1 Y cuando Josué escuchó las palabras de Moisés, que estaban escritas en su escritura todo lo que había dicho antes, rasgó sus vestidos y se arrojó a los pies de Moisés.
2 Y Moisés lo consoló y lloró con él.
3 Y Josué le respondió y dijo:
4 «¿Por qué me consuelas, (mi) señor Moisés? ¿Y cómo podré consolarme de la amarga palabra que has hablado, que ha salido de tu boca, llena de lágrimas y de lamento, al alejarte de este pueblo?
5 «(Pero ahora) ¿qué lugar os recibirá?»
6 «¿O cuál será la señal que señalará (tu) sepulcro?»
7 ¿O quién se atreverá a trasladar tu cuerpo de allí como el de un simple hombre de un lugar a otro?
8 «Porque todos los hombres, cuando mueren, tienen según su edad sus sepulcros en la tierra; pero tu sepulcro es desde el nacimiento hasta el ocaso, y desde el sur hasta los confines del norte: todo el mundo es tu sepulcro».
9 «Mi señor, tú te vas, ¿y quién alimentará a este pueblo?»
10 ¿O quién tendrá compasión de ellos y quién los guiará en el camino?
11 «¿O quién orará por ellos sin perder un solo día, para que yo pueda conducirlos a la tierra de sus antepasados?»
12 «¿Cómo, pues, voy a acoger a este pueblo como a un padre (su) hijo único, o como a una amante su hija, una virgen que se prepara para ser entregada al marido a quien ella reverenciará, mientras ella guarda su persona? del sol y (cuida) que sus pies no queden descalzos para correr por el suelo».
13 «¿(Y cómo) les daré comida y bebida según el placer de su voluntad?»
14 «De ellos habrá 600.000 (hombres), porque estos se han multiplicado hasta este punto a través de tus oraciones, (mi) señor Moisés».
15 «¿Y qué sabiduría o entendimiento tengo yo para juzgar o responder con palabras en la casa (del Señor)?»
16 «Y también los reyes de los amorreos, cuando oyen que los atacamos, creyendo que ya no está entre ellos el espíritu santo que era digno del Señor, múltiple e incomprensible, el señor de la palabra, que era fiel en todo, el principal profeta de Dios en toda la tierra, el maestro más perfecto del mundo, [que ya no está entre ellos], dirá: «Vamos contra ellos»».
17 «Si el enemigo ha obrado impíamente contra su Señor una sola vez, no tiene abogado que ore por ellos al Señor, como Moisés, el gran mensajero, que a cada hora del día y de la noche tenía sus rodillas pegadas a la tierra, orando y pidiendo ayuda al que gobierna todo el mundo con compasión y justicia, recordándole el pacto de los padres y propiciando al Señor con el juramento».
18 «Porque dirán: «Él no está con ellos; vayamos, pues, y acabemos con ellos de la faz de la tierra». ¿Qué será entonces de este pueblo, mi señor Moisés?