1 Y yo, Baruc, fui al lugar santo, me senté sobre las ruinas y lloré y dije:
2 «Oh, si mis ojos fueran manantiales,
Y mis párpados son una fuente de lágrimas.
3 ¿Cómo me lamentaré por Sión,
¿Y cómo me lamentaré por Jerusalén?
4 Porque en ese lugar donde ahora estoy postrado,
En la antigüedad, el sumo sacerdote ofrecía sacrificios santos,
Y puso sobre él un incienso de olores fragantes.
5 Pero ahora nuestra gloria se ha convertido en polvo,
Y el deseo de nuestra alma en arena.»