1 Miré y me volví hacia otra parte de la tierra, y vi allí un valle profundo con fuego ardiente.
2 Y trajeron a los reyes y a los poderosos y comenzaron a arrojarlos a este valle profundo.
3 Y allí mis ojos vieron cómo hacían de estos sus instrumentos, cadenas de hierro de peso inconmensurable.
4 Y pregunté al ángel de paz que iba conmigo, diciendo: «¿Para quién están preparadas estas cadenas?»
5 Y me dijo: «Estos están siendo preparados para las huestes de Azazel, para que los tomen y los arrojen al abismo de la completa condenación, y cubrirán sus mandíbulas con piedras ásperas como el Señor de los espíritus ordenó.»
6 «Y Miguel, Gabriel, Rafael y Fanuel los agarrarán en ese gran día y los arrojarán ese día al horno ardiendo, para que el Señor de los espíritus se vengue de ellos por su injusticia en sometiéndose a Satanás y extraviando a los moradores de la tierra».
7 Y en aquellos días vendrá el castigo del Señor de los espíritus, y abrirá todas las cámaras de aguas que están sobre los cielos y de las fuentes que están debajo de la tierra.
8 Y todas las aguas se unirán con las aguas: lo que está sobre los cielos es lo masculino, y el agua que está debajo de la tierra es lo femenino.
9 Y destruirán a todos los que habitan en la tierra y a los que habitan bajo los confines del cielo.
10 Y cuando reconozcan las injusticias que han cometido en la tierra, por ellas perecerán.