La historia de Aristóbulo, hijo de Hircano
1 Muerto Hircano, le sucedió en el trono su hijo Aristóbulo; quien mostró altivez, orgullo y poder; y puso sobre su cabeza una gran corona, en desprecio de la corona del sagrado sacerdocio.
2 Ahora sentía afecto por su hermano Antígono, a quien prefería a todos sus amigos; pero a su hermano lo mantuvo en prisión, como también a su madre, a causa de su amor por Alejandro.
3 Y envió a su hermano Antígono, que luchó contra él y lo venció, con todos sus cómplices y tropas, a los que hizo huir, y regresó a la ciudad de la Santa Casa. Esto sucedió mientras Aristóbulo yacía enfermo.
4 Cuando Antígono iba camino a la ciudad, le informaron de la enfermedad de su hermano; quien, entrando en la ciudad, fue a la casa de Dios, para dar gracias por la misericordia mostrada en su liberación del enemigo, y para suplicar al Dios grande y bueno que le devolviera la salud a su hermano.
5 Por lo tanto, algunos de los que eran adversarios y enemigos de Antígono fueron a Aristóbulo y le dijeron:
6 En verdad, la noticia de tu enfermedad llegó a tu hermano, y he aquí que viene armado con sus partidarios; y ahora ha entrado en el santuario para hacerse amigos, para venir repentinamente sobre vosotros y mataros.
7 Y el rey Aristóbulo temía tomar alguna medida apresurada contra su hermano respecto a lo que le había dicho, hasta que supiera la exactitud de la noticia.
8 Por lo tanto, ordenó a todos sus servidores que se apostaran armados en un lugar determinado, del cual cualquiera que llegara a su palacio no pudiera desviarse.
9 También ordenó que se proclamara públicamente que nadie con armas de ningún tipo entraría en el patio al rey sin estar escondido.
10 Después de esto, envió un mensaje a Antígono, ordenándole que fuera a su encuentro; entonces Antígono se quitó las armas en obediencia al rey.
11 Mientras tanto, llega a él un mensajero de la mujer de su hermano Aristóbulo, que lo odiaba, y le dice:
12 El rey te dice: «Ya he oído hablar de la belleza de tu vestimenta cuando entraste en la ciudad, y deseo verte así vestida; Por tanto, venid a mí en esa forma, para que pueda sentirme complacido de veros».
13 Y Antígono no dudó que este mensaje provenía del rey, tal como el mensajero había informado;
14 y que no quería ponerlo al mismo nivel que los demás en cuanto a la deposición de las armas; y se acercó a él con esa manera y vestido.
15 Y cuando llegó al lugar donde el rey Aristóbulo había ordenado a sus hombres apostarse, con orden de matar a cualquiera que llegara allí armado,
16 y cuando los hombres lo vieron armado, se abalanzaron sobre él y al instante lo mataron; y su sangre fluyó sobre el pavimento de mármol de ese lugar.
17 Y el clamor de los hombres se hizo más fuerte, y su llanto y lamentación aumentaron, afligidos por la muerte de Antígono, por su belleza, y la elegancia de su discurso y sus hazañas.
18 Entonces el rey, al oír el ruido de los hombres, preguntó al respecto; y descubrió que Antígono había sido asesinado;
19 lo cual le causó gran dolor, tanto por el cariño que le tenía como porque no merecía esta suerte; y comprendió que le habían tendido una trampa:
20 y gritó y lloró mucho; y golpeaba su pecho sin cesar; de modo que algunos vasos sanguíneos de su pecho se reventaron y la sangre salió de su boca.
21 Pero sus servidores y los principales de sus amigos vinieron a él para consolarlo, apaciguarlo y tranquilizarlo para impedirlo de esta acción;
22 temiendo morir, porque estaba débil y estaba a punto de morir por lo que ya había hecho.
23 Y tomaron una vasija de oro para recibir la sangre que brotaba de su boca;
24 Y enviaron la palangana con la sangre que había en ella, por mano de uno de los asistentes, a un médico para que la viera y aconsejara lo que había que hacer con él.
25 Y el paje se fue con la palangana; y cuando llegó al lugar donde habían matado a Antígono, y su sangre había corrido, el paje resbaló y cayó; y derramó la sangre del rey que estaba en la palangana sobre la sangre de su hermano asesinado.
26 Y el paje volvió con la palangana y contó a los cortesanos lo que había sucedido; quien abusó de él y lo injuriaba; mientras se justificaba y juraba que no lo había hecho intencionalmente ni voluntariamente.
27 Pero cuando el rey los escuchó pelear, pidió hacerlo. Se les dijo lo que decían, y se callaron; pero cuando los amenazó, se lo dijeron.
28 Quien entonces dijo: «¡Alabado sea el juez justo, que ha derramado la sangre del opresor sobre la sangre del oprimido!»
29 Entonces gimió y al momento expiró. Y el tiempo de su reinado fue un año completo.
30 Y todo su rebaño se lamentó por él; porque era noble, victorioso y liberal; y su hermano Alejandro reinó en su lugar.