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La reunión anual del Blue Club europeo se celebró en Viena del 20 al 21 de mayo de este año. Unas 12 personas de diferentes países se reunieron para hablar sobre un tema muy delicado y controvertido. Tratamos sobre los diferentes sucesos que han ocurrido en toda Europa. El tema era «el islam».
Al comienzo de la reunión, se hizo una presentación de título «Cómo tratar con el islam». Como lectores de El libro de Urantia, nos dimos cuenta de que el enfoque tenía que ser diferente. No se trata de tratar con algo que parece estar mal. Se trata de implicarse con personas que tienen creencias diferentes, que tienen otras tradiciones y maneras de pensar que pueden ser diferentes a las que estamos acostumbrados. Se trata de respetar la diversidad de cada persona y aun así implicarse en la unidad.
Algunas de las personas que asistieron a la reunión plantearon la pregunta de si era necesario tratar sobre la situación política de Europa en lo que respecta, entre otras cosas, a las oleadas de refugiados que llegan de diferentes partes del planeta. También sobre cómo deberían actuar o reaccionar nuestros líderes en este asunto. Pronto nos dimos cuenta de que, en nuestra posición, tenemos que enfocarnos en lo que podemos hacer como personas y preguntarnos cuál sería el enfoque correcto para implicar a nuestros hermanos y hermanas musulmanes.
Como dijo Jesús: «Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios_»._ [LU 133:4.3] No nos corresponde juzgar lo que está mal o no en nuestro país, y pensaríamos con un punto de vista muy limitado si pensáramos que todo musulmán tiene malas intenciones y que está intentando hacer un ataque en alguna parte. En ocasiones actuamos con miedo hacia cosas que están fuera de nuestro control. El miedo es algo que nos congela en nuestra manera de actuar, en nuestra manera de acercarnos a las personas y en nuestro intento de encontrar maneras positivas de reaccionar a cosas negativas. La ignorancia y la falta de interés por conocer cómo piensan y viven otras personas es también un problema muy grande que nos bloquea gran parte del tiempo. Cuando nos reunamos con personas de diferentes creencias o tradiciones, debemos intentar comprender su manera de vivir, así como sus reacciones hacia nosotros. Si queremos estar a la altura de los altos valores del vivir, si queremos honrar nuestro estatus como ciudadanos cósmicos y como hijos e hijas de Dios, deberíamos considerar lo que El libro de Urantia y Jesús nos enseñan:
Estos niveles elevados de vida humana se alcanzan mediante el amor supremo a Dios y el amor desinteresado a los hombres. Si amáis a vuestros semejantes, es porque habéis descubierto sus valores. Jesús amaba tanto a los hombres porque les atribuía un alto valor. Podéis descubrir mejor los valores de vuestros compañeros descubriendo sus motivaciones. Si alguien os irrita, os produce sentimientos de rencor, deberíais tratar de discernir con simpatía su punto de vista, las razones de su comportamiento censurable. En cuanto comprendéis a vuestro prójimo, os volvéis tolerantes, y esta tolerancia se convierte en amistad y madura en amor. [LU 100:4.4]
En mi experiencia como educadora social, en la que trabajo también con familias musulmanas, me he dado cuenta de que cada ser humano está conectado de alguna manera nada más y nada menos que por el AMOR. Al final, todos buscamos reconocimiento, aceptación y apreciación por lo que hacemos, por quienes somos y por lo que logramos en nuestra vida. ¿Cómo damos a los demás lo que también anhelamos para nosotros? ¿Cómo aprendemos a ser amables, compasivos y finalmente cariñosos con los demás, incluso con los que son difíciles de entender o que nos provocan o nos hacen daño de alguna manera? En ocasiones reaccionamos desde nuestra herida, no por lo que la otra persona nos hace, sino por lo que podemos relacionar consciente o inconscientemente con lo que esa persona dice o hace debido a experiencias similares que hemos tenido en nuestra vida. Necesitamos ser conscientes de eso. En la magia del momento, podemos ser conscientes de nuestras reacciones y también ser conscientes de nosotros mismos, así como del fragmento divino que vive dentro de nosotros; el espíritu de la verdad y nuestros hermanos y hermanas invisibles nos ayudan siempre que se lo pedimos. Si no podemos hacerlo nosotros solos, con Dios «todo es posible». No olviden estas palabras:
No podéis amar realmente a vuestros compañeros con un simple acto de voluntad. El amor solo nace de una comprensión completa de los móviles y sentimientos de vuestros semejantes. Amar hoy a todos los hombres no es tan importante como aprender cada día a amar a un ser humano más. Si cada día o cada semana lográis comprender a uno más de vuestros compañeros, y si este es el límite de vuestra capacidad, entonces estáis sin duda haciendo sociable y espiritualizando realmente vuestra personalidad. El amor es contagioso, y cuando la devoción humana es inteligente y sabia, el amor es más contagioso que el odio. Pero solo el amor auténtico y desinteresado es verdaderamente contagioso. Si tan solo cada mortal pudiera convertirse en un foco de afecto dinámico, este virus benigno del amor pronto impregnaría la corriente de emoción sentimental de la humanidad hasta tal punto que toda la civilización quedaría envuelta en el amor, y esta sería la realización de la fraternidad de los hombres. [LU 100:4.6]
Esto es un reto para nuestra vida y no es fácil, porque todos tenemos problemas al trabajar con nuestros prejuicios de experiencias pasadas. En ocasiones nuestra parte humana tiende a juzgar y a aferrarse a lo negativo; es a lo que estamos acostumbrados y como reaccionamos a primera vista. Pero a veces necesitamos abrir nuestro corazón y nuestra mente y percibir la verdad, la belleza y la bondad que nos rodea.
He aprendido que la «com-unión» con nuestro Padre es un paso muy importante. Cuando conseguimos esta conexión, aprendemos a ser tolerantes, compasivos y comprensivos; podemos crecer en la experiencia de darnos cuenta de ello. De esta manera, reaccionamos a este bello mandato: Sed perfectos como yo soy perfecto [LU 1:0.3]
Llevamos con nosotros la responsabilidad de saber que esto es posible. El siguiente paso es ponerlo en práctica.