© 2022 Troy R. Bishop
© 2022 Jeannie Vasquez, traducción
© 2022 Asociación Urantia de España
Por Troy R. Bishop
(Traducción de Jeannie Vázquez)
En los albores del siglo veinte, una cultura olvidada durante mucho tiempo se ha redescubierto en las tierras altas de Anatolia, en Asia Menor. Esta antigua civilización, Urartu (se pronuncia u-rar’-tu), que se centró en el lago Van, floreció desde el siglo IX al VI a.C., extendiéndose desde el lago Urmia en el este hasta el norte de Siria en el oeste. Durante sus trescientos años de existencia, el Imperio Urartiano fue un poder formidable. Más tarde, fue derrotado y desapareció de la memoria del hombre.
La tierra ocupada por los urartianos ha desempeñado un papel prominente en el eterno ministerio universal para nuestro planeta, el cual ha sido revelado en El Libro de Urantia. El péndulo del destino mundial giró en esa dirección mucho antes que el hombre moderno lo recordara.
Hace doscientos mil años Van, un voluntario ascendente (rematerializado) que vino a Urantia, escuchó a Caligastia, su superior y gobernante celestial de nuestro planeta, anunciar un plan para rechazar el gobierno Paradisíaco del Padre y del Hijo Creador. Van, que había trabajado en la ciudad de Dalamatia, la sede central de Caligastia, durante trescientos mil años con arreglo al plan para el avance mundial, denunció enérgicamente a los rebeldes. Junto a Amadon, su socio andonita modificado, reunió a un pequeño grupo de leales y se retiró a un asentamiento sin murallas cercano. Cada una de las serafinas, querubinas, criaturas intermedias, portadores de vida, voluntarios corpóreos ascendentes, andonitas modificados y otros seres leales, se separaron de la autoridad del Príncipe Planetario y de las tareas que habían desempeñado durante de trescientos mil años para elegir la verdad de la primacía del Padre Universal, en vez de seguir el camino cómodo de la obediencia
Aunque la oscuridad y la muerte reinaban fuera del asentamiento, los leales centinelas intermedios estaban siempre vigilantes. Van y Amadon poseían el invaluable el árbol de la vida, del cual se habían apropiado los querubines, serafines y criaturas intermedias leales al estallar la rebelión. Al ingerir del fruto y las hojas de este árbol, dentro del cual circulaban energías sobrehumanas, estos dos seres cuyos cuerpos contenían el complemento orgánico de los circuitos de vida del sistema de Satania, pudieron vivir indefinidamente. Aquellos de sus leales camaradas materiales y semimateriales cuyos cuerpos estaban igualmente constituidos también eran capaces de llevar una existencia inmortal. Sus antiguos compañeros desleales en Dalamatia, sin embargo, al encontrarse carentes de este ministerio de vida, se enfrentaron a la desintegración y la muerte inevitable.
El estallido de la rebelión había impuesto el silencio a los circuitos interplanetarios, por la cuarentena. Durante siete años de ansiedad, los leales esperaron para conocer su estatus con las autoridades del universo. Por fin llegó un mensajero, con noticias reivindicando sus acciones al desafiar al Príncipe. Dejando atrás final y eternamente la antigua ciudad de la promesa, que se encuentra (posiblemente) en la (entonces) desembocadura del Golfo Pérsico, el grupo viajó a través de la extensión de la llanura mesopotámica hasta la abrupta muralla de los altiplanos limítrofes. Dejando atrás el polvo de la Mesopotamia, ellos entraron en las tierras altas, a su encuentro con el destino.
Poco después de esta reubicación, todos los asociados materiales y semimateriales leales de Van y Amadon y con estado de inmortalidad fueron trasladados desde Urantia a la capital del sistema, y Van fue designado como la autoridad máxima de todas las personalidades sobrehumanas en Urantia. Desde estas tierras altas aisladas, en un período de mil años, Van y Amadon establecieron trescientos cincuenta asentamientos de personas leales al plan de progresión mortal y cooperación universal. Esta red se extendía desde el lago Van hacia el este hasta la región del sur del Mar Caspio y hasta las estribaciones del Kopet Daugh, en el Turquestán, y en El Libro de Urantia se nos informa que éste era el extremo oriental de la red Vanita y también la sede principal de Van y Amadon.
Durante ciento cincuenta mil años, Van y Amadon lideraron a los descendientes de las tierras altas de sus seguidores humanos originales en sus esfuerzos para la elevación del mundo. Durante incalculables generaciones, surgieron leyendas acerca de estos dos ministros inmortales de Dios que continuaron viviendo y trabajando entre los hombres. Poco a poco, Van y Amadon llegaron a ser vistos como personajes divinos o casi divinos y fueron incorporados a las tradiciones, supersticiones y religiones de la humanidad.
Después de que el envío de un Hijo y una Hija Materiales a Urantia había sido aprobado en lo alto, Van y Amadon guiaron a sus seguidores en la preparación de un jardín para la pareja. Hace treinta y siete mil años, Adán y Eva llegaron y asumieron la administración de Urantia. Van y Amadon habían trasplantado el árbol de la vida al Jardín del Edén para uso de la pareja adámica. Poco después de la llegada de Adán y Eva, Van y Amadon regresaron a la sede del sistema, después de casi medio millón de años sirviendo en este mundo pequeño y necesitado, dejando atrás un legado verdaderamente vivo.
La primera mención registrada de Urartu está en las antiguas inscripciones asirias del siglo XIII a.C., una época anterior a cuando Urartu se consolidó como un estado. En ese momento, los asirios aplicaron el término Uruartri a las agrupaciones dispersas de personas en la región donde Urartu iba a aparecer más tarde. Los asirios también se refirieron a estos pueblos como los Nairi. (¿Podría estar relacionado con los Neritas mencionados en El Libro de Urantia, capítulo LU 78:8.11?).
En el año 860 a.C., el reino Urartiano se formó bajo el reinado de su primer rey, Aramu, y los asirios comenzaron a referirse a la nueva nación como Urartu. Los urartianos, sin embargo, se referían a su país como la tierra de Biaini. Los eruditos de alguna manera derivan la palabra Van, como en el lago Van (y tal vez cerca del lago Sevan), de la palabra Biaini y a veces se refieren a Urartu como el Reino de Van.
Los urartianos fueron derrocados en el año 590 a.C. por los medos y por algunos otros pueblos que anteriormente estaban bajo el dominio de los urartianos. Después de la destrucción de Urartu, sucedió algo extraño: otros imperios que han desaparecido de la escena de los asuntos humanos han sobrevivido en la historia — los asirios, por ejemplo; pero la civilización desaparecida de Urartu fue completamente olvidada. Sus grandes éxitos fueron atribuidos a sus enemigos. Su nombre se perdió para el mundo, excepto por ciertas inscripciones asirias, que constituyeron un rompecabezas para historiadores posteriores.
Los antiguos hebreos conocían a los urartianos y tenían tratos con ellos, pero el Antiguo Testamento se refiere erróneamente a ellos por un nombre distorsionado. Del mismo modo, el nombre de una montaña vital para la tradición hebrea ha sido alterado a través de la distorsión del nombre Urartu. El profesor Boris Petrovskii, un investigador del Reino Urartiano, escribe sobre la distorsión hebrea del nombre Urartu, de la siguiente manera:
«El nombre fue preservado en el Antiguo Testamento en la forma distorsionada ‘Ararat’, que en la versión latina se convirtió en ‘Armenia’. Cuando los escritores masoréticos estaban vocalizando el texto de la Biblia, insertaron la vocal a en palabras que eran desconocidas para ellos, de modo que ‘Urartu’ se convirtió en ‘Ararat’; y es sólo en años muy recientes que los pergaminos del Qumran han proporcionado una forma del nombre con la semi-vocal w en la primera sílaba.»
Dos referencias del Antiguo Testamento a los urartianos son descritas por el profesor Petrovskii de la siguiente manera:
Hoy en día, casi cualquier atlas bíblico incluye Urartu en sus mapas del mundo antiguo y explica que Ararat en la Biblia realmente se refiere a Urartu.
El profesor Seton Lloyd, otro investigador de Urartu, declara esto sobre la antigua civilización:
«Urartu se nos presenta ahora como una nación, y en su tiempo una gran nación, cuya historia e incluso identidad parecen haber sido completamente eliminados de los registros de la memoria humana durante dos mil quinientos años. Sin embargo, hoy en día, todo lo que tiene que ver con esta nación (sus características raciales, su historia política y económica y su arte) constituye uno de los problemas más intrigantes de la arqueología del Cercano Oriente.»
Por lo general, se admite que los urartianos surgieron de los hurritas y emplearon una lengua similar a Hurrita. Estos residentes en las montañas construyeron grandes fortalezas con vistas a las tierras altas de Urartu. Su reino promovía enormes programas de construcción. Los restos del palacio muestran evidencias de poderío económico. Gran parte de su arte ha sido recuperado, particularmente obras en bronce. El arte de Urartu contiene abundantes representaciones que se refieren al Culto del Arbol - imágenes de árboles sagrados custodiados por serafines y genios y a veces acompañados por un rey o varios reyes.
Esta persistente representación del árbol de la vida con sus seres celestiales guardianes permeó la cultura uraratiana. Durante generaciones, sellos personales imprimieron el árbol sagrado en la correspondencia llevada a todo el imperio. Los gobernantes y administradores bebieron vino en copas de bronce estampadas con el emblema del árbol. Los guerreros urartianos llevaron el símbolo del árbol sagrado para luchar en la batalla, en cinturones de bronce y cascos puntiagudos. Piedras talladas mostraban el símbolo árbol sagrado por toda la tierra. Pinturas murales coloridas y columnas talladas en palacios y otros edificios repitieron el tema recurrente.
Los urartianos eran formidables en la guerra. Los asirios emprendieron ataques contra las fortalezas urartianas, pero hubo períodos en los que tuvieron el cuidado de cultivar la buena voluntad de estos habitantes de las montañas. En el año 714 a.C., por ejemplo, Sargon, al frente de su ejército asirio, saqueó algunos bastiones urartianos; pero en 654 a.C., el rey asirio Assurbanipal, en la celebración de su victoria sobre el rey Teuman de Elam y la captura de Susa, recibió emisarios del rey Rusa de Urartu. Según los anales asirios que registran el evento:
«Rusa, rey de Urartu, oyó hablar del poder de mis dioses y fue dominado por el terror ante mi majestad. Luego envió a sus príncipes a Arbela para traerme saludos».
En el año 590 a.C., Urartu fue saqueado y quemado. Sólo unos vestigios permanecieron. El polvo y los vientos del tiempo hicieron su trabajo. No fue hasta hace unos cien años que los investigadores comenzaron a relacionar las ruinas a lo largo de las tierras altas de Anatolia con las vagas referencias a Urartu en los registros asirios; anteriormente se había creído que eran asirios. No fue hasta 1936 que comenzó la primera excavación sistemática de una gran fortaleza urartiana.
Después de la desaparición de Urartu como entidad política, los armenios dominaron las antiguas tierras altas, absorbiendo en el proceso porciones de la cultura urartiana anterior. Más recientemente, los armenios, al igual que sus predecesores urartianos, se han enfrentado a una devastación trágica que redujo la población en estas tierras ancestrales. La mano del destino parece no haber completado aún su drama de reajuste violento en las tierras altas de Anatolia.
Una lectura informal de El Libro de Urantia podría dar la impresión de que la sede de Van estaba principalmente en el área de Lago Van. Un análisis más detallado y una comparación de las declaraciones en El Libro de Urantia indica, sin embargo, que la sede principal de Van estaba en las estribaciones al sur del Kopet Dag, donde Adanson posteriormente se estableció. En este sentido, El Libro de Urantia explica que los Vanitas (los primeros seguidores de Van) y sus descendientes más tarde se establecieron en las orillas del lago Van y sus tradiciones posteriores se desarrollaron alrededor de esta zona.
Sería interesante especular sobre la composición racial de los primeros seguidores de Van y su relación con los pueblos mejor conocidos de hoy: los armenios, por ejemplo. Este es un tema para otro estudio. Sabemos que los seguidores humanos de Van y Amadon que posteriormente se reprodujeron -los individuos no inmortales- eran de la raza andonita, al igual que lo eran sus seguidores humanos modificados, ninguno de los cuales se reprodujo. También sabemos que los voluntarios corpóreos ascendentes se parecían a sus asociados modificados, al menos en el color de su piel. Los cuerpos de estos voluntarios rematerializados eran del mismo orden que el cuerpo de Maquiventa Melquisedec, a quien también le fue proporcionado un cuerpo fabricado especialmente para prestar su servicio planetario de emergencia; en su apariencia, Maquiventa Melquisedec se asemejaba a las personas que lo rodeaban, pero poseía una presencia dominante. Los primeros andonitas, medio millón de años antes de Van y Amadon, se parecían un poco a los esquimales actuales tanto en apariencia general como en color de piel. No sabemos cuántos cambios se produjeron en la raza andonita durante el medio millón de años anterior a la época de Van y Amadon. Los noditas, siendo descendientes de los andonitas modificados, sufrieron algunos cambios debido a mutaciones artificiales, pero podrían haber mantenido un color de piel similar al de los andonitas. Los adamsonitas que aparecieron posteriormente en la región del Turquestán anteriormente habitadas por Van y Amadon fueron los antepasados de los primeros griegos.
Se han producido acontecimientos de gran importancia en esa pequeña área del mundo, cuyas consecuencias repercutieron a través de los siglos. Tal vez algún día sepamos más sobre este tema. Una cosa es cada vez más clara: La revelación moderna contenida en El Libro de Urantia no es simplemente un artículo teórico sobre creencias que deba ser resguardado ser protegido de todos los vínculos con la realidad externa. Incluso la palabra Urantia, que los lectores de El Libro de Urantia conocemos como el nombre de nuestro planeta, no es, según parece ahora, nueva para este mundo (una posibilidad que da una sensación reconfortante de continuidad con el pasado). La similitud entre Urantiano y Urartiano es demasiado grande, la ubicuidad de su prefijo demasiado universal. Tal vez algún día los eruditos encuentren una nueva inscripción o descubran un nuevo dato lingüístico y demuestren que el término exacto Urantia ha estado en uso generalizado en nuestro mundo durante edades tras edades.
La palabra Urantia, el nombre universal revelado de nuestro planeta, era conocida por Van. Derivados de esta palabra han abundado en la zona donde Van residió, abriéndose paso en las lenguas y tradiciones de los hombres desde tiempos inmemoriales. Algunos son obvios, mientras que otros son especulativos: Urartu - Ur - Rey Ursa -Montañas Urales. Tal vez es un error buscar definiciones antiguas de la palabra Ur y sus derivados para encontrar pistas sobre el significado del nombre Urantia. Tal vez, como nombre revelado, esta palabra ha dado a todos los idiomas humanos sus interpretaciones diversas e imperfectamente percibidas del verdadero significado universal del prefijo Ur.
Puede parecer extraño que los urartianos se refirieron a sí mismos como Biaini y no urartianos, pero ciento cincuenta mil años de fraternizar con un inmortal, aunque fuera visible, parece ser una experiencia válida para homenajearla en el propio nombre racial y cultural. También puede parecer extraño que fueron los asirios quienes usaron la palabra Urartu. Pero El Libro de Urantia, una obra maestra de la consistencia, tiene respuestas para muchas preguntas a medida que surgen, incluso aquellas que no eran humanamente previsibles en el momento de su escritura. Una pequeña frase entre los más de un millón de magníficas palabras de este libro simplemente nos informa que los primeros Vanitas fueron los antepasados de los asirios.