[227] «La púa está en tu espalda,» etc.—Esta historia la contó el Maestro mientras vivía en Jetavana, acerca de un hermano que había reincidido.
Lo llevaron al Salón de la Verdad y le preguntaron si realmente estaba reincidiendo; a lo que respondió que sí. Cuando le preguntaron por qué, respondió: «Por la cualidad del deseo». El Maestro dijo: «El deseo es como flechas de dos púas que se alojan en el corazón; una vez allí, matan, como las flechas de púas mataron al cocodrilo». Entonces les contó una historia antigua.
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Érase una vez un Bodhisatta, rey de Benarés, y era un buen rey. Un día entró en su parque y llegó a la orilla de un lago. Y aquellos que eran hábiles para la danza y el canto comenzaron a bailar y cantar. Los peces y las tortugas, ansiosos por escuchar el sonido de la canción, se congregaron y caminaron junto al rey. Y el rey, al ver una masa de peces tan larga como el tronco de una palmera, preguntó a sus cortesanos:
«¿Y ahora por qué me siguen estos peces?»
Dijeron los cortesanos: «Vienen a ofrecer sus servicios a su señor».
El rey se alegró de que vinieran a servirle, y ordenó que se les diera arroz regularmente. A la hora de dar de comer, algunos peces llegaron y otros no; y el arroz se desperdició. Se lo comunicaron al rey. «De ahora en adelante», dijo el rey, «a la hora de dar arroz, que suene un tambor; y al son del tambor, cuando los peces se agrupen, denles la comida». A partir de entonces, el alimentador hizo sonar un tambor, y cuando se congregaron, les dio arroz a los peces. Mientras estaban así reunidos, comiendo, llegó un cocodrilo y comió un poco de pescado. El alimentador se lo dijo al rey. El rey escuchó. «Cuando el cocodrilo se esté comiendo el pescado», dijo, «atraviésalo con un arpón y atrápalo». [228]
«Bien», dijo el hombre. Y subió a un bote, y en cuanto el cocodrilo llegó a comer el pescado, lo atravesó con un arpón. Se le clavó en la espalda. Loco de dolor, el cocodrilo huyó con el arpón. Al darse cuenta de que estaba herido, el que lo alimentaba le habló con esta estrofa:
“La púa está en tu espalda, vayas a donde vayas.
El ritmo del tambor, llamando a mis peces a alimentarse,
Te traje, persiguiendo, codicioso, en el camino
Lo cual te llevó también a tu más extrema necesidad”.
Cuando el cocodrilo llegó a su lugar, murió.
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Para explicar este asunto, el Maestro, habiéndose vuelto perfectamente iluminado, pronunció el segundo verso como sigue:
“Así pues, cuando el mundo tienta a cualquier hombre a pecar,
Quien no conoce otra ley que su propia voluntad y deseo,
Perece entre sus amigos y parientes,
Así como el cocodrilo se comió el pescado.”
[229] Cuando este discurso terminó, el Maestro declaró las Verdades e identificó el Nacimiento: —al concluir las Verdades, el Hermano reincidente alcanzó el Fruto del Primer Camino:—«En aquellos días yo era el rey de Benarés».