© 2020 Olga López
© 2020 Asociación Urantia de España
Charla en la sala Zoom de la UAB, 26 de septiembre de 2020
Sé muy bien que nadie convence a nadie, sino que es uno mismo el que cambia de opinión o se convence de un argumento o postura. Pero desde hace días me apetece escribir una réplica a los posibles argumentos que me lanzaría alguien que no cree en Dios.
Por supuesto, mis respuestas no son incontestables (no pueden serlo si el otro no cree o no tiene predisposición a creer). En El libro de Urantia se dice que «El hombre que conoce a Dios no describe sus experiencias espirituales para convencer a los incrédulos, sino para la edificación y la satisfacción mutua de los creyentes.» (LU 1:6.6), así que con este ejercicio lo que pretendo es que nos animemos mutuamente frente a un entorno donde los no creyentes abundan.
Soy consciente por tanto de que ahora mismo estoy «predicando al coro» (como dicen en inglés), porque no hay nadie aquí que necesite convencerse de nada y todos tenemos en común que nos mueven las enseñanzas de El libro de Urantia. Llamadlo un desahogo o, mejor aún, el deseo de compartir mis argumentos con personas que me comprenden. Por diversas circunstancias (unas conscientes, otras «casuales») llevo unas semanas en contacto con personas que están en otras ondas para aprender sobre temas de diferentes ámbitos (algunos que no tienen que ver con la religión ni la espiritualidad), y en muchos casos me apena que el componente espiritual esté fuera de la ecuación cuando se trata de temas como por ejemplo la política, el cambio climático o la crisis energética. Creo firmemente que los problemas a los que se enfrenta la humanidad no podrán solucionarse si no se abordan desde el punto de vista ético-religioso.
Como punto de partida para mis respuestas (que estarán apoyadas en citas del libro) he utilizado una lista de afirmaciones del ateísmo moderno que alguien compartió en Facebook. No es exhaustiva, pero creo que sirve para los propósitos de esta presentación. Si recordáis algún otro argumento, podemos tratar sobre ellos al final.
Que nadie haya regresado de la muerte no significa en absoluto que no haya algo más allá, que no tengamos otro tipo de existencia, otra vida con otro cuerpo distinto y más liviano. ¿De qué han servido si no todas nuestras experiencias? ¿En serio se puede creer que, como decía el androide Roy Batty en Blade Runner, «Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia»? Los vínculos con otras personas, las experiencias que hemos vivido y que nos han hecho progresar y ser más fuertes, el amor que hemos sentido… ¿a quién le van a servir si todo se acaba? ¿Qué propósito tienen si están condenadas a desaparecer?
Recordemos que en el libro se nos dice que «la personalidad y las relaciones entre personalidades nunca son andamiajes; la memoria mortal de las relaciones entre personalidades tiene un valor cósmico y sobrevivirá» (LU 112:5.22).
No, el universo no puede ser tan aterrador ni tan ausente de propósitos. Justamente en el libro se nos dice que las personas guiadas por el espíritu tienen «la certeza de ser ciudadanos de un universo amistoso» (LU 180:5.8), por no mencionar las exhaustivas explicaciones que nos ofrecen sobre lo que nos aguarda tras la muerte física, que «sólo es el comienzo de una carrera de aventuras sin fin, de una vida perpetua de anticipaciones, de un eterno viaje de descubrimientos» (LU 14:5.10).
Este argumento es el que más me asombra. ¡Si hay señales por todos lados de que hubo un Creador! ¿Cómo puede surgir orden del caos? ¿La procesión ordenada de galaxias, estrellas y planetas se debe a la casualidad y a un par de leyes de la Física? ¿El surgimiento de la vida en un planeta se debe únicamente al azar y la necesidad? Tampoco se trata de que Dios se encargó de todo, porque delega siempre en otras criaturas todo lo que no sea imprescindible que Él haga. El orden no surge de manera natural: alguien tiene que haberlo creado, programado, previsto.
Da igual cómo se llame al Creador-Hacedor-Organizador. Ni siquiera hay que recurrir a las religiones para llegar a esa conclusión: tan solo hace falta echar una mirada desprejuiciada y reflexiva a los procesos materiales para ver la belleza del orden y la mano inteligente que hay detrás.
Hay una cita del libro que personalmente me encanta sobre la imposibilidad de que la creación material y la evolución humana sean meros accidentes debidos al azar (la negrita es mía):
… algunos de vuestros mecanicistas humanos menos imaginativos persisten en considerar la creación material y la evolución humana como un accidente. Los intermedios de Urantia han reunido más de cincuenta mil hechos físicos y químicos que estiman que son incompatibles con las leyes del azar y que, según afirman, demuestran de manera inequívoca la presencia de un propósito inteligente en la creación material. Y todo esto no tiene en cuenta su catálogo de más de cien mil hallazgos ajenos al campo de la física y la química que, según mantienen, prueban la presencia de una mente en la planificación, la creación y el mantenimiento del cosmos material. LU 58:2.3
En El libro de Urantia hay excelentes críticas y argumentos contra el mecanicismo. Como no pretendo hacer una relación exhaustiva de todas ellas, sirvan estas citas de la sección 6 del documento 195 como ejemplo:
El materialismo reduce al hombre a un estado de autómata sin alma, y lo convierte en un simple símbolo aritmético que ocupa un lugar impotente en la fórmula matemática de un universo realista y mecanicista. Pero ¿de dónde viene todo este inmenso universo de matemáticas, sin un Maestro Matemático?.. LU 195:6.8
… Si el universo fuera simplemente un mecanismo y la mente fuera inseparable de la materia, nunca tendríamos dos interpretaciones diferentes de cualquier fenómeno observado. Los conceptos de la verdad, la belleza y la bondad no son inherentes ni a la física ni a la química. Una máquina no puede conocer, y mucho menos conocer la verdad, tener hambre de rectitud y apreciar la bondad. LU 195:6.11
Si los hombres sólo fueran unas máquinas, reaccionarían de manera más o menos uniforme a un universo material. No existiría la individualidad, y mucho menos la personalidad. LU 195:6.13
Aquí sí que apelo a la experiencia personal que tengamos con Jesús, a cómo lo veamos y quién es para nosotros en nuestra vida. Hay muchas personas adscritas a otras religiones y doctrinas religiosas que no ven a Jesús de Nazaret como Hijo de Dios sino como un profeta, un avatar o una persona especialmente iluminada por la sabiduría. También he de decir que he encontrado cierto respeto a Jesús entre muchos que se definen como ateos o agnósticos. Al menos no es objeto de ataques tan intensos como los que recibe la figura de Dios. Ni qué decir tiene que respeto absolutamente todas esas posturas; lo único que puedo decir es que yo pienso y experimento otra cosa respecto a la figura de Jesús.
Si de lo que se trata es de información sobre quién fue realmente Jesús, es indudable que El libro de Urantia es la fuente más exhaustiva y valiosa para conocer quién fue realmente Jesús de Nazaret y cuál es su función en la organización del universo. No solo es Hijo de Dios, sino Hijo Creador de un universo local, de los que hay 100.000 en un superuniverso y de cuya orden hay casi un millón (LU 118:6.2).
En la primera parte sí estoy más o menos de acuerdo. Lo que hizo Jesús no se puede considerar milagros, pues esos supuestos actos sobrenaturales estaban relacionados con la aceleración de procesos naturales en el tiempo y el espacio. Milagro es todo aquello que sucede sin que sepamos cómo, pero no tiene por qué ser algo sobrenatural. A un hombre primitivo le parecería magia todo lo que hace un teléfono móvil o cualquier otro aparato que usamos en nuestra vida cotidiana.
Ahí fuera hay seres de un orden distinto al nuestro que pueden manipular el entorno físico y no por ello obran milagros. En cuanto a que lo sobrenatural no exista… recurro a la famosa cita de Shakespeare que aparece en Hamlet: «Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que todas las que pueda soñar tu filosofía».
En el libro se nos habla de los supuestos milagros de Jesús en muchas ocasiones. Si tuviera que elegir una de ellas, elegiría este párrafo:
Las curaciones milagrosas que acompañaron de vez en cuando la misión de Jesús en la Tierra no formaban parte de su plan para proclamar el reino. Fueron accidentalmente inherentes a la presencia en la Tierra de un ser divino con unas prerrogativas creadoras casi ilimitadas, en asociación con una combinación sin precedentes de misericordia divina y de compasión humana. Pero estos pretendidos milagros dieron muchos problemas a Jesús, en el sentido de que le proporcionaron una publicidad que ocasionaba prejuicios y le aportaron una notoriedad que no deseaba. LU 145:3.15
En el documento 149 nos cuentan algo muy interesante sobre lo que denominan «milagros aparentes de curación» durante el ministerio terrestre de Jesús, que fueron resultado de tres influencias poderosas: la fe del ser humano que buscaba la curación, la compasión del Hijo Creador y la voluntad del Padre (LU 149:1.4-7).
Si entendemos por resurrección volver a la vida en el mismo cuerpo que se tenía, lo de Jesús no fue una resurrección. Como se explica muy bien en El libro de Urantia, Jesús resucitó en un cuerpo moroncial (hecho de una sustancia menos densa que la materia pero más densa que el espíritu). Ese tipo de sustancia no puede verse con los ojos de carne y hueso, pero se puede hacer visible gracias a la acción de unos tipos concretos de seres.
Por otro lado, lo que experimentó Lázaro, el amigo de Jesús, sí fue una resurrección tal como se entiende comúnmente. Lázaro estuvo muerto y regresó a la vida en el mismo cuerpo que tenía (al que me imagino que le harían unos arreglillos para que no volviera a morirse demasiado pronto). Me parece muy curioso que Lázaro acabara falleciendo años después de la misma enfermedad que le llevó a la tumba la primera vez, una vez se acabó la «prórroga» que le habían concedido.
En cuanto a la desaparición del cuerpo físico de Jesús, se produjo un fenómeno para nada milagroso, pero sí imposible de replicar por nuestra ciencia:
Los restos mortales de Jesús sufrieron el mismo proceso natural de desintegración elemental que caracteriza a todos los cuerpos humanos en la Tierra, excepto que, en lo que se refiere al tiempo, este modo natural de disolución fue enormemente acelerado, apresurado hasta tal punto que se volvió casi instantáneo. LU 189:2.8
¿Que es una cuestión de creerse lo que cuenta el libro o no creerlo? Desde luego, pero hay que reconocer que la explicación que ofrece El libro de Urantia es muy coherente. Lo de Lázaro fue una resurrección material, pues Jesús quería dar una nueva oportunidad a los dirigentes religiosos judíos de que creyeran en él («Yo soy el camino, la verdad y la vida») y en su mensaje. En el caso de Jesús, no tenía sentido resucitar en el mismo cuerpo físico, pues su misión en la Tierra ya había terminado y debía pasar a la siguiente etapa como mortal, la misma etapa por la que pasamos todos después de morir.
En cuanto a que vaya en contra de la ciencia… La ciencia es un conjunto de conocimientos en constante cambio y ampliación. Las teorías de hoy pueden verse refutadas mañana, ha pasado miles de veces en la historia de la humanidad. También es cierto que la ciencia no puede explicarlo todo, pues solo se centra en el nivel material, y hay realidades que trascienden ese nivel y que explican muchos supuestos milagros. Esta realidad (la de la resurrección) es una de las que no podemos explicar con la ciencia de la que disponemos hoy día.
Respecto a este asunto, quisiera recordar la pregunta que nos hacen los seres intermedios en el documento 189:
La humanidad es lenta en percibir que, en todo lo que es personal, la materia es el esqueleto de la morontia, y que ambos son la sombra reflejada de la realidad espiritual duradera. ¿Cuánto tiempo necesitaréis para considerar que el tiempo es la imagen móvil de la eternidad, y el espacio la sombra fugaz de las realidades del Paraíso? LU 189:1.3
En efecto, tendemos a vernos como cuerpos en los que habita un espíritu, como si la realidad material fuera la única real solo porque es la única que podemos percibir con nuestros sentidos. El mundo material es una sombra del mundo espiritual, que es el verdaderamente real.
Una vez más, que no los veamos con nuestra limitada visión humana ni los percibamos con nuestros sentidos no significa que no existan. Su existencia me parece perfectamente coherente, pues son los que se encargan de hacer todo aquello en los que Dios delega. Por muy omnipotente que sea Dios, no es de ningún modo necesario que Él se encargue de absolutamente todo. Todo ser tiene su función en la organización del universo y no hay solapamiento de funciones.
Personalmente no he tenido experiencias de ver ni sentir a ningún ser celestial, pero me parece perfectamente plausible que formen parte de la organización del universo como parte de la tropa del Creador. Creo en que están ahí y espero con ilusión el día que pueda verlos y tratar con ellos.
El libro de Urantia aporta muchísima información sobre los que llama «espíritus ministrantes», mucha más de la que ofrecen textos sagrados como por ejemplo la Biblia. Gracias al libro sabemos que la palabra «ángel» es en realidad una denominación genérica que engloba muchos tipos distintos de estos seres celestiales, que realizan una gran variedad de funciones en toda la creación habitada. He aquí por ejemplo una de las citas:
Los ángeles son los asociados espirituales ministrantes de las criaturas volitivas evolutivas y ascendentes de todo el espacio; son también los colegas y los asociados de trabajo de las multitudes superiores de personalidades divinas de las esferas. Los ángeles de todas las órdenes tienen personalidades distintas y están sumamente individualizados… LU 26:1.1
Entiendo que el que no cree en Dios deduzca que orar es inútil, pues es como hablar solo a un amigo invisible o a un ser inexistente, cosa que desde su punto de vista es obviamente absurdo.
Me pregunto si los que afirman tal cosa han probado a orar DE VERDAD. No a rezar para recibir cosas materiales (ese tipo de peticiones son ruido de fondo, se pierden por el camino) ni para alterar el orden natural de las cosas. Veamos lo que nos dicen al respecto los intermedios en el documento 146:
… Un padre sabio no responde literalmente a las oraciones tontas de sus hijos ignorantes e inexpertos, aunque dichos hijos puedan obtener mucho placer y una satisfacción real para su alma efectuando ese tipo de peticiones absurdas. LU 146:2.6
Es cierto que la fe cura, pero si rezas porque alguien no se muera y luego resulta que se acaba muriendo eso no significa que Dios no exista o que haya hecho oídos sordos a tus súplicas. Lo que sí es cierto es que si pides recibir dones espirituales (fuerza, paciencia, sabiduría, discernimiento, perspicacia, etc.), esa petición llega a su destino y es atendida con toda seguridad. Probablemente no cuando ni como quieras recibirla sino a su debido tiempo, como todas las cosas divinas.
En el párrafo siguiente al citado anteriormente, nos dicen:
- Cuando estéis totalmente consagrados a hacer la voluntad del Padre que está en los cielos, todas vuestras súplicas serán contestadas, porque vuestras oraciones estarán plenamente de acuerdo con la voluntad del Padre, y la voluntad del Padre se manifiesta constantemente en todo su inmenso universo. Aquello que un verdadero hijo desea y el Padre infinito lo quiere, EXISTE. Una oración así no puede permanecer sin respuesta, y es posible que ningún otro tipo de petición pueda ser contestada plenamente. LU 146:2.7
En cualquier caso, no se puede decir que la oración sea inútil si no se ha probado de manera sincera ni se ha pedido lo que sí puede ser otorgado.
¿Y cómo se puede afirmar rotundamente? No la vamos a ver aislada en un tubo de ensayo ni en un escáner cerebral: hay que contactar con ella, hay que permanecer a la escucha y mantener un diálogo con ella. La chispa divina es el gran regalo que nos ha dado Dios para acompañarnos en nuestro viaje y espiritualizarnos cada vez más, pero está alojada en un lugar de la mente al que no podemos acceder si nos anclamos en lo material. Si elevamos la calidad de nuestros pensamientos y ponemos nuestra atención y nuestro interés en lo Trascendente, la chispa divina nos ayudará más de lo que podamos imaginar.
El libro dedica documentos enteros a esta chispa divina, que aparece con el nombre de Ajustador del Pensamiento, del que ofrece información abundante. Este concepto no es nuevo del libro (hay otras religiones y creencias que hablan de que nos habita un fragmento divino), pero en ningún otro texto religioso se trata sobre la chispa divina con la extensión y profundidad que aparece en El libro de Urantia. Podría quedarme con muchos párrafos, pero en esta ocasión me quedo con este del documento 107:
Los Ajustadores son la realidad del amor del Padre, encarnado en el alma de los hombres; son la verdadera promesa de la carrera eterna del hombre, encarcelada dentro de la mente mortal; son la esencia de la personalidad finalitaria perfeccionada del hombre, que éste puede saborear de antemano en el tiempo a medida que domina progresivamente la técnica divina de lograr vivir la voluntad del Padre, paso a paso, a través de la ascensión de un universo tras otro, hasta que alcanza realmente la presencia divina de su Padre Paradisiaco. LU 107:0.2
Esta es una conclusión lógica del que piensa que somos un accidente del universo enormemente improbable. ¿Cómo va a ser el universo amistoso, si se creó a base de azar, necesidad y un puñado de leyes de la Física? Los que así piensan creen que el universo es en su mayor parte caos y destrucción, pero no es así para nada. Al menos toda destrucción aparente es el inicio de algo nuevo, aunque eso no será siempre así: como bien se dice en el libro, la perfección del nivel finito se dará también en el nivel material, con lo cual a medida que pasen los eones habrá menos destrucción y más estabilidad en el universo.
Para los que creemos en Dios el universo es un lugar amistoso creado, dirigido y supervisado por seres divinos. La procesión de las galaxias, estrellas y planetas está supervisada por ellos.
En El libro de Urantia nos dicen que el universo físico está controlado de manera inteligente por seres de diferentes órdenes. Por ejemplo, veamos esta cita del documento 24:
Las inmensas corrientes de poder del espacio y los circuitos de la energía espiritual pueden dar la impresión de que funcionan de manera automática; pueden parecer que actúan sin obstáculos ni trabas, pero éste no es el caso. Todos estos formidables sistemas de energía están bajo control; están sometidos a una supervisión inteligente… LU 24:1.1
Algún día lejano viajaremos por el universo con otro «traje» y podremos comprobar por nosotros mismos que el universo habitado es amistoso y nuestro hogar, así como conocer mejor a todos los seres que se encargan de mantener el equilibrio de fuerzas y energías físicas.
¡Ah, el sentido de la vida! Ríos de tinta han corrido intentando descifrarlo durante siglos y siglos. Por supuesto, si eliminamos a Dios de la ecuación y pensamos en nosotros los seres humanos simplemente como «animales racionales» tendemos a pensar que nuestro destino es crecer, reproducirnos y morir, como cualquier otro ser vivo. Pero si suponemos la existencia de un Creador que nos ha creado no para ser sus juguetes sino para experimentar y perfeccionarnos, de repente vemos el propósito que hay detrás de todas nuestras experiencias y aprendizajes en este mundo. Este planeta (y muchos otros) es una gran escuela en la que comenzamos el aprendizaje de ser perfectos y transformar en realidad todo nuestro potencial (que es mucho mayor del que creemos).
Por supuesto, no es algo que vayamos a lograr aquí, porque este es el primer paso de una carrera muy, muy larga. Pero este mundo es muy importante en nuestro aprendizaje, pues aquí tenemos la oportunidad de experimentar cosas que no podremos hacer en los mundos que nos esperan.
En El libro de Urantia nos explican con mucho detalle no solo cuál es el sentido de la vida en este mundo, sino también cuáles son los pasos generales de nuestra carrera ascendente hacia el Paraíso (que, no lo olvidemos, ni siquiera es el final). Creo sinceramente que si muchos de los que afirman no creer supieran lo que les espera si deciden incluir a Dios en sus vidas, al menos se plantearían si no merecería la pena cambiar de opinión. Visto fríamente: si nosotros (los creyentes) tenemos razón, ¡la diversión está asegurada más allá de este mundo! Y si no la tenemos, al menos habremos vivido nuestra vida con sentido y con una paz interior que en estos tiempos es más necesaria que nunca.
Dejemos que la ciencia se ocupe de las cosas materiales; ese es su ámbito de actuación. La actitud más honrada sería dejar ese juicio en suspenso si no es demostrable mediante métodos científicos. El mundo espiritual nunca será demostrado por la ciencia porque está en un nivel distinto de verificación. La llave que nos lleva a él se llama fe. He aquí dos citas del documento 101 que lo expresan de manera inmejorable:
La razón es el método de la ciencia; la fe es el método de la religión; la lógica es la técnica que intenta utilizar la filosofía… LU 101:2.2
Por medio del estudio de la ciencia, la razón puede conducir, a través de la naturaleza, hacia una Causa Primera, pero se necesita la fe religiosa para transformar la Causa Primera de la ciencia en un Dios de salvación; y la revelación se necesita además para validar esta fe, esta perspicacia espiritual. LU 101:2.3
¡Depende de a lo que llamemos prueba! Desde luego, no puede haber ni habrá demostraciones científicas de la existencia o no existencia de Dios. La religión (me refiero a ella no como asentimiento a cierto cuerpo de creencias y dogmas sino al religare, a la conexión con Dios) se demuestra todos los días en las experiencias religiosas de los creyentes, y esa (obviamente) no es una prueba científica válida. Pero nadie puede negar ni refutar la experiencia religiosa de otra persona. Como bien se dice en El libro de Urantia:
El alma que conoce a Dios se atreve a decir «yo sé», incluso cuando este conocimiento de Dios es puesto en duda por el no creyente, que niega esta certeza porque no está totalmente respaldada por la lógica intelectual. El creyente se limita a contestar a todos estos escépticos: «¿Cómo sabes que yo no sé?». LU 102:6.5
Mucha gente afirma no creer en Dios precisamente por la falta de pruebas científicas e irrefutables, y muchos filósofos y teólogos del pasado han intentado aportar razonamientos aparentemente objetivos y lógicos para demostrar la existencia de Dios, pero ese tipo de argumentos solo convencerán a los que ya están convencidos. El libro de Urantia lo expresa de una manera clara y brillante:
La existencia de Dios nunca se podrá demostrar mediante los experimentos científicos ni las deducciones lógicas de la razón pura. Dios sólo se puede comprender en las esferas de la experiencia humana; sin embargo, el verdadero concepto de la realidad de Dios es razonable para la lógica, plausible para la filosofía, esencial para la religión e indispensable para cualquier esperanza de supervivencia de la personalidad. LU 1:2.7
No es que los creyentes estemos divorciados de la ciencia y la filosofía por tener a Dios en nuestras vidas: antes al contrario, nos parece perfectamente lógico y razonable que Dios exista y sea nuestro Padre y el Creador de todo. Pero intentar convencer a otro de nuestra creencia utilizando argumentos lógicos o filosóficos es inútil, porque la fe es indispensable para llegar hasta el Padre y no es transferible.
¡Desde luego, es una afirmación atrevida! Este argumento me ha hecho recordar el caso de un hombre que se quedó casi tetrapléjico de un accidente de tráfico pero con rehabilitación consiguió recuperar casi toda la movilidad de los brazos. En una entrevista que le hicieron por televisión le preguntaron si le había ayudado creer en Dios, y su respuesta fue que no había necesitado de ningún Dios para recuperarse, que lo había hecho por sí solo. Incluso llegó a decir que Dios era una especie de «muleta» innecesaria a la que se aferraba la gente cuando tenía problemas. Con el paso del tiempo, me pregunto si no estaría enfadado con Dios por haber «permitido» que le pasara el accidente. Pero eso solo lo sabe él.
En cualquier caso, prefiero ver mi relación con Dios como una relación de amor, no como una relación de necesidad y dependencia. La necesidad parece que obliga y constriñe nuestro libre albedrío, pero el amor es libre y generoso. Dios nos ayuda más de lo que podemos imaginar si alineamos nuestra voluntad con la suya. En El libro de Urantia, nos dicen al respecto:
… Cuando el hombre consagra su voluntad a hacer la voluntad del Padre, cuando el hombre da a Dios todo lo que tiene, entonces Dios hace que ese hombre sea más de lo que es. LU 117:4.14
Aparte de la credibilidad que cada uno le quiera dar a la Biblia, es cierto que en ella se ven reflejados dos tipos de Dios: el Dios vengativo y demasiado humano del Antiguo Testamento, y el Dios Padre que revela Jesús de Nazaret en el Nuevo Testamento. Los textos sagrados tienen el valor que tienen, pero no son necesarios para tener una experiencia religiosa entendida como una relación personal con Dios. El Dios de la Biblia es el relato de muchos seres humanos de hace siglos; el Dios de verdad es muchísimo más, pero sobre todo y principalmente es nuestro Padre y un Dios de amor. Nuestro desafío como seres humanos es trascender al Dios de las religiones institucionalizadas y tener una relación de primera mano con Él. Sin intermediarios.
El Dios de la Biblia es la creación de una religión evolutiva, que en sus primeras etapas proyectaba en Dios todos los defectos y anhelos humanos. Pero esa no es una imagen real y apenas se ajusta a la verdadera naturaleza de Dios.
Si hay algo en lo que se insiste a lo largo de todo El libro de Urantia es en la naturaleza amorosa de Dios como Padre Universal. Podría poner muchas citas al respecto, pero elegiré estas tres:
«Dios es amor»; por eso su única actitud personal hacia los asuntos del universo es siempre una reacción de afecto divino… LU 2:5.1
La fraternidad de los hombres está basada en la paternidad de Dios. La familia de Dios tiene su origen en el amor de Dios - Dios es amor. Dios Padre ama divinamente a sus hijos, a todos ellos. LU 134:4.1
… Es el amor de Dios el que impulsa a los hombres a buscar la salvación. El amor es el padre de toda bondad espiritual, la esencia de lo verdadero y de lo bello. LU 192:2.1
Puedo admitir que muchas religiones evolutivas se han aliado con el poder político y social y que ha servido para someter a las personas con el miedo a la condena eterna y a ser desterrados del grupo. De ahí que la famosa frase de Marx «La religión es el opio del pueblo» sea uno de los argumentos que esgrimen los no creyentes como apoyo a su postura.
Por desgracia, la identificación de la religión con el poder político ha hecho que muchos se alejen de Dios, porque no consideran la posibilidad de que no es necesario formar parte de una Iglesia para creer en Dios y entablar una relación personal con él.
Los reveladores son muy conscientes del problema que ha supuesto que las religiones se ocupen de otros asuntos alejados de lo religioso. En concreto en el documento 195 tratan extensamente sobre el problema del cristianismo moderno, del que dicen, entre otras cosas:
El cristianismo está amenazado de muerte lenta por el formalismo, el exceso de organización, el intelectualismo y otras tendencias no espirituales. La iglesia cristiana moderna no es esa fraternidad de creyentes dinámicos a la que Jesús encargó que efectuara la transformación espiritual continua de las generaciones sucesivas de la humanidad. LU 195:9.10
En cuanto a que la gente rica es culta y atea, debo decir que la religión no es una cuestión de dinero, de nivel cultural o de clase social. Cualquier persona, rica o pobre, culta o inculta, puede tener una experiencia religiosa que sea válida y enriquecedora para ella. A veces el barniz que da la cultura nos lleva a desdeñar la espiritualidad y mirar por encima del hombro a los que no tienen estudios. Creo que esa tendencia es muy peligrosa porque nos divide y nos aleja de nuestros hermanos, fomenta una autoimportancia excesiva. Frente a esa tendencia, tenemos el magnífico ejemplo de Jesús de Nazaret, que predicó en muchas ocasiones que «en el reino de los cielos no hay ni ricos ni pobres, ni libres ni esclavos, ni hombres ni mujeres» (LU 150:1.3).
No deja de resultarme curioso que, en plena era de las redes sociales, que están diseñadas para pasarnos horas y horas en ellas perdiendo el tiempo, acusen a la religión justo de lo mismo muchos que pierden el tiempo en navegar por Internet.
Como ya he dicho anteriormente, la religión tal como yo la entiendo (experiencia personal con Dios) está lejos de ser una pérdida de tiempo. No solo no perdemos nada, sino que ganamos mucho: descubrimos un propósito en la vida, adquirimos paz interior, obtenemos motivos para vivir con sentido. No estamos hablando de conversar con un amigo imaginario sino con Alguien muy especial. Además, esa conversación no es simplemente hablar por hablar: en ese diálogo (porque, aunque muchos no lo crean, la comunicación es bidireccional) crecemos, progresamos, evolucionamos. Por ejemplo, esto es lo que nos dicen en El libro de Urantia respecto a las ventajas de conversar (orar) con Dios:
… no olvidéis nunca que la oración sincera de la fe es una fuerza poderosa para fomentar la felicidad personal, el autocontrol individual, la armonía social, el progreso moral y los logros espirituales. LU 91:6.3
¿Por qué no probar a entablar esa relación? ¿Qué puedes perder? ¡Olvídate de las religiones «de toda la vida» y sus normas y doctrinas rígidas! Háblale a Dios cada día, ten una cita divina todos los días donde quieras y cuando quieras. ¡Los resultados están garantizados!
Es cierto que la razón, la lógica y el método científico son herramientas muy valiosas, pero se quedan cortas ante aspectos no materiales de la realidad.
Para alcanzar los valores más elevados necesitamos sin duda alguna de la fe, una fe que vaya acompañada de la razón y la lógica para que no se torne fanática ni ciega: es lo que en el libro se llama fe viviente, de la que nos hablan por ejemplo en esta cita del documento 102:
Se puede llegar a convicciones sobre Dios a través de un sabio razonamiento, pero el individuo sólo llega a conocer a Dios por medio de la fe, a través de la experiencia personal. Hay que contar con las probabilidades en muchas cosas relacionadas con la vida, pero se puede experimentar la certeza cuando, al contactar con la realidad cósmica, uno se acerca a esos significados y valores por medio de la fe viviente… LU 102:6.5
El método científico es el mejor para hacer que la ciencia avance y progrese en el conocimiento del mundo físico, pero no sirve para conocer el reino espiritual. ¿Cómo aislar a Dios en un tubo de ensayo? ¿Cuál es la fórmula matemática del amor? ¿Cómo se pueden cuantificar la fe o las intuiciones?
Por otro lado, ¿podríamos llamar valores a la razón, la lógica y el método científico? ¿No son los valores algo que es valioso por sí mismo, antes que herramientas o medios para conseguir un fin? Veamos lo que nos dicen los reveladores en el documento 100 :
En la vida física, los sentidos comunican la existencia de las cosas; la mente descubre la realidad de los significados; pero la experiencia espiritual revela al individuo los verdaderos valores de la vida. Estos niveles elevados de vida humana se alcanzan mediante el amor supremo a Dios y el amor desinteresado a los hombres. Si amáis a vuestros semejantes, es porque habéis descubierto sus valores… LU 100:4.4
Esta afirmación (que es perfectamente válida si hablamos de ciencia) no deja de ser engañosa en su formulación cuando se aplica al ámbito espiritual. En primer lugar, ¿se puede considerar la existencia de Dios como una afirmación extraordinaria? Para millones de creyentes en el mundo, Dios es una presencia constante en sus vidas, luego para ellos no tiene nada de extraordinario: forma parte de su vida cotidiana.
En segundo lugar, ¿qué tipo de pruebas admitirían las personas que hacen esta afirmación? No hay otra prueba que el poder transformador de la verdadera religión en las personas, y eso no se puede medir ni cuantificar según el método científico. No puede haber pruebas objetivas, pues es absurdo cuestionar la experiencia religiosa de otras personas; no podemos entrar en sus mentes y percibir lo que están experimentando y las ideas elevadas que están recibiendo, a no ser que ellas utilicen el lenguaje para expresarlas (y aun así dependería de la pericia de una persona para definir correctamente sus experiencias religiosas). Entonces, ¿cómo podemos dudar de la autenticidad de dicha experiencia?
Además, no debemos olvidar que hay innumerables indicios en el universo físico que apuntan a un Creador intencional, aunque no sean concluyentes desde el punto de vista científico por ser indemostrables. En este punto, no puedo resistirme a incluir esta cita del documento 102:
… El materialismo científico se declara en quiebra cuando, en presencia de cada fenómeno universal recurrente, se empeña en consolidar sus objeciones habituales achacando aquello que está admitido como superior a aquello que está admitido como inferior. La coherencia exige que se reconozcan las actividades de un Creador intencional. LU 102:6.9
Esta es la eterna cuestión que ha atormentado a millones de seres humanos a lo largo de la historia de la humanidad. ¡Si hasta hay una rama de la filosofía que la estudia, la teodicea! Aquí siempre digo que si Dios evitara las desgracias o cualquiera de las circunstancias adversas que nos sobrevengan en este mundo, dejaríamos automáticamente de ser libres y pasaríamos a ser marionetas, meros entretenimientos de un Dios caprichoso que hace y deshace a su antojo según sus deseos de ese momento. Pero si partimos de la base de que como seres humanos hemos sido creados con libre albedrío y vivimos en un mundo donde se producen accidentes naturales (de los que la ciencia cada vez comprende más), estamos expuestos a las desgracias o al menos a la posibilidad de que se produzcan.
Frente a esta cuestión, siempre recuerdo las inevitabilidades del documento 3, y sobre todo este fragmento:
… Si existiera un mundo evolutivo sin errores (sin la posibilidad de juicios imprudentes), sería un mundo sin inteligencia libre… LU 3:5.15
La naturaleza sigue unas leyes y no es necesariamente justa. En el documento 118 nos dicen que «muchas cosas que suceden en un mundo en evolución son más bien difíciles de comprender para el hombre mortal -la ley natural es muy a menudo aparentemente cruel, despiadada e indiferente hacia todo lo que es verdadero, bello y bueno para la compresión humana» (1306.1) .
La presa podría considerar que no es justo acabar muriendo a manos de un depredador, pero ambos forman parte de un equilibrio delicado cuya alteración tendría consecuencias catastróficas (de hecho, llevamos tiempo pagando las consecuencias de este hecho, pero ese es otro tema). Los terremotos, huracanes, erupciones volcánicas pueden acabar con vidas humanas (y de hecho se han llevado por delante a millones de personas a lo largo de la historia). ¿Debería Dios haber intervenido en este proceso para salvar vidas inocentes? Si el propósito de nuestra existencia en este planeta es experimentar en este planeta una vida sujeta a los accidentes del tiempo para irnos perfeccionando, ¿no estaría nuestro Creador haciendo trampas en su juego si nos ahorra la posibilidad de enfrentarnos a las vicisitudes de la vida?
Además, no puedo dejar de sugerir otra cuestión que considerar: ¿y si dejamos de ver la muerte como algo absoluto, como el punto final a nuestra existencia, y pensamos en que seguimos viviendo más allá de la muerte? ¿No tendría la vida un nuevo sentido si consideráramos esa posibilidad? Total, ¿qué podemos perder si creemos en ello?
¿Por qué confiamos en lo que nos diga alguien, como si tuviera la autoridad absoluta para decidir por nosotros lo que es cierto y lo que no? Por supuesto podemos confiar en la opinión de expertos en un tema (sobre todo si competen a la ciencia, porque se supone que deben presentar datos y pruebas que respalden sus afirmaciones), pero en cuestión de religión (insisto, la verdadera religión, no las religiones de autoridad) no hay expertos.
Veamos lo que enseñó Jesús respecto a cómo debían vivir su fe:
… Jesús exhortó a sus seguidores a que ejercitaran una fe experiencial. Les advirtió que no se limitaran a depender de un asentimiento intelectual, de la credulidad o de la autoridad establecida. LU 140:4.9
En el mundo hay más de siete mil millones de religiones: tantas como seres humanos. Luego, ¿quién puede llamarse experto? ¿Quién puede erigirse en la autoridad competente para demostrar que Dios no existe? En este mundo no hay personas infalibles que no se equivoquen nunca. ¿Por qué, entonces, debemos renunciar a nuestra propia capacidad de discernimiento y dar por verdaderas las afirmaciones de otro respecto a un asunto tan trascendental y personal como este? ¿Acaso esa afirmación (la de la no existencia de Dios) no es también una afirmación extraordinaria que requeriría pruebas extraordinarias?
Este argumento me ha hecho recordar algo que leí pocos días después de la muerte de Stephen Hawking, en el que alguien le daba las gracias a este científico por haber demostrado la no existencia de Dios. Frente a argumentaciones de este tipo yo digo que no deberíamos respaldar nuestra postura respecto a la existencia de Dios en afirmaciones de otras personas (ni siquiera de las que dicen ser creyentes). Deberíamos confiar siempre en nuestro entendimiento, nuestra intuición y (sobre todo) en nuestra guía interior. Es preciso tener la mente y el corazón abiertos para que la Verdad penetre en ambos.
Por supuesto, no voy a negar la existencia de personas dentro de las organizaciones religiosas que no viven de acuerdo con los ideales de esas instituciones. Siempre que leo o escucho alguna noticia relacionada con esto, me vienen a la mente estas palabras de Jesús de Nazaret:
… si alguien hace tropezar a uno de estos pequeños, sería mejor para él que le ataran una piedra de molino al cuello y lo arrojaran al mar. LU 158:8.1
Pero también es cierto que no debemos juzgar al todo por una parte. En todas las religiones evolutivas hay muchas verdades y muchas directrices para obrar rectamente: que haya personas que violen esas directrices y actúen contra esas verdades no las invalida. No es justo (ni siquiera lógico) que neguemos a Dios solo porque haya manzanas podridas en el cesto de una religión institucionalizada. Como nos dicen en el documento 92:
Las numerosas religiones de Urantia son todas buenas en la medida en que llevan al hombre hacia Dios y aportan al hombre la comprensión del Padre (…) No existe una religión en Urantia que no pueda estudiar y asimilar provechosamente lo mejor de las verdades contenidas en todas las otras doctrinas, porque todas contienen verdades… LU 92:7.3
La religión bien entendida no solo es buena, sino verdadera y bella. Los que actúan de forma deleznable en nombre de la religión (o mucho peor, en nombre de Dios) lo que hacen es ensuciar y pervertir esa religión, pero jamás podrán contaminar la experiencia religiosa personal de las personas.
La existencia de Dios no es demostrable ni puede serlo nunca, pues para creer en ella necesitamos fe. La ciencia no nos va a ayudar a comprender TODA la realidad, sino solo la realidad física, y justamente eso hace que no entre en conflicto con la religión (o que no deba entrar). Como nos dicen en el documento 195:
… En realidad, la verdadera religión no puede meterse en ninguna controversia con la ciencia, pues no se ocupa en absoluto de las cosas materiales. A la religión, la ciencia le resulta sencillamente indiferente, aunque es comprensiva con ella, mientras que se interesa supremamente por el científico. LU 195:6.2
Por ello la ciencia no es una fuente de sentido para nuestra vida, como pretenden muchos no creyentes. Sin embargo, eso no implica que necesitemos de ayuda en forma de expertos o intermediarios para abordar la eterna cuestión de la existencia de Dios y de cómo vivir una vida plena de sentido en la que un Padre Creador sea una parte importante de nuestra vida.
Los problemas del mundo no se van a solucionar únicamente con ciencia y dejando a Dios fuera de la ecuación, porque las crisis que estamos sufriendo son consecuencia de una crisis más profunda: la crisis de valores, y la verdadera religión es una herramienta imprescindible como fuente de sentido y de acciones encaminadas a mejorar el mundo. Como nos dicen los reveladores:
Mantener un sistema social duradero sin una moral basada en las realidades espirituales es igual de imposible que mantener el sistema solar sin la gravedad. LU 195:5.9
Somos perfectamente capaces de abordar esta cuestión nosotros mismos sin ayuda de nadie. Tan solo se trata de abrir la mente y el corazón a esa posibilidad, y dejar que nuestra guía interior nos ayude a correr los velos. ¿Por qué no partir de la idea de un Dios personal con el que podemos tener una relación, un Dios de amor que nos quiere tanto como para darnos libertad para no creer en Él? ¿Puede haber una mayor prueba de amor que esa? No hacen falta expertos ni intermediarios; nadie te dice que tengas que ir a una iglesia a rezar o hacerte de tal o cual religión: no es necesario. Dios está muy por encima de todas las Iglesias que se han creado en su nombre, pues siempre será infinitamente más que la imagen que tenemos de Él.
Y sobre todo, nos quiere con un amor inconmensurable e incondicional. Incluso si no creemos en Él.