© 2002 The Brotherhood of Man Library
La espiritualidad indica inmediatamente vuestra proximidad a Dios y la medida de vuestra utilidad para vuestros semejantes. La espiritualidad realza la aptitud para descubrir la belleza en las cosas, para reconocer la verdad en los significados y para descubrir la bondad en los valores. El desarrollo espiritual está determinado por la capacidad para llevarlo a cabo y es directamente proporcional a la eliminación de los elementos egoístas del amor.
El verdadero estado espiritual representa la medida en que se ha alcanzado la Deidad, la armonización con el Ajustador. Conseguir la finalidad de la espiritualidad equivale a alcanzar el máximo de realidad, el máximo de semejanza con Dios. La vida eterna es la búsqueda interminable de los valores infinitos.
La meta de la autorrealización humana debería ser espiritual, no material. Las únicas realidades por las que vale la pena luchar son divinas, espirituales y eternas. El hombre mortal tiene derecho al disfrute de los placeres físicos y a la satisfacción de los afectos humanos; se beneficia de la lealtad a las asociaciones humanas y a las instituciones temporales; pero éstos no son los cimientos eternos sobre los que ha de construir la personalidad inmortal que deberá trascender el espacio, vencer el tiempo y alcanzar el destino eterno de la perfección divina y del servicio como finalitario.
Jesús describió la profunda seguridad del mortal que conoce a Dios cuando dijo: «Para un creyente en el reino que conoce a Dios, ¿que importa si todas las cosas terrenales se derrumban?» Las seguridades temporales son vulnerables, pero las certezas espirituales son inquebrantables. Cuando las mareas de la adversidad, el egoísmo, la crueldad, el odio, la maldad y los celos humanos sacuden el alma de los mortales, podéis tener la seguridad de que existe un bastión interior, la ciudadela del espíritu, que es absolutamente inatacable; al menos esto es cierto para todo ser humano que ha confiado la custodia de su alma al espíritu interior del Dios eterno.
Después de este logro espiritual, conseguido por medio de un crecimiento gradual o de una crisis específica, se produce una nueva orientación de la personalidad así como el desarrollo de una nueva escala de valores. Estas personas nacidas del espíritu tienen tales motivaciones nuevas en la vida que pueden mantenerse tranquilamente al margen mientras perecen sus ambiciones más queridas y se derrumban sus esperanzas más profundas; saben positivamente que estas catástrofes no son más que cataclismos rectificadores que destruyen nuestras creaciones temporales, preludiando la construcción de las realidades más nobles y duraderas de un nivel nuevo y más sublime de consecución universal. (LU 100:2.4-8)
La meta de la autorrealización humana debería ser espiritual, no material. Las únicas realidades por las que vale la pena luchar son divinas, espirituales y eternas. (LU 100:2.6)