimiento siempre es inconsciente, ya sea físico, intelectual o espiritual. El amor crece así; no se puede crear, ni fabricar ni comprar; debe crecer. La evolución es una técnica cósmica de crecimiento. El crecimiento social no se puede conseguir por medio de la legislación, y el crecimiento moral no se obtiene mediante una administración mejor… La única contribución que el hombre puede hacer al crecimiento es la movilización de todos los poderes de su personalidad — su fe viviente. (LU 100:3.7)
El crecimiento va siempre acompañado de una tensión, una perturbación, por mínima que esta sea: «no puede existir ningún crecimiento sin conflicto psíquico y sin agitación espiritual… La lealtad hacia lo grande, lo bueno, lo verdadero y lo noble no se ejerce sin lucha» (LU 100:4.2). Y es que lo animal tira fuerte de nosotros y la pereza es un rasgo animal que nos mantiene en nuestra zona de comodidad. Pero debemos salir de ella y esforzarnos por resolver los problemas de la existencia si queremos crecer espiritualmente. Además, ese esfuerzo va acompañado de una sublime recompensa:
… El crecimiento espiritual produce una alegría duradera, una paz que sobrepasa toda comprensión. (LU 100:4.3)
En el cristianismo (y probablemente en otras religiones evolutivas también) se habla de amar a los semejantes, ¿pero cómo se llega a amar al prójimo? En el libro son muy claros cuando dicen que no podemos amarlos con un simple acto de voluntad (100:4), y a poco que nos detengamos en ello vemos que tienen razón. Para amar a alguien lo primero que debemos hacer es conocerlo. Recuerdo a propósito esta cita del documento 102: «Es literalmente cierto que ‘hay que conocer las cosas humanas para poder amarlas, pero hay que amar las cosas divinas para poder conocerlas’». (LU 102:1.1)
Esta cita nos da la clave para amar a nuestros semejantes de manera consciente y con sentido:
… Si amáis a vuestros semejantes, es porque habéis descubierto sus valores. Jesús amaba tanto a los hombres porque les atribuía un alto valor. Podéis descubrir mejor los valores de vuestros compañeros descubriendo sus motivaciones. Si alguien os irrita, os produce sentimientos de rencor, deberíais tratar de discernir con simpatía su punto de vista, las razones de su comportamiento censurable. En cuanto comprendéis a vuestro prójimo, os volvéis tolerantes, y esta tolerancia se convierte en amistad y madura en amor. (LU 100:4.4)
Esta otra cita también es clave para comprender el proceso de amar a todos los seres humanos y lo poderoso que es el amor. Un proceso no autoimpuesto como una obligación, sino como algo gozoso:
… Amar hoy a todos los hombres no es tan importante como aprender cada día a amar a un ser humano más. Si cada día o cada semana lográis comprender a uno más de vuestros compañeros, y si éste es el límite de vuestra capacidad, entonces estáis sin duda haciendo sociable y espiritualizando realmente vuestra personalidad… Si tan sólo cada mortal pudiera convertirse en un foco de afecto dinámico, este virus benigno del amor pronto impregnaría la corriente de emoción sentimental de la humanidad hasta tal punto que toda la civilización quedaría envuelta en el amor, y ésta sería la realización de la fraternidad de los hombres. (LU 100:4.6)
De esta manera interiorizamos en toda la plenitud de su significado la expresión que resume el evangelio del reino que nuestro Hijo Creador trajo a nuestro mundo cuando estuvo en él como mortal: la paternidad de Dios y la hermandad del hombre.
El despertar espiritual puede ser fruto de un proceso largo y más o menos tortuoso, o bien ser resultado de un suceso repentino. No necesariamente una forma es mejor que otra, y depende de la persona que experimenta ese despertar a las realidades trascendentes. Ahora bien, hemos de tener mucho cuidado con nuestra mente, pues nos puede jugar malas pasadas y hacernos creer que ciertas experiencias místicas son comunicaciones divinas. Nuestro Ajustador no se comunica con nosotros a través de trances, ayunos y aislamientos extremos. Todas esas cosas lo que llevan es a conectarse con el subconsciente, no con el superconsciente, que es donde reside nuestro Ajustador. Esto es, justamente nos vamos de un extremo de la mente al otro. Ni siquiera el Maestro recurrió a métodos ascéticos para comunicarse con el Padre. ¿Por qué nos iban a funcionar a nosotros?
La religión es algo más que una parte más de nuestra actividad como seres humanos: es una manera de vivir. La persona religiosa vive según unos ideales supremos, unos valores trascendentes que van más allá de su existencia puramente material, hacia la inmortalidad de su ser.
¿Significa eso que debemos vivir en aislamiento social? ¡En absoluto! La verdadera vida religiosa es la que se vive en sociedad con nuestros semejantes, pues el servicio es un componente esencial que al final aporta unas recompensas muchísimo más gratificantes que las riquezas materiales.
Jesús de Nazaret es sin duda un modelo de persona religiosa, pues él personificó como nadie el apogeo de la vida religiosa. En el documento 100 nos ofrecen una exquisita descripción de la manera tan equilibrada y auténtica en la que vivió su vida. Por resumir un poco, he aquí algunas de las características que nos señala el Melquisedec que reveló este documento:
En este mundo hay mucha confusión sobre lo que es la religión, y El libro de Urantia llegó para aclarar esta confusión y recuperar la religión DE Jesús. Vamos a ver ahora qué es y qué no es la religión, según lo que dicen los Reveladores. También compararemos la religión evolutiva con la religión revelada para descubrir lo que necesitamos para tener una experiencia religiosa y descubriremos el papel fundamental que la fe y nuestro Ajustador del Pensamiento desempeñan en nuestro destino eterno.
Hoy día la palabra «religión» está muy desprestigiada. En parte ha perdido su sentido original de religare, de conectarnos con la Fuente de todo, de los seres y del universo que habitan, y ha pasado a identificarse con las prácticas de unas religiones evolutivas hechas por el hombre, en el que se ha construido un concepto de Dios y de lo divino a imagen y semejanza de los seres humanos.
En El libro de Urantia se habla en numerosas ocasiones de religión en su sentido primigenio y auténtico de conexión con Dios y con lo divino, y nos da una definición maravillosa que podría reconciliar con la religión hasta al enemigo más enconado de las religiones, si es que tiene la amplitud de mente suficiente y es un buscador sincero de la Verdad.
Según El libro de Urantia, esto NO es religión:
Y esto SÍ es religión:
La religión da nuevos significados a hechos ya conocidos por la humanidad, y consiste en sentir la realidad de esa experiencia personal que es creer en Dios.
¿Significa esto que la religión no tiene nada que ver con la lógica y la razón? ¡En absoluto! Para el que cree, no hay nada más lógico ni razonable que considerar la existencia de un Creador y Padre de todos los seres. Eso sí, ese tipo de razones no son transmisibles como pruebas irrefutables para otras personas, pues es la fe la que nos proporciona esas certezas.
Para poder vivir la religión más plenamente no basta con la religión evolutiva, con lo que ha alcanzado la sabiduría humana: necesita de la revelación, que nos ofrece esa visión espiritual, esos puntos de vista que los seres humanos por sí solos no podrían alcanzar jamás, sin importar el tiempo que pase.
La revelación:
Puesto que El libro de Urantia es la quinta revelación de época, está claro que tiene una finalidad muy concreta, que es la de elevar espiritualmente a la humanidad. Y para ello es fundamental recuperar ese sentido primigenio de religión como conexión personal y directa con Dios y con lo divino. Necesitamos conectar de manera íntima y profunda con nuestra chispa divina para alimentar nuestra fe y progresar espiritualmente. Las religiones humanas han puesto demasiado énfasis en la parte externa: doctrina, ritos, aspectos sociales, y es preciso dirigirse al interior pues ahí es donde mora ese fragmento de Dios que nos habita. Ese que, si le dejamos, nos ayudará a convertirnos en un alma espiritualizada que vivirá eternamente.
Los reveladores nos mencionan 12 signos que demuestran que nuestra alma tiene potencial de eternidad, 12 signos que revelan que tenemos fe espiritual auténtica:
Todos estos puntos tienen su importancia, pero creo que el último incluye a todos los demás: si adoramos a Dios a pesar de todo y por encima de todo, mostramos todos los demás signos.
La religión revelada es la segunda fase de la manifestación de la religión en un mundo del tiempo y el espacio. Frente a la religión evolutiva, que procede de la mente humana, la revelación nos ofrece una visión cósmica, expande nuestros horizontes y nos muestra que la Deidad cósmica es alcanzable.
La religión evolutiva introduce a fondo en el individuo la idea del deber personal; la religión revelada hace cada vez más hincapié en el amor, en la regla de oro. LU 101:5.11
Y hay una tercera fase, para la que la religión revelada es un paso previo esencial:
La tercera etapa de la religión, o tercera fase de la experiencia religiosa, está relacionada con el estado morontial, con la comprensión más firme de la mota. Durante la progresión morontial, las verdades de la religión revelada se amplían de manera creciente; conoceréis cada vez mejor la verdad de los valores supremos, las bondades divinas, las relaciones universales, las realidades eternas y los destinos finales. LU 101:5.13
Solo en esa fase tendremos la seguridad de la pura perspicacia espiritual. Mientras tanto, seguiremos necesitando de la fe.
Para llegar a experimentar plenamente la religión personal, necesitamos elaborar nuestra propia filosofía de la religión: esto es, crear un sistema de valores basados en nuestra experiencia con Dios que den propósito a nuestra vida y que nos lleven a actuar de acuerdo con esos valores.
Nuestra filosofía personal de la religión no debe ser una teoría muerta, sino estar basada en nuestras experiencias, tanto interiores como exteriores (con el entorno). Esa filosofía tiene una gran cantidad de factores que influyen en ella:
¿Cómo desarrollamos nuestra filosofía de la religión? A partir de todos estos factores y de nuestra experiencia personal, creamos un cuerpo de valores elevados con los que vivir nuestra vida. Durante este desarrollo nos hacemos nuestra idea de Dios y de cuál es nuestra relación con Él. Así nos explican los Reveladores las fases en las que evoluciona la filosofía religiosa:
Como seres humanos, somos parte de la creación material. Vivimos plenamente inmersos en el espacio y el tiempo y por tanto pensamos siempre en términos de causas y efectos. Pero ¿qué sucede cuando intentamos concebir una Causa Primera? La naturaleza ahí no nos ofrece respuestas ni permite descubrir en ella la realidad espiritual. Tampoco la lógica y la razón revelan a quien las usa las verdades eternas, no nos permiten escapar de la incertidumbre de ser una realidad efímera que cesa en cuanto nuestro cuerpo físico muere. Solo en el sentido espiritual somos conscientes de ser hijos de Dios y de estar habitados por un fragmento divino. Si aceptamos por la fe la verdad de Dios nos liberamos de las ataduras del mundo material para abrazar la vida eterna. De ese modo ya no somos simples mortales sino seres humanos perfeccionables con potencial de ser eternos.
… estos hijos liberados por la fe se han alistado en las luchas del tiempo al lado de las fuerzas supremas y de las personalidades divinas de la eternidad; incluso las estrellas en su trayectoria combaten ahora por ellos; por fin contemplan el universo desde dentro, desde el punto de vista de Dios, y las incertidumbres del aislamiento material se transforman en las certezas de la progresión espiritual eterna. Incluso el tiempo mismo se vuelve una mera sombra de la eternidad, proyectada por las realidades del Paraíso sobre la panoplia móvil del espacio. LU 101:10.9
Se ha dicho mucho sobre la fe, ¿pero qué es exactamente? ¿Es lo mismo que creencia? ¿Es compatible con la razón y la lógica? Profundicemos ahora en lo que es la fe y cuáles son sus fundamentos, y comparemos la fe y sus certezas con otros conceptos tales como creencia, conocimiento, sabiduría y perspicacia, bajo la luz de la nueva religión que los Reveladores defienden y el ejemplo vivo de la vida y enseñanzas de Jesús.
Fe y creencia están en niveles distintos; más bien podemos decir que la fe está en un nivel superior por cuanto es la que nos empuja a vivir según los ideales más elevados que conocemos. La creencia es simplemente aceptar una enseñanza, pero si no condiciona nuestro vivir no pasa de mero asentimiento intelectual, no asciende al nivel de la fe. Además, las creencias suelen ser propiedad de grupos, pero la fe, como la religión, ha de ser personal para ser auténtica.
… La creencia fija, la fe libera. Pero la fe religiosa viviente es más que una asociación de creencias nobles; es más que un sistema elevado de filosofía; es una experiencia viviente que se interesa por los significados espirituales, los ideales divinos y los valores supremos; conoce a Dios y sirve a los hombres… LU 101:8.2
Muchos son los filósofos, teólogos y creyentes en general que han creído probar a otros la existencia de Dios. Pero ¿han logrado persuadir a alguien que no estuviera ya convencido? No hay pruebas tal como las conocemos en otro terreno que no sea la ciencia (el mundo material) y la lógica (el mundo de la razón), y justamente ahí no las vamos a encontrar. La existencia de Dios es una certidumbre espiritual y por tanto personal que no puede utilizarse para persuadir al que no cree. Y el motivo es claro: porque la religión hay que vivirla.
… El hombre que conoce a Dios no describe sus experiencias espirituales para convencer a los incrédulos, sino para la edificación y la satisfacción mutua de los creyentes. LU 1:6.6
Además, si se pudiera demostrar la existencia de Dios, ¿para qué necesitaríamos la fe?
La verdadera religión debe ser dinámica para que pueda sobrevivir. Si la religión no fuera dinámica, si estuviera encerrada en unas fórmulas rígidas e inmutables impuestas por la tradición, no nos llevaría a progresar sino que simplemente nos esclavizaría a unos dogmas y rituales vacíos de contenido.
La verdadera religión debe actuar. El comportamiento es una consecuencia de la religión cuando el hombre tiene realmente una, o más bien cuando el hombre permite que la religión lo posea verdaderamente. La religión nunca se sentirá satisfecha con unos simples pensamientos o con unos sentimientos pasivos. LU 102:2.8
Seguir unas creencias religiosas sin cuestionar nada es desde luego muy cómodo y nos evita complicaciones en innumerables ocasiones, pero a la larga nos acaba estancando y nos lleva a la idea falsa de que estamos comprando nuestra salvación siguiendo recetas tradicionales. Hacer algo porque «se ha hecho así toda la vida» o porque «me han dicho que tengo que hacerlo», aunque la acción sea objetivamente buena, no nos hace progresar espiritualmente. La acción debe surgir de un convencimiento religioso profundo.
La verdadera religión lleva a un servicio social cada vez mayor. Si la religión no lleva a dar servicio a nuestros semejantes, ¿en qué se diferencia de una mera creencia intelectual? La religión debe ser nuestro impulso para enfrentarnos a las dificultades de la vida, y también a disfrutar de ella plenamente y poner nuestra existencia en perspectiva: la perspectiva cósmica.
Los sentimientos materiales, las emociones humanas, conducen directamente a las acciones materiales, a los actos egoístas. La perspicacia religiosa, las motivaciones espirituales, conducen directamente a las acciones religiosas, a los actos desinteresados de servicio social y de generosidad altruista. LU 102:3.3
La religión revelada, la que nos ha llegado en cinco ocasiones a lo largo de la historia de la humanidad, ha hecho que nuestra idea de religión se haya ido elevando a medida que la civilización humana ha ido avanzando. La religión evolutiva, la que los seres humanos hemos creado para responder a las grandes preguntas, no puede llegar más allá que donde la lleve la mejor sabiduría humana. Las revelaciones nos han llegado justamente para transmitir unas ideas sobre lo divino que arraigan en nuestra mente, la elevan y llegan a transformarse en verdades que no hubiéramos podido alcanzar por nosotros mismos. Son semillas que fructifican en la mente y nos llevan a nuevos significados y valores.
La religión revelada es el elemento unificador de la existencia humana. La revelación unifica la historia, coordina la geología, la astronomía, la física, la química, la biología, la sociología y la psicología. La experiencia espiritual es la verdadera alma del cosmos del hombre. LU 102:4.6
Nuestra experiencia religiosa de ningún modo debe estar separada o desvinculada del resto de nuestra vida, pues eso hace que tanto nuestra vida como nuestra religión se vean dañadas. Por ese motivo nos dicen los reveladores que «el Dios de la adoración exige una fidelidad total, o ninguna». LU 102:6.1 Esto me recuerda también la famosa frase de Jesús de Nazaret, que decía: «No podéis adorar sinceramente a Dios, y al mismo tiempo servir al Dinero de todo corazón» LU 140:6.13
La fe en Dios en ningún modo ha de estar reñida con la razón, con la lógica ni con los hechos de la vida material. Es más, es deseable que esté en armonía con ellos y que la complemente.
Se puede llegar a convicciones sobre Dios a través de un sabio razonamiento, pero el individuo sólo llega a conocer a Dios por medio de la fe, a través de la experiencia personal. Hay que contar con las probabilidades en muchas cosas relacionadas con la vida, pero se puede experimentar la certeza cuando, al contactar con la realidad cósmica, uno se acerca a esos significados y valores por medio de la fe viviente. El alma que conoce a Dios se atreve a decir «yo sé», incluso cuando este conocimiento de Dios es puesto en duda por el no creyente, que niega esta certeza porque no está totalmente respaldada por la lógica intelectual. El creyente se limita a contestar a todos estos escépticos: «¿Cómo sabes que yo no sé?». LU 102:6.5
Esta última parece la respuesta perfecta para las personas materialistas que dudan de nuestra fe. ¿Cómo pueden poner en duda algo tan personal e intransferible como la fe religiosa? Pueden dudar de su fe, pero jamás de la nuestra. No es una emoción, no es un sentimiento, no es una idea: es una experiencia viva, y por ello es real.
Los hechos de la evolución no se deben utilizar en contra de la verdad de que la experiencia espiritual de la vida religiosa de un mortal que conoce a Dios es realmente una certeza. Los hombres inteligentes deberían dejar de razonar como niños e intentar utilizar la lógica coherente de los adultos (…) El materialismo científico se declara en quiebra cuando, en presencia de cada fenómeno universal recurrente, se empeña en consolidar sus objeciones habituales achacando aquello que está admitido como superior a aquello que está admitido como inferior. La coherencia exige que se reconozcan las actividades de un Creador intencional. LU 102:6.9
Debemos admitir que hay muchas personas que son buenas y afirman (al menos de puertas para fuera) que no creen en Dios. Son personas morales, pero no religiosas; la moralidad no es suficiente para producir frutos espirituales. Esta cita lo expresa muy claramente:
Es verdad que muchas características aparentemente religiosas pueden tener su origen en raíces no religiosas. Un hombre puede negar a Dios intelectualmente y, sin embargo, ser moralmente bueno, leal, filial, honrado e incluso idealista. El hombre puede injertar muchas ramas puramente humanistas en su naturaleza espiritual básica, y probar así aparentemente sus opiniones a favor de una religión sin Dios, pero esta experiencia está desprovista de valores de supervivencia, de conocimiento de Dios y de ascensión hacia Dios. En una experiencia humana de este tipo sólo se producen frutos sociales, no espirituales. El injerto determina la naturaleza del fruto, a pesar de que el alimento viviente se extraiga de las raíces de la dotación divina original tanto mental como espiritual. LU 102:7.4
Frente a los que se han quedado en el nivel material o en el nivel de la moralidad, hay una respuesta que nos reafirma en nuestra , y que se indica en esta cita de manera muy hermosa:
Si la ciencia, la filosofía o la sociología se atreven a volverse dogmáticas en su enfrentamiento con los profetas de la verdadera religión, entonces los hombres que conocen a Dios deberían replicar a ese dogmatismo injustificado con el dogmatismo más clarividente de la certeza de la experiencia espiritual personal: «Sé lo que he experimentado porque soy un hijo del YO SOY». Si la experiencia personal de una persona que tiene fe es puesta en duda por un dogma, entonces ese hijo del Padre experimentable, nacido por la fe, puede contestar con este dogma indiscutible, la declaración de su filiación real con el Padre Universal. LU 102:7.7
Como seres personales podemos vivir nuestra relación con Dios de una manera única y compartirla con los demás sin imponerles nada. Cuando surge la conciencia religiosa nos lleva por los caminos del servicio a una vida en la que cuerpo, mente y espíritu están integrados y armonizados.
Si podemos compartir nuestra experiencia religiosa con los demás es porque todos poseemos la misma dotación espiritual: el Ajustador del Pensamiento, el fragmento divino del Padre. Pero también es cierto que todos tenemos una personalidad única (no hay dos mortales iguales), lo que hace que cada uno de nosotros interprete de manera distinta los impulsos y las directrices que proceden del Ajustador. Esto es: hay tantas experiencias personales con Dios como seres mortales en el universo de universos. Podrán ser experiencias similares, pero no iguales.
¿Significa eso que estamos destinados a ser islas de espiritualidad? En absoluto. Es más, es muy recomendable que conozcamos las experiencias religiosas de otras personas. Esto es lo que nos dicen los Reveladores al respecto:
Aunque vuestra religión es un asunto de experiencia personal, es sumamente importante que lleguéis a conocer una gran cantidad de otras experiencias religiosas (las diversas interpretaciones de otros mortales diferentes) a fin de que podáis impedir que vuestra vida religiosa se vuelva egocéntrica — circunscrita, egoísta e insociable. LU 103:1.3
Abordemos ahora otro aspecto de la experiencia religiosa: las expresiones grupales de la religión. Es cierto que muchos nos hemos alejado de las religiones institucionalizadas por ofrecer ceremonias y rituales vacías de significado, de modo que tendemos a pensar que son inútiles. Curiosamente, en El libro de Urantia no solo no se desestima esta práctica, sino que nos dicen que la oración y adoración en grupo tienen su importancia. En la sección 5 del documento 91, «Las repercusiones sociales de la oración», se hacen unas afirmaciones muy interesantes al respecto:
Pero no es necesario que la oración sea siempre individual. La oración en grupo o en asamblea es muy eficaz ya que sus repercusiones son extremadamente socializadoras. Cuando un grupo se dedica a orar en común por el acrecentamiento moral y la elevación espiritual, estas devociones producen efecto en los individuos que componen el grupo; todos se vuelven mejores gracias a esta participación. Estas devociones piadosas pueden incluso ayudar a una ciudad entera o a toda una nación. La confesión, el arrepentimiento y la oración han conducido a los individuos, las ciudades, las naciones y las razas enteras a extraordinarios esfuerzos de reforma y a acciones intrépidas realizadas con valentía. LU 91:5.2
(Los símbolos de la religión socializada no deben ser menospreciados como canales de crecimiento, aunque el lecho del río no sea el río mismo.) LU 100:5.1
Eso sí, esa comunión debe basarse en el carácter amante de nuestro Padre:
Jesús suprimió todas las ceremonias de sacrificios y de expiación. Destruyó las bases de toda esta culpabilidad ficticia y de este sentimiento de aislamiento en el universo al afirmar que el hombre es un hijo de Dios; la relación entre la criatura y el Creador fue puesta sobre la base de una relación entre padre e hijo. Dios se convierte en un Padre amoroso para sus hijos e hijas mortales. Todas las ceremonias que no formen parte legítima de esta relación familiar íntima están abolidas para siempre. LU 103:4.4
Y también hemos de tener en cuenta que los símbolos y las ceremonias religiosas no pueden sustituir a la experiencia religiosa. Veamos lo que hizo Jesús al respecto:
… Nunca se cansó de señalar a los doce el gran peligro que supone aceptar los símbolos y las ceremonias religiosos como sustitutos de la experiencia religiosa… LU 155:3.8
Puesto que el símbolo referencia a la idea que representa, pero no es lo mismo que la idea, hemos de tener mucho cuidado en separar el símbolo de la idea subyacente y evitar adorar el símbolo en sí, pues entonces nos quedaremos en un nivel superficial.
A lo largo de los siglos, la unidad religiosa no solo se ha entendido mal, sino que ha causado innumerables sufrimientos a todos los que no la entendían del mismo modo que los dirigentes religiosos. Siempre se ha confundido unidad con uniformidad. El mismo Jesús tuvo que aclarar este malentendido con sus apóstoles, pues ellos creían que Jesús les estaba pidiendo uniformidad en lo que debían creer y pensar, cuando lo que él les pedía era unidad.
La religión del espíritu no exige la uniformidad de puntos de vista intelectuales, sino solamente la unidad de sentimientos espirituales. Las religiones de autoridad se cristalizan en credos sin vida; la religión del espíritu se desarrolla en la alegría y la libertad crecientes de las acciones ennoblecedoras del servicio amoroso y de la ayuda misericordiosa. LU 155:6.9
Los Reveladores nos dan la clave para alcanzar la unidad religiosa dentro de un grupo social religioso: permitir la libertad religiosa.
Cuando un miembro de un grupo social religioso ha cumplido con los requisitos de dicho grupo, se le debería animar a disfrutar de la libertad religiosa, expresando plenamente su propia interpretación personal de las verdades de la creencia religiosa y de los hechos de la experiencia religiosa. La seguridad de un grupo religioso depende de su unidad espiritual, no de su uniformidad teológica. Los miembros de un grupo religioso deberían poder disfrutar de la libertad de pensar libremente, sin tener que convertirse en «librepensadores». Existe una gran esperanza para toda iglesia que adore al Dios viviente, valide la fraternidad de los hombres y se atreva a suprimir la presión de todo credo entre sus miembros. LU 103:5.12
El reino de los cielos en el corazón de los hombres creará la unidad religiosa (no necesariamente la uniformidad) porque todos y cada uno de los grupos religiosos, compuestos por tales creyentes religiosos, estarán libres de toda noción de autoridad eclesiástica — de soberanía religiosa. LU 134:4.6 (negrita añadida)
… La verdadera iglesia — la fraternidad de Jesús — es invisible, espiritual y está caracterizada por la unidad, pero no necesariamente por la uniformidad. La uniformidad es la marca distintiva del mundo físico de naturaleza mecanicista. La unidad espiritual es el fruto de la unión por la fe con el Jesús vivo. La iglesia visible debería negarse a continuar obstaculizando el progreso de la fraternidad invisible y espiritual del reino de Dios. Esta fraternidad está destinada a convertirse en un organismo viviente, en contraste con una organización social institucionalizada. Puede utilizar muy bien estas organizaciones sociales, pero no debe ser sustituida por ellas. LU 195:10.11 (negrita añadida)
La relación entre ciencia y religión ha sido conflictiva desde los inicios de la historia. Los hombres humanos primitivos daban explicaciones sobrenaturales a fenómenos naturales. Con el desarrollo de las religiones evolutivas, estas se inmiscuyeron en el desarrollo incipiente de la ciencia, atribuyendo a Dios fenómenos naturales y físicos que no competían al ámbito de lo religioso. Y desde el siglo veinte nos encontramos que es la ciencia la que se está inmiscuyendo en el ámbito de la religión, pretendiendo dar respuesta a todas las interrogantes trascendentales mediante la observación de los fenómenos físicos y la experimentación.
En realidad no hay conflicto posible entre ciencia y religión (o no debería haberlo) porque ciencia y religión tienen ámbitos de actuación distintos. Además:
La ciencia está sostenida por la razón, y la religión por la fe. Aunque la fe no está basada en la razón, es razonable; aunque sea independiente de la lógica, sin embargo está estimulada por una lógica sana… LU 103:7.1
Profundizar en nuestra experiencia con Dios no significa que el cosmos material nos sea ajeno. De hecho:
… La progresión de la ciencia no está limitada a la vida terrestre del hombre; su experiencia de ascensión en el universo y en el superuniverso será en gran medida el estudio de la transmutación de la energía y de la metamorfosis de la materia… LU 103:7.3
Los Reveladores insisten mucho en la idea de que la filosofía es el necesario punto de unión entre ciencia y religión:
… gracias a la mediación de una filosofía reforzada por la revelación, la lógica puede confirmar tanto el punto de vista interior como el exterior, estabilizando de este modo tanto a la ciencia como a la religión. Así, a través de un contacto común con la lógica de la filosofía, la ciencia y la religión pueden volverse cada vez más tolerantes la una con la otra, cada vez menos escépticas. LU 103:7.6
Pero tampoco vale cualquier filosofía:
La filosofía, para poder prestar el mayor servicio tanto a la ciencia como a la religión, debería evitar los extremos del materialismo y del panteísmo. Sólo una filosofía que reconoce la realidad de la personalidad — la permanencia en presencia del cambio — puede tener un valor moral para el hombre, puede servir de enlace entre las teorías de la ciencia material y las de la religión espiritual… LU 103:8.6
Además, tanto la ciencia como la religión necesitan una buena dosis de autocrítica: científicos y líderes religiosos deben ser conscientes de que la ciencia y la religión, por sí solas, no lo explican todo:
Lo que la ciencia y la religión en desarrollo necesitan es una autocrítica más penetrante y audaz, una mayor conciencia de la condición incompleta de sus estados evolutivos. Los instructores de la ciencia y de la religión están a menudo, en conjunto, demasiado seguros de sí mismos y son demasiado dogmáticos. La ciencia y la religión sólo pueden autocriticar sus propios hechos. A partir del momento en que se apartan del marco de los hechos, la razón abdica o bien degenera rápidamente en un compañero de falsa lógica. LU 103:7.7
Si la ciencia tiene sus axiomas (principios indemostrables, pues se supone que son evidentes por sí mismos), la religión también los tiene:
… La ciencia inicia su carrera de razonamiento tan alabada suponiendo la realidad de tres cosas: la materia, el movimiento y la vida. La religión se pone en marcha con la suposición de la validez de tres cosas: la mente, el espíritu y el universo — el Ser Supremo. LU 103:7.11
Las realidades espirituales (como, por ejemplo, la presencia del Ajustador del Pensamiento en la mente de los mortales) no son demostrables según el método científico, pero eso no las hace menos reales para las personas religiosas que lo experimentan. Podríamos decir que, si algo es real desde el punto de vista espiritual es por los frutos que produce. Luego eso debería ser prueba suficiente de su realidad.
¿Puede haber una religión sin fe y sin Dios que sea digna de tal nombre?
… Una religión sin fe es una contradicción; una religión sin Dios es una inconsecuencia filosófica y un absurdo intelectual. LU 103:9.3
Aunque las religiones evolutivas hayan transmitido muchos conceptos erróneos, fueron necesarias en etapas anteriores de la humanidad y deben valorarse por todo lo bueno que trajeron al mundo. En ellas está encerrada la sabiduría de muchos maestros y líderes religiosos humanos.
Ahora tenemos una nueva formulación de la religión, una revelación de la religión que viene a ampliar la religión DE Jesús, que supuso la cuarta revelación de época. Esta religión no necesita de una teología ni de jerarquía religiosas. No hay expertos ni autoridades religiosas. Tampoco nos exige que todos creamos lo mismo de la misma manera. Simplemente nos insta a seguir unas directrices muy sencillas:
La religión se encuentra por encima de la ciencia, el arte, la filosofía, la ética y la moral, pero no es independiente de ellas. Todas están indisolublemente interrelacionadas en la experiencia humana, personal y social. La religión es la experiencia suprema del hombre en su estado natural como ser mortal… LU 196:3.28