La historia de la venida de los dos hijos de Herodes, Alejandro y Ari, era tan pronto como se enteraron de que su madre había sido ejecutada por Herodes.
1 Cuando Alejandro y Aristóbulo recibieron la noticia del asesinato de su madre por Herodes, se sintieron abrumados por un dolor excesivo;
2 y partiendo de Roma llegaron a la Ciudad Santa, sin respetar a su padre Herodes como solían hacer antes, por el odio que sentían hacia él por la muerte de su madre.
3 Alejandro se había casado con la hija del rey Arquelao, y Aristóbulo se había casado con la hija de la hermana de Herodes.
4 Entonces Herodes, al ver que no le respetaban, se dio cuenta de que lo odiaban y los evitaba; y esto no pasó desapercibido para los jóvenes y su familia.
5 El rey Herodes se había casado antes que Mariamna con una mujer llamada Dositea, con quien tuvo un hijo llamado Antípatro.
6 Cuando Herodes, pues, tuvo la seguridad de sus dos hijos, como ya hemos dicho, llevó a su esposa Dositea a su palacio, y se unió a su hijo Antípater, encomendándole todos sus negocios; y lo nombró por testamento su sucesor.
7 Y que Antípatro persiguió a sus hermanos Alejandro y Aristóbulo, con la intención de procurarse la paz para él mientras vivía su padre, para no tener rival después de su muerte.
8 Entonces dijo a su padre: «En verdad, mis hermanos buscan una herencia a causa de la familia de su madre, porque es más noble que la familia de mi madre; y por tanto tienen mejor derecho que yo a la fortuna de que el rey me ha juzgado digno:
9 por eso pretenden matarte a ti, y a mí también me matarán poco después.
10 Y esto se lo repetía muchas veces a Herodes, enviándole también en secreto personas para insinuarle cosas que pudieran producir en él un mayor odio hacia ellos.
11 Mientras tanto, Herodes va a Roma, donde se encuentra Augusto, llevando consigo a su hijo Alejandro. «Y cuando llegó a la presencia de Augusto, Herodes se quejó con él de su hijo, pidiéndole que lo reprendiera.
12 Pero Alejandro dijo; «En verdad no niego mi angustia por el asesinato de mi madre sin culpa alguna; Porque incluso los animales brutos muestran mucho más afecto a sus madres que los hombres y las aman más:
13 pero todo plan de parricidio lo niego por completo y me limpio de ello ante Dios, porque tengo los mismos sentimientos hacia mi padre que hacia mi madre.
14 Tampoco soy de esa clase de hombres que me acarrea culpa por el crimen contra mis padres, y más especialmente tormentos eternos.
15 Entonces Alejandro lloró con llanto amargo y muy vehemente; y Augusto se compadeció de él, y todos los jefes de los romanos que estaban cerca, también lloraron.
16 Entonces Augusto pidió a Herodes que restituyera a sus hijos la bondad y la intimidad anteriores, y pidió a Alejandro que besara los pies de su padre, quien así lo hizo. También ordenó a Herodes que lo abrazara y besara, y Herodes le obedeció.
17 Después Augusto encargó un magnífico presente para Herodes, y se lo llevaron; y después de pasar algunos días con él, Herodes regresó a la Santa Casa; y llamando a él a los ancianos de Judá, dijo:
18 Sabed que Antípatro es mi hijo mayor y mi primogénito, pero su madre es de una familia innoble; pero la madre de mis hijos Alejandro y Aristóbulo es de la familia de los sumos sacerdotes y de los reyes.
19 Además, Dios ha ensanchado mi reino y ha extendido mi poder; y por tanto: me parece bien poner a estos mis tres hijos en igual autoridad; de modo que Antípatro no tendrá mando sobre sus hermanos, ni sus hermanos tendrán mando sobre él.
20 Obedeced, pues, a los tres, oh asamblea de hombres, y no interfiráis en nada en lo que sus mentes puedan estar de acuerdo; ni proponer nada que pueda producir confusión y desacuerdo entre ellos.
21 Y no bebáis con ellos ni habléis demasiado con ellos. Porque a partir de allí sucederá que alguno de ellos, imprudentemente, os contará los designios que tiene contra su hermano:
22 sobre el cual, para conciliarlos contigo, seguirás tu acuerdo con cada uno de ellos, según lo que a él le parezca bien; y los destruiréis, y vosotros también seréis destruidos.
23 En verdad, os corresponde a vosotros, hijos míos, ser obedientes a Dios y a mí; para que vivas muchos años y prosperen tus negocios». Poco después los abrazó y besó y ordenó al pueblo que se retirara.
24 Pero lo que hizo Herodes no tuvo ningún resultado feliz, ni los corazones de sus hijos se unieron. Antípatro quería que todo le fuera puesto en sus manos, tal como su padre lo había ordenado anteriormente, y a sus hermanos no les parecía en absoluto justo que se le considerara igual a ellos.
25 Antípatro estaba dotado de perseverancia y de toda mala y fingida amistad; pero no así sus dos hermanos: Antípatro, pues, puso espías a sus hermanos, que le llevarían noticias de ellos; también puso a otros que llevarían informes falsos sobre ellos a Pilato».
26 Pero cuando Antípatro estaba delante del rey y oyó a alguien contar tales cosas de sus hermanos, rechazó la acusación de ellos, declarando que los autores no eran dignos de crédito y rogándole al rey que no creyera en los rumores.
27 Lo cual hizo Antípatro para no inspirar al rey ninguna duda o sospecha de sí mismo.
28 Por lo tanto, el rey no tuvo ninguna duda de que estaba bien inclinado hacia sus hermanos, y no les deseaba ningún mal.
29 Al enterarse Antípatro, se inclinó hacia su propósito, Feroras, su tío y su tía (pues estaban enemistados con sus hermanos por causa de su madre), ofreciendo a Feroras un presente muy valioso, rogándole que informara al rey que Alejandro y Aristóbulo habían trazado un plan para asesinar al rey.
30 (Pero Herodes tenía buena simpatía por su hermano Feroras y prestaba atención a todo lo que decía, ya que cada año le pagaba una gran suma con cargo a las provincias que gobernaba a orillas del Éufrates).
31 Y esto hizo Feroras. Después Antípatro fue a Herodes y le dijo: «Oh rey, en s mis hermanos han tramado un complot para destruirme».
32 Antípatro dio además dinero a los tres eunucos del rey para que dijeran: «Alejandro nos ha dado dinero para abusar de nosotros y matarte nosotros con la muerte».
33 Y el rey se enojó contra Alejandro y ordenó que lo encadenaran; y apresó y sometió a tortura a todos los servidores de Alejandro, hasta que confesaran lo que sabían acerca del complot de Alejandro para asesinarlo.
34 Y muchos de ellos, aunque murieron bajo el tormento, nunca dijeron una mentira acerca de Alejandro; pero algunos de ellos, no pudiendo soportar la violencia del tormento, inventaron mentiras por el deseo de liberarse;
35 afirmando que Alejandro y Aristóbulo habían planeado atacar al rey, matarlo y huir a Roma; y habiendo recibido un ejército de Augusto, marcharían contra la Santa Casa, matarían a su hermano Antípater y tomarían el trono de Judza.
36 Y el rey ordenó que apresaran a Aristóbulo y lo encadenaran, y lo ataron y lo pusieron con su hermano.
37 Pero cuando su suegro Arquelao recibió noticias de Alejandro, éste fue a ver a Herodes, fingiendo estar muy enojado contra Alejandro:
38 como si, al enterarse de la intención de parricidio, hubiera venido expresamente a ver si su hija, la esposa de Alejandro, estaba al tanto del negocio, y no se lo había revelado para poder matarla: pero que, si ella no estaba al tanto de nada por el estilo, podría separarla de Alejandro y llevarla a su propia casa.
39 Este Arquelao era un hombre prudente, sabio y elocuente. Y cuando Herodes escuchó sus palabras y quedó satisfecho de su prudencia y honestidad, se apoderó maravillosamente de su corazón; y se confió a él, y confió en él sin la menor vacilación.
40 Entonces Arquelao, viendo la inclinación de Herodes hacia él, después de una larga intimidad, le dijo un día que se habían retirado juntos:
41 «En verdad, oh rey, reflexionando sobre tus asuntos he descubierto que, siendo ahora de edad avanzada, te falta mucho reposo mental y consuelo en tus hijos; mientras que, por el contrario, de ellos habéis sacado pena y ansiedad.
42 Además, he pensado en estos dos hijos tuyos, y no encuentro que hayas sido deficiente en merecerlos bien; porque los has promovido y los has hecho reyes, y no has dejado nada sin hacer que pudiera impulsarlos perversamente a tramar tu muerte, ni tienen ninguna causa para entrar en este negocio.
43 Pero tal vez esto provenga de alguna persona maliciosa que desea el mal contra ti y contra ellos, o que por envidia o enemistad te ha inducido a aborrecerlos.
44 Si, pues, ha adquirido influencia sobre ti, que eres un hombre anciano, dotado de conocimiento, conocimiento y experiencia, transformándote de la mansedumbre paterna a la crueldad y la furia contra tus hijos;
45 ¡Cuánto más fácil habría podido ser con ellos, que son jóvenes, inexpertos, desprotegidos y sin conocimiento de los hombres ni de sus engaños, para obtener de ellos lo que deseaba en este asunto!
46 Considera, pues, tus asuntos, oh rey; y no prestéis oído a las palabras de los delatores, ni hagáis nada precipitado contra vuestros hijos; y preguntad quién es el que ha estado tramando el mal contra vosotros y contra ellos.
47 Y el rey le respondió: «De hecho, la cosa es como usted ha mencionado: desearía saber quién los ha inducido a hacer esto». Arquelao respondió: «Este es tu hermano Pheroyas». El rey respondió: «Puede que sea así».
48 Después de esto, el rey cambió mucho en su comportamiento hacia Feroras, lo cual, al verlo Feroras, le tuvo miedo; y llegando a Arquelao, le dijo;
49 «Veo cómo el rey se ha cambiado hacia mí; por lo que te ruego que reconcilies su mente conmigo, eliminando los sentimientos que alberga en su corazón contra mí».
50 A quien respondió Arquelao; «Lo haré en verdad, si prometes revelar al rey la verdad sobre los complots que has tramado contra Alejandro y Aristóbulo». Y él asintió.
51 Y después de algunos días, Arquelao dijo al rey: «Oh rey, verdaderamente los parientes del hombre son para él como sus propios miembros: y como le conviene al hombre, si alguno de sus miembros resulta afectado por alguna enfermedad que le sobreviene, restaurarlo con medicinas, aunque pueda causarle dolor;
52 y no es bueno cortarlo, no sea que el dolor aumente, el cuerpo se debilite y los miembros desfallezcan; y así, por la pérdida de ese miembro, debería sentir la falta de muchas comodidades:
53 pero que soporte los dolores del tratamiento médico, para que su miembro mejore y sane, y su cuerpo vuelva a su antigua perfección y fuerza.
54 Así es conveniente que un hombre, cada vez que alguno de sus parientes se haya alejado de él por cualquier causa abominable, lo reconcilie consigo mismo;
55 incitándolo a la cortesía y la amistad, admitiendo sus excusas y desestimando los cargos en su contra; y que no lo ejecute apresuradamente ni lo aleje demasiado tiempo de su presencia.
56 Porque los parientes del hombre son sus sostenedores y ayudantes, y en ellos consiste su honor y su gloria; y a través de ellos obtiene lo que de otro modo no podría obtener.
57 Feroras es verdaderamente hermano del rey, e hijo de su padre y de su madre; y confiesa su falta, suplicando al rey que lo perdone y deseche de su mente su error. Y el rey respondió: «Esto haré».
58 Y ordenó a Feroras que viniera delante de él; quien estando presente, le dijo; «He pecado ahora ante los ojos del Dios grande y bueno, y ante el rey, tramando maldades y planes que podrían perjudicar los asuntos del rey y de sus hijos, con falsedades mentirosas.
59 Pero lo que me indujo a actuar así fue que el rey me quitó a cierta mujer, mi concubina, y nos separó a ella y a mí.
60 El rey dijo a Arquelao: «Ahora he perdonado a Feroras, tal como me pediste, porque he descubierto que has curado la enfermedad que había en nuestros asuntos con tus métodos calmantes, así como un médico ingenioso cura las corrupciones de un cuerpo enfermo.
61 Por tanto, te ruego que perdones a Alejandro, reconciliando a tu hija con su marido; pues tenla por hija mía, sabiendo que ella es más prudente que él, y que con su prudencia y sus exhortaciones lo aparta de muchas cosas.
62 Por eso te ruego que no los separes ni lo destruyas, porque él está de acuerdo con ella y obtiene muchas ventajas de su guía.
63 Pero Arquelao respondió: «Mi hija es la esclava del rey, pero a él mi alma últimamente lo aborrece a causa de sus malvados designios. Permítame, pues, el rey separarlo de mi hija, y el rey podrá unirla a quien de sus siervos quiera.
64 A quien respondió el rey; «No vayas más allá de mi petición; y deja que tu hija se quede con él, y no me contradigas. Y Arquelao dijo; «Seguramente lo haré; y no contradeciré al rey en nada de lo que me ordene».
65 Poco después, Herodes ordena que liberen a Alejandro y a Aristóbulo de sus cadenas y se presenten ante él; los cuales, estando en su presencia, se postraron ante él, confesando sus faltas, excusándose y pidiéndole perdón y perdón.
66 Y les ordenó que se levantaran, y haciéndoles acercarse a él, los besó y les ordenó que se fueran a sus casas y regresaran al día siguiente. Y vinieron a comer y a beber con él, y él los restituyó en un lugar de mayor honor.
67 Y a Arquelao le dio setenta talentos y un lecho de oro, y ordenó también a todos los principales de sus amigos que le ofrecieran regalos valiosos, y así lo hicieron.
68 Cumplido esto, Arquelao partió de la ciudad de la Santa Casa a su país; a quien Herodes acompañó, y finalmente, habiéndose despedido de él, regresó a la Santa Casa.
69 Sin embargo, Antípatro no dejó de conspirar contra sus hermanos para hacerlos odiosos.
70 Aconteció que vino a Herodes un hombre que tenía algunos objetos valiosos y hermosos, con los que se suele ganar a los reyes;
71 Estos se los presentó al rey, quien, tomándolos, se los pagó; Y aquel hombre obtuvo un lugar muy alto en sus afectos, y habiendo sido incorporado a su séquito, gozó de su confianza: este hombre se llamó Euricles.
72 Cuando Antípatro se dio cuenta de que este hombre se había granjeado el favor de su padre, le ofreció dinero y le pidió que insinuara hábilmente a Herodes y le dijera que sus dos hijos, Alejandro y Aristóbulo, planeaban asesinarlo; que el hombre le prometió hacer.
73 Poco después fue a ver a Alejandro, y se hizo tan íntimo y familiar con él, que se supo que era amigo suyo, y se le hizo saber al rey que tenía intimidad con él.
74 Después de esto, se fue con el rey y le dijo: «Ciertamente tienes este derecho sobre mí, oh rey, de que nada debe impedirme darte buenos consejos: y en verdad tengo un asunto que el rey debe saber, y que debo revelarte».
75 El rey le dijo: «¿Qué tienes?» El hombre le respondió: Oí a Alejandro decir: «En verdad, Dios ha diferido la venganza de mi padre por la muerte de mi madre, de mi abuelo y de mis parientes, sin ningún crimen, para que se realice por mi mano; y Espero vengarme de ellos en él.
76 Y ahora ha acordado con algunos jefes atacaros, y quería implicarme en los planes que había ideado; pero lo consideré un crimen, a causa de los actos de bondad del rey hacia mí, y su liberalidad.
77 Pero mi intención es amonestarlo bien y contárselo, porque tiene ojos y entendimiento.
78 Y cuando el rey escuchó estas palabras, no las desestimó, sino que rápidamente comenzó a investigar su verdad:
79 pero no encontró nada en lo que pudiera confiar, excepto una carta falsificada en nombre de Alejandro y Aristóbulo dirigida al gobernador de cierta ciudad.
80 Y en la carta decía: «Queremos matar a nuestro padre y huir a ti; por tanto, prepáranos un lugar donde podamos permanecer hasta que el pueblo se reúna a nuestro alrededor y nuestros asuntos estén arreglados».
81 Y esto fue confirmado al rey, y parecía probable: por lo que apresó al gobernador de esa ciudad y lo sometió a tortura para que confesara lo que estaba escrito en esa carta.
82 Lo cual este hombre negó, eximiéndose de la acusación: ni se les demostró nada en este asunto ni en cualquier otra cosa que el delator les había acusado.
83 Pero Herodes ordenó que los apresaran y los ataran con cadenas y grillos. Luego fue a Tiro, y de Tiro a Cesarea, llevándolos consigo encadenados.
84 Y todos los capitanes y todos los soldados se compadecieron de ellos, pero nadie intercedió por ellos ante el rey, para que no confesara que era verdad de sí mismo lo que el delator había afirmado.
85 Había en el ejército un viejo guerrero que tenía un hijo al servicio de Alejandro. Por lo tanto, cuando el anciano vio la miserable condición de los dos hijos de Herodes, se compadeció maravillosamente de su cambio de suerte y gritó con tanta voz como pudo: «¡Se ha ido la compasión! la bondad y la piedad han desaparecido; la verdad es eliminada del mundo».
86 Entonces dijo al rey: «¡Oh, tú, despiadado con tus hijos, enemigo de tus amigos y amigo de tus enemigos, que recibes las palabras de los delatores y de las personas que no te desean ningún bien!»
87 Y los enemigos de Alejandro y Aristóbulo corrieron hacia él, lo reprendieron y dijeron al rey: «Oh rey, no es el amor hacia ti y hacia «tus hijos» lo que ha inducido a este hombre a hablar así;
88 pero ha querido balbucear el odio que sentía en su corazón hacia ti y hablar mal de tu consejo y administración, como si fuera un consejero fiel.
89 Y algunos observadores nos han informado de él que ya había pactado con el barbero del rey matarlo con la navaja mientras lo afeitaba.
90 Y el rey ordenó que arrestaran al anciano, a su hijo y al barbero; y el anciano y el barbero serían azotados con varas hasta que confesaran. Y fueron golpeados con varas cruelmente y sometidos a diversas clases de torturas; pero no confesaron nada de lo que no habían hecho.
91 Cuando el hijo del anciano vio la triste condición de su padre y el estado en el que había llegado, se compadeció de él y pensó que sería liberado si él mismo confesara lo que habían puesto a su padre, después de recibir del rey una promesa por su vida.
92 Entonces dijo al rey: «Oh rey, dame seguridad para mi padre y para mí, para que pueda decirte lo que buscas». Y el rey dijo: «Puedes tener esto».
93 A quien dijo; «Alejandro ya había acordado con mi padre que te mataría, pero mi padre estuvo de acuerdo con el barbero, como te he dicho».
94 Entonces el rey ordenó que mataran al anciano, a su hijo y al barbero. Asimismo ordenó que llevaran a sus hijos Alejandro y Aristóbulo a Sebaste, donde los mataran y los fijaran en un eibbet; y los llevaron, los mataron y los fijaron en una horca.
95 Alejandro dejó de la hija del rey Arquelao dos hijos que le sobrevivieron, a saber, Tirones y Alejandro; y Aristóbulo dejó tres hijos, a saber, Aristóbulo, Agripa y Herodes.
96 Pero la historia de Antípatro, hijo de Herodes, ya está descrita en nuestros relatos anteriores.