© 1999 The Urantia Book Fellowship
Ningún alma de cobarde es mía
Ningún temblor en la esfera tormentosa del mundo
Veo brillar las glorias del cielo,
Y la fe brilla igual, armándome contra el miedo
Oh Dios dentro de mi pecho
¡Todopoderosa Deidad siempre presente!
Vida, que en mí tiene descanso
Pues yo, Vida Eterna, tengo poder en ti!
Vanos son los mil credos
que conmueven los corazones de los hombres, indeciblemente vanidosos;
Sin valor como la mala hierba marchita,
O la más ociosa espuma en medio de lo ilimitado.
Para despertar la duda en uno
Sosteniendo tan rápido por tu infinito,
Así que seguramente anclado en
La roca firme de la inmortalidad
Con amplio amor abrazando
Tu espíritu anima años eternos,
Penetra y se cierne arriba,
Cambia, sostiene, disuelve, crea y cría.
Aunque la tierra y la luna se hayan ido,
Y soles y universos dejen de ser,
Y tú te quedes solo.
No hay lugar para la Muerte,
Ni átomo que su poder pudiera anular;
Ya que eres el Ser y el Aliento
Y lo que eres nunca puede ser destruido.
2 de enero de 1846
El poema, que según su hermana Charlotte, fueron los últimos versos que escribió Emily Bronte, no tiene título.
En la mente de Dios hay un plan que incluye a todas las criaturas de todos sus inmensos dominios, y este plan consiste en un propósito eterno de oportunidades sin límites, de progreso ilimitado y de vida sin fin. ¡Y los tesoros infinitos de esta carrera incomparable serán vuestros con tal que os esforcéis por alcanzarlos! (LU 32:5.7)