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La oración es una expresión de la mente finita en su esfuerzo por acercarse al Infinito. Por consiguiente, la formulación de una oración está necesariamente limitada por el conocimiento, la sabiduría y los atributos de lo finito; del mismo modo, la respuesta ha de estar condicionada por la visión, los objetivos, los ideales y las prerrogativas del Infinito.
Cuando una oración se queda aparentemente sin respuesta, el retraso es a menudo el presagio de una respuesta mejor.
Cuando las oraciones temporales son compuestas por el espíritu y expresadas con fe, a menudo son tan amplias y abarcan tantas cosas que sólo se pueden contestar en la eternidad
Las respuestas a la oración de la mente mortal son a menudo de tal naturaleza, que sólo se pueden recibir y reconocer después de que esa misma mente que ora ha alcanzado el estado inmortal.
La oración de una persona que conoce a Dios puede estar tan distorsionada por la ignorancia y tan deformada por la superstición, que responder a la misma sería muy poco deseable. Los seres espirituales intermedios tienen entonces que traducir de tal manera esa oración que, cuando llega la respuesta, el peticionario no logra reconocer en absoluto que se trata de la respuesta a su oración.
Todas las oraciones verdaderas son dirigidas a los seres espirituales, y todas esas peticiones deben ser contestadas en términos espirituales, y todas esas respuestas deben consistir en realidades espirituales. Los seres espirituales no pueden ofrecer respuestas materiales ni siquiera a las súplicas espirituales de los seres materiales. Los seres materiales sólo pueden orar eficazmente cuando «oran en espíritu»
Ninguna oración puede esperar una respuesta a menos que haya nacido del espíritu y haya sido alimentada por la fe.
No vaciléis en formular las oraciones que expresan los anhelos del espíritu… Todas las súplicas sinceras nacidas del espíritu recibirán, con certeza, una respuesta. Pedid y recibiréis. (from LU 168:4.1-13)
A lo largo de todos los siglos posteriores, los hombres no han sido incapaces de comprender a Jesús; han tenido miedo de comprenderlo. (LU 156:2.4)