1 Y aconteció que al tercer día, estaba sentado debajo de una encina, y he aquí, de un arbusto que estaba frente a mí salió una voz que decía: Esdras, Esdras.
2 Y dije: Aquí estoy, Señor, y me levanté sobre mis pies.
3 Entonces me dijo: En la zarza me revelé claramente a Moisés y hablé con él, cuando mi pueblo servía en Egipto.
4 Lo envié y saqué a mi pueblo de Egipto y lo llevé al monte, donde lo retuve conmigo por un largo tiempo.
5 Y le contó muchas maravillas y le mostró los secretos de los tiempos y del fin; y le ordenó, diciendo:
6 Estas palabras declararás y ocultarás.
7 Y ahora te digo:
8 Para que guardes en tu corazón las señales que te he mostrado, los sueños que has visto y las interpretaciones que has oído.
9 Porque serás quitado de todos, y desde ahora permanecerás con mi Hijo y con los que son como tú, hasta el fin de los tiempos.
10 Porque el mundo ha perdido su juventud y los tiempos comienzan a envejecer.
11 Porque el mundo está dividido en doce partes, y las diez partes ya han desaparecido, y la mitad de la décima parte.
12 Y queda lo que está después de la mitad de la décima parte.
13 Ahora, pues, ordena tu casa y reprende a tu pueblo, consola a los que están en problemas y renuncia ahora a la corrupción.
14 Deja ir de ti los pensamientos mortales, desecha las cargas del hombre, despojate ahora de la naturaleza débil,
15 Y deja a un lado los pensamientos que te resultan más pesados y apresúrate a huir de estos tiempos.
16 Porque en el futuro se producirán males aún mayores que los que has visto suceder.
17 Porque mirad, cuánto más débil será el mundo con el tiempo, tanto más aumentarán los males sobre los que en él habitan.
18 Porque el tiempo ha pasado muy lejos y el tiempo es difícil de alcanzar; porque ahora se apresura la visión que has visto.
19 Entonces respondí delante de ti y dije:
20 He aquí, Señor, iré como me has mandado y reprenderé al pueblo que está presente; pero a los que nacerán después, ¿quién los amonestará? Así el mundo está en tinieblas, y los que en él habitan están sin luz.
21 Porque tu ley ha sido quemada, por eso nadie sabe lo que has hecho ni la obra que ha de comenzar.
22 Pero si he hallado gracia delante de ti, envía dentro de mí el Espíritu Santo, y escribiré todo lo que se ha hecho en el mundo desde el principio, que fue escrito en tu ley, para que los hombres encuentren tu camino y para que vivan los que vivirán en los últimos días.
23 Y él me respondió diciendo: Ve, reúne al pueblo y diles que no te buscarán durante cuarenta días.
24 Pero mira, prepara muchos bojes y lleva contigo a Sarea, Dabria, Selemia, Ecano y Asiel, estos cinco que están listos para escribir rápidamente;
25 Y ven acá y encenderé una vela de entendimiento en tu corazón, que no se apagará hasta que se cumplan las cosas que comienzas a escribir.
26 Y cuando hayas terminado, algunas cosas publicarás y otras las mostrarás en secreto a los sabios; mañana a esta hora comenzarás a escribir.
27 Entonces salí tal como él me había ordenado, reuní a todo el pueblo y dije:
28 Oye estas palabras, oh Israel.
29 Nuestros padres al principio fueron extranjeros en Egipto, de donde fueron liberados.
30 Y recibieron la ley de la vida, que ellos no guardaron, y que también vosotros habéis transgredido después de ellos.
31 Entonces la tierra, la tierra de Sión, fue repartida entre vosotros por suertes; pero vuestros padres y vosotros mismos habéis hecho injusticia y no habéis guardado los caminos que el Altísimo os había ordenado.
32 Y como es un juez justo, te quitó a tiempo lo que te había dado.
33 Y ahora estáis aquí vosotros y vuestros hermanos entre vosotros.
34 Por lo tanto, si dominan su propio entendimiento y reforman sus corazones, serán mantenidos con vida y después de la muerte obtendrán misericordia.
35 Porque después de la muerte vendrá el juicio, cuando volveremos a vivir; y entonces serán manifiestos los nombres de los justos y se declararán las obras de los impíos.
36 Por tanto, nadie venga a mí ahora ni me busque durante estos cuarenta días.
37 Entonces tomé a los cinco hombres, tal como él me había ordenado, y salimos al campo y nos quedamos allí.
38 Y al día siguiente, he aquí, una voz me llamó, diciendo: Esdras, abre tu boca y bebe lo que yo te doy de beber.
39 Entonces abrí la boca y he aquí que me alcanzó una copa llena, que estaba como llena de agua, pero de color como de fuego.
40 Y lo tomé y bebí; y cuando hube bebido de él, mi corazón expresó entendimiento, y la sabiduría creció en mi pecho, porque mi espíritu fortaleció mi memoria.
41 Y mi boca se abrió y nunca más se cerró.
42 El Altísimo dio entendimiento a los cinco hombres, y escribieron las maravillosas visiones de la noche que les eran contadas y que no conocían; y estuvieron sentados cuarenta días, y escribieron de día, y de noche comieron pan.
43 En cuanto a mí. Hablé de día, y de noche no mordí la lengua.
44 En cuarenta días escribieron doscientos cuatro libros.
45 Y aconteció que cuando se cumplieron los cuarenta días, el Altísimo habló, diciendo: Lo primero que hayas escrito, publícalo abiertamente, para que lo lean los dignos y los indignos.
46 Pero guarda los setenta últimos, para entregárselos sólo a los sabios del pueblo.
47 Porque en ellos está la fuente del entendimiento, la fuente de la sabiduría y el torrente del conocimiento.
48 Y así lo hice.