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Lo que me mueve
De Karen Van Aarde (Sudáfrica)
Lo que me mueve es la verdad – buscar la verdad –. Desde que era joven, he sentido que había mucho más de Dios por conocer, más de Dios por experimentar.
Muy pronto, mi relación con el Padre fue relativamente estrecha, y sentía un anhelo de todo corazón, un hambre intensa de conocer al Padre.
Recuero que, cuando tenía cinco años y medio, despertaba a mi madre en mitad de la noche y le pedía que me leyera la Biblia. Más tarde, arrancaba las páginas de la Biblia y las metía en los bolsillos y bajo mi ropa. Creía que llevar esas páginas conmigo me acercaría a Dios. Con el tiempo, la Biblia no fue suficiente para saciar mi sed de verdad. Quería más.
Mientras practicaba la religión de mi familia, comencé a buscar la verdad en otras religiones. Lo hice en secreto porque «otros sistemas de creencias», tales como los libros apócrifos, el hinduismo, el budismo, la meditación oriental, el misticismo, el gnosticismo, la Cábala y las creencias «new-age» se consideraban heréticas.
Encontré fragmentos y trozos de verdad, pero era demasiado poco para sentirme satisfecha. Leía vorazmente libros espirituales y religiosos pero me di cuenta de que ninguno de esos libros y «otros sistemas de creencias» y religiones me ayudarían a encontrar la verdad.
Es extraño anhelar algo cuando no sabemos ni siquiera lo que es, pero cuando lo encontramos estamos tan seguros como de que el cielo es azul.
Mis amigos no podían comprender mi falta de pasión y mi insatisfacción hacia la iglesia y hacia ciertas escrituras de la religión en la que crecí. Quería más y confiaba en que nuestro Padre celestial me llevaría hacia verdades más altas.
Entonces, un sábado por la noche, me encontré a un amigo en el supermercado. Compartíamos la misma pasión hacia la verdad, y me preguntó qué era lo que estaba buscando en la vida. Me estaba probando para ver si estaría receptiva a El libro de Urantia.
Después de compartir con él mis pensamientos y mis sentimientos y mi búsqueda de la verdad, dijo que entendía lo que yo estaba experimentando y que conocía el libro perfecto para mí.
Estaba ilusionada, pero también desconfiaba por si encontraba de nuevo otro libro que girara alrededor de la verdad, que hablara de cosas con las que no estaba de acuerdo en mi corazón. Pero lo pedí y, cuando llegó, me sentí como un niño en Nochebuena. Abrí la caja y me sorprendió lo grueso que era. A medida que recorría las páginas, percibí que tenía entre las manos aquello que había estado buscando. Encontré una confirmación tras otra sobre todas las cosas que conocía claramente en mi corazón. Muchas veces, mientras leía El libro de Urantia, exclamaba: «¡Lo sabía, lo sabía!». A veces reía de puro placer.
En verdad, por primera vez pude sentir que cambiaba de una manera que no se puede expresar con palabras. Sentí como si estuviera «ingiriendo» la vida misma. Todos los días se hacía más fácil hacer lo «correcto».
Ahora soy más feliz, me siento más en paz.
Estoy desarrollando un amor profundo e inefable hacia el Padre, hacia mí misma y hacia mis semejantes. Estoy construyendo verdaderamente una relación personal con el Padre y un entendimiento personal, privado y poderoso de la paternidad de Dios y de la hermandad de los hombres.
Durante toda mi vida fui una gran interrogación. Ahora, cuanto más comprendo las enseñanzas de El libro de Urantia, más fácil me resulta ser lo que Dios quiere que sea. Ser más como el Padre está a mi alcance. No siempre es fácil, pero cuanto más comprendo la verdad, más fuerza tengo. ¡Por primera vez, puedo decir que soy verdaderamente libre!