© 2012 Fundación Urantia
De Alice Wood, Green Bay (Wisconsin, EEUU)
Los seres humanos sienten de manera innata «el amor de la aventura, la curiosidad y el horror a la monotonía.» LU 14:5.10 Antes de que naciera mi hijo Huck, consideraba mi propia vida – los hábitos que había desarrollado, las rutinas en las que había caído – y quería hacer algo nuevo. Irónicamente, embarcarme en la aventura de la maternidad me llevó a la monotonía de la maternidad.
Cuando me siento agobiada porque tengo que reprimir mi deseo de aventuras (el Gran Cañón me ha estado llamando durante meses), me consuela saber que mi experiencia como madre tiene un valor inagotable, pues comprendo mejor la relación entre Dios y sus hijos. El libro de Urantia afirma: «una verdadera familia — una buena familia — revela a los padres procreadores la actitud del Creador hacia sus hijos» LU 84:7.30. Esta afirmación me ha dado un propósito que me afecta diariamente. Todo momento me proporciona una oportunidad de aprender una actitud ideal, como la de un niño, hacia el Padre.
Hace unos meses, estaba hablando con una budista y con otro lector de El libro de Urantia. La budista dijo que no quería tener hijos porque quería centrarse en alcanzar la iluminación. Mi respuesta inmediata fue asentir con la cabeza, pensando que, como al aprender a tocar el violín, lograr la iluminación sería dejar para más tarde tener hijos. El lector de El libro de Urantia, sin embargo, le planteó la pregunta: «¿No crees que la experiencia de tener hijos te ayudaría a alcanzar la iluminación?».
Sí, cantar canciones infantiles todo el día puede ser monótono, y cuando tengo un niño llorón y puré de guisantes en el pelo, me aferro a la idea de que el efecto general de ser madre será iluminador.
No puedo calcular cuánto tiempo he pasado sin hacer nada de valía espiritual, forzando a mi Ajustador del Pensamiento a esperar hasta que lleguen las comedias de situación del jueves por la noche, y resistiéndome – estoy segura que en demasiadas ocasiones – a las incitaciones de mi Ajustador. Pero Dios sigue amándome y anima sin descanso mi crecimiento. Como yo, Huck tiene mucho que aprender sobre confianza, y es más fácil para él en algunas situaciones que en otras. Recientemente ha comenzado a caminar, y me he quedado sorprendida de lo fácil que puede ser conseguir que camine por donde quiero. Si bajo a su nivel, señalo y le digo: «Vamos por ahí», él camina justo a mi lado. No sabe por qué vamos por ahí; todo lo que sabe es que se le ha dicho que «por ahí» es un buen lugar para estar. Por otro lado, casi todo cambio de pañales llega con una buena cantidad de pataleos y gritos. ¿No sería más fácil la vida si Huck simplemente aceptara el cambio de pañales y confiara en que es por su bien? ¿No sería más fácil la vida si simplemente aceptáramos la voluntad de Dios y confiáramos en que nos lleva por el mejor camino?
Ojalá pueda recordar esta experiencia con satisfacción y disfrutar de una amistad con Huck largo tiempo esperada. Desde un punto de vista universal, habrá un finalitario más para embarcarse en la aventura gloriosa de los niveles del espacio exterior, un finalitario más que contribuirá al crecimiento del Supremo. Con todo lo bello que es, lo que me mantiene a través de la vigésima interpretación de «Old McDonald» es el conocimiento de que, a través de este cambio, desarrollaré un mayor entendimiento de cómo ser una hija de Dios.
Capturar siquiera un conocimiento parcial de este mensaje mejorará la calidad de vida de todo buscador de la verdad.
De Bernard Gabriel Belarski, Sydney (Australia)
Recordando los muchos años de lectura y de estudio de mi querido Libro de Urantia, me parece que la revelación tiene ciertos componentes que son más relevantes durante diferentes etapas del desarrollo de la mente. Durante diferentes momentos de mi vida, ciertas enseñanzas me han llamado la atención.
Recuerdo la enorme alegría que brotó de mi alma cuando completé mi primera lectura de El libro de Urantia, allá por el verano del 77. Cuando cerré el libro, me di cuenta de que, después de muchos años de búsqueda de la verdad, ¡había terminado lo que consideraba era el libro más asombroso que se había publicado jamás! ¿Cómo podía ser que un libro respondiera a tantas preguntas? Poco tiempo después, me di cuenta de que necesitaría toda una vida para hacer realidad lo que acababa de descubrir.
Recuerdo lo impresionado que me sentí con la filosofía de Rodán y lo profundas que eran las palabras de perspicacia y sabiduría del Maestro. ¿Cuánto tiempo necesitarían esas enseñanzas para ser parte de mí? Pasé unos diez años interpretando el sermón de la ordenación, y después de todos mis intentos de comprender esas palabras, casi veinte años después, encontré algo de comprensión valiosa.
Tener una fe personal en la vida eterna ha sido el principal ingrediente de mi mentalidad a lo largo de esta vida mortal. Creer que esta aventura continuará a través de una carrera universal me ha llevado a una comprensión que cuenta tanto con los éxitos como con los fracasos.
Comprender personalmente estas enseñanzas me llevó a muchos ajustes de comprensión y a un cambio de actitud. Y, lo más importante, significa poder hablar de ellas con mis propias palabras. Y así, deseo compartir estas perspicacias después de años de estudio.
La primera trata del primer jubileo. Más que contarles la perspicacia que obtuve de él, les recomiendo que estudien el Documento 27, que les llevará a comprenderlo y apreciarlo y lo importante que es tener esta experiencia mientras vivimos nuestra vida mortal.
La segunda está en el Documento 140, «La ordenación de los doce». Ha sido mi guía para la felicidad. He encontrado en estas palabras más vida y más valor que en todas las demás. Y qué asombroso es saber que nuestro Hijo Creador Paradisíaco le dio consejo a usted, a mí y a toda vida inteligente. Capturar siquiera un conocimiento parcial de este mensaje mejorará la calidad de vida de todo buscador de la verdad.
La tercera es, para mí, la expansión de la madurez y el equivalente al crecimiento del alma. Creo que quizá leamos la verdad compartida más profunda en el Documento 118, sección 1, «El tiempo y la eternidad». En el verano del 77, la afirmación «y esto representa nuestro mejor concepto de la eternidad y de lo eterno» me hizo temblar ante el poder contenido en esta sección y, aún hoy, mientras repaso estos pasajes, experimento un gran sentido de humildad y gratitud.