Un relato de las cosas que los fariseos hicieron a los saduceos en tiempos de Alejandra.
1 Había entre los saduceos un jefe que había sido ascendido por Alejandro, llamado Diógenes, quien anteriormente lo había inducido a matar a ochocientos hombres de los fariseos.
2 Entonces los jefes de los fariseos vinieron a Alejandra, le recordaron lo que había hecho Diógenes y le pidieron permiso para matarle; que ella les dio, y tomándolo, mataron juntamente con él a muchos saduceos.
3 Lo cual los saduceos, muy en serio, fueron a Aristóbulo; y llevándolo consigo, fueron a la reina y le dijeron:
4 «Tú sabes qué cosas terribles y pesadas hemos sufrido, y las muchas guerras y batallas que hemos librado, en ayuda de Alejandro y su padre Hircano.
5 Por lo tanto, no era justo pisotear nuestros derechos, ni alzar sobre nosotros la mano de nuestros enemigos, ni rebajar nuestras dignidades;
6 Porque un asunto de este tipo no se ocultará a Hartas ni a otros de tus enemigos; que han experimentado nuestra valentía, y no han podido resistirnos, y sus corazones se han llenado del temor de nosotros.
7 Por tanto, cuando se den cuenta de lo que nos has hecho, se imaginarán que nuestro corazón trama planes contra ti; de los cuales, cuando sean certificados, confía en que te engañarán.
8 Ni toleraremos que los fariseos nos maten como a ovejas.
9 Por lo tanto, o apartad de nosotros su malicia o nos permitís salir de la ciudad a algunas de las ciudades de Judá.
10 Y ella les dijo: «Haced esto para evitar que os molesten».
11 Y los saduceos salieron de la ciudad; y partieron sus jefes con los hombres de guerra que se les adhirieron; y fueron con sus ganados a las ciudades de Judá que habían escogido, y habitaron en ellas;
12 y se unieron a ellos los dedicados a la virtud (es decir, los jasdanim).