1 Y José, levantándose, tomó a Jesús y a María y los llevó a tierra de Israel. Y llegó a una ciudad llamada Bothosoron o Bodosoron, donde había un rey, de raza hebraica, que tenía por nombre Baresu, y que era hombre piadoso, misericordioso y caritativo. Y, como José hubiese oído hablar de él con grandes loores, pensó en ir a verlo y preguntó a los habitantes de la ciudad: ¿Qué carácter es el de vuestro rey? Y ellos contestaron: Muy bueno. Entonces José fue al palacio real, y declaró su deseo al portero, a quien dijo: Hombre respetable, quiero pedirte una cosa. El portero repuso: Habla.
2 Y José expuso: He oído decir que vuestro rey es justo para los súbditos, benéfico para los pobres y solícito para los extranjeros. Y extranjero soy, por lo cual me sería muy grato verlo, y escuchar de su boca alguna palabra. El portero indicó: Déjame unos momentos para anunciarme, entrar y luego introducirte. Porque bien sabes cuál es el uso y la voluntad de los reyes y de los magistrados. La consigna es prevenirlos primero y, después, ejecutar sus órdenes. Y el portero, habiéndose anunciado, fue admitido cerca del rey, y éste mandó que se introdujese a José. El cual fue a presentarse al monarca e, inclinándose, se prosterné ante él.
3 Y el rey lo recibió, diciéndole: Bien venido seas a esta corte, venerable anciano. Ten la bondad de tomar asiento. Y José, después de sentarse, se encerró en el silencio, y nada dijo. Y el rey lo trató con cuidado, ordenando que se les trajese una mesa ricamente provista, ambos comieron, bebieron y se regocijaron. Y el rey preguntó a José: ¿De qué país vienes, venerable anciano, y adónde te diriges? José contestó: Vengo de una tierra lejana. El rey dijo: Te repito mi bienvenida, y te aseguro que haré en tu obsequio cuanto me pidas. José dijo: Viejo y extranjero, he llegado y me placería habitar en esta ciudad, en un lugar cualquiera. Poseo alguna habilidad en los trabajos de carpintería, y lo que fuese necesario en el palacio real lo cumpliría en todo tiempo. Entonces el rey prohibió que nadie lo molestase por su calidad de extranjero.
4 Y José, levantándose, se prosterné ante el soberano, y le dijo: ¡Oh rey, si en ello no ves inconveniente, dedica a mi hijo al estudio! He sabido que hay en esta ciudad un doctor, que educa a los niños, y que está dotado de mucho talento y de mucha sabiduría. Confíale el cuidado de enseñar a mi hijo las letras, para que se instruya a fondo en la ciencia de las Escrituras, de la Ley augusta y de los mandamientos de Dios. El rey dijo: Sí, haré lo que me pides y cumpliré tu deseo. Pero, antes, es necesario que traigas a tu hijo a mi presencia, para que yo juzgue si se halla capacitado para abordar el estudio y el aprendizaje de las letras y de la ciencia, después de lo cual lo entregaré y lo recomendaré a su profesor. Y José dio las gracias, y fue a llevar la buena nueva a María, a quien hizo un vivo elogio del rey. Pero, en vez de regocijarse, María se afligió y se espantó. Porque desconfiando de las buenas intenciones del rey, temía que no hubiese pedido por traición ver al niño, para reducirlo a esclavitud. Y, llorando, dijo a José: ¿Por qué declaraste al rey la existencia, el nombre y las buenas cualidades de un hijo tuyo? Mas José replicó: ¡Por la vida del Señor, no tengas miedo! El rey no me mandó llevarle al niño por felonía, sino por querer que, bajo sus auspicios, un maestro le dé enseñanza e histrucción. María dijo: A ti te toca acabar de cerciorarte de ello. Ahora, te entrego a mi hijo y más tarde te lo reclamaré! José dijo: Llevas razón. María dijo: Si quieres presentar el niño al rey, llévalo a palacio, conforme a tu gusto. Pero infórmate de antemano de cuanto toca a la seguridad del niño y sólo entonces debes conducirlo a la presencia del rey. José dijo: Obraré según tu voluntad. Y, tomando a Jesús, lo llevó ante el rey, que lo saludó con estas palabras: Bien venido seas, niño, hijo del Padre y descendiente de un gran rey. Y mandó llamar al doctor supremo, encargado de adoctrinar a los niños, y que había por nombre Gamaliel. Y, cuando hubo llegado, el rey lo recibió con mucho afecto, y le dijo: Maestro, quiero que te encargues de enseñar las letras a este niño, y todo lo necesario para su sustento y demás gastos materiales lo recibirás del real tesoro. Y Gamaliel preguntó: ¿De quién es este hermoso niño? Respondióle el rey: Es hijo de un hombre deelevada familia y descendiente de real estirpe, y el viejo que aquí ves es su tutor. Gamaliel dijo: Hágase tu voluntad. Entonces José, levantándose, se prosterné, tomó al niño, y volvió con él a su casa, lleno de júbilo. Y contó todo lo ocurrido a María, y, regocijándose, bendecía al Señor.