1 El año treinta después de la destrucción de la ciudad, yo estaba en Babilonia, y yacía angustiado en mi cama, y mis pensamientos subían a mi corazón:
2 Porque vi la desolación de Sión y las riquezas de los que habitaban en Babilonia.
3 Y mi espíritu se conmovió tanto que comencé a hablar palabras llenas de temor al Altísimo, y dije:
4 Oh Señor, que gobiernas, tú dijiste al principio, cuando plantaste la tierra, y sólo tú mismo, y ordenaste al pueblo,
5 Y diste a Adán un cuerpo sin alma, obra de tus manos, y le diste aliento de vida, y volvió a vivir delante de ti.
6 Y lo llevas al paraíso que tu diestra había plantado antes de que la tierra surgiera.
7 Y le diste mandamiento de amar tu camino, el cual transgredió, e inmediatamente designaste la muerte en él y en sus generaciones, de las cuales surgieron naciones, tribus, pueblos y familias, sin número.
8 Y cada pueblo anduvo según su voluntad, hizo maravillas delante de ti y despreció tus mandamientos.
9 Y de nuevo, con el tiempo, trajiste el diluvio sobre los que habitaban en el mundo y los destruiste.
10 Y aconteció en cada uno de ellos que, como para Adán fue la muerte, así fue para éstos el diluvio.
11 Sin embargo, de ellos dejaste a uno, a saber, a Noé con su casa, de donde procedieron todos los hombres justos.
12 Y sucedió que cuando los habitantes de la tierra comenzaron a multiplicarse y tuvieron muchos hijos y eran un pueblo grande, comenzaron de nuevo a ser más impíos que los primeros.
13 Cuando ellos hacían tanta maldad delante de ti, escogiste entre ellos a un hombre que se llamaba Abraham.
14 A él amaste y sólo a él le mostraste tu voluntad.
15 E hiciste con él un pacto eterno, prometiéndole que nunca abandonarías a su descendencia.
16 Y a él le diste a Isaac, y a Isaac también le diste a Jacob y a Esaú. En cuanto a Jacob, tú lo escogiste para ti y lo pusiste junto a Esaú; y así Jacob se convirtió en una gran multitud.
17 Y aconteció que cuando sacaste a su descendencia de Egipto, los llevaste al monte Sinaí.
18 E inclinando los cielos, afirmaste la tierra, conmoviste el mundo entero, hiciste temblar los abismos y perturbaste a los hombres de esa época.
19 Y tu gloria atravesó las cuatro puertas: la del fuego, la del terremoto, la del viento y la del frío; para que dieras la ley a la descendencia de Jacob, y la diligencia a la generación de Israel.
20 Y, sin embargo, no les quitaste el corazón malvado, para que tu ley pudiera dar fruto en ellos.
21 Porque el primer Adán, que tenía un corazón malvado, transgredió y fue vencido; y así sean todos los que de él nacen.
22 Así la enfermedad se hizo permanente; y la ley (también) en el corazón del pueblo con la malignidad de la raíz; de modo que los buenos se fueron y los malos permanecieron.
23 Así pasaron los tiempos y se acabaron los años. Entonces te levantaste un siervo llamado David:
24 A quien le ordenaste que edificara una ciudad a tu nombre y que te ofreciera en ella incienso y ofrendas.
25 Cuando esto sucedió muchos años, entonces los habitantes de la ciudad te abandonaron,
26 E hicieron en todo lo mismo que Adán y todas sus generaciones, pues también ellos tenían un corazón malvado.
27 Y así entregaste tu ciudad en manos de tus enemigos.
28 ¿Acaso son mejores las obras de los que habitan en Babilonia, para dominar a Sión?
29 Porque cuando llegué allí y vi innumerables impiedades, mi alma vio muchos malhechores en este año treinta, de modo que mi corazón desfalleció.
30 Porque he visto cómo los toleraste pecar, y perdonaste a los malhechores, y destruiste a tu pueblo, y preservaste a tus enemigos, y no lo dijiste.
31 No recuerdo cómo se puede dejar este camino: ¿Son, pues, mejores los de Babilonia que los de Sión?
32 ¿O hay algún otro pueblo que te conozca además de Israel? ¿O qué generación ha creído tanto en tus pactos como Jacob?
33 Y, sin embargo, su recompensa no aparece, y su trabajo no da fruto: porque he ido de aquí para allá entre las naciones, y veo que fluyen en riquezas, y no piensan en tus mandamientos.
34 Pesa, pues, ahora en la balanza nuestra maldad, y también la de los que habitan el mundo; y así tu nombre no será hallado en ninguna parte sino en Israel.
35 ¿O cuándo fue que los habitantes de la tierra no pecaron ante ti? ¿O qué pueblo ha guardado así tus mandamientos?
36 Descubrirás que el nombre de Israel ha guardado tus preceptos; pero no los paganos.