Rebeca, alarmada por las amenazas de Esaú, convence a Isaac para que envíe a Jacob a Mesopotamia, 1-12. Isaac consuela a Rebeca por la partida de Jacob, 13-18. El sueño y el voto de Jacob en Betel, 19-27. (Cf. Gen. xxviii.)
1 Y fueron dichas a Rebeca en sueños las palabras de Esaú, su hijo mayor, y Rebeca envió y llamó a Jacob, su hijo menor,
2 y le dijo: «Mira, Esaú, tu hermano, se vengará de ti y te matará».
3 «Ahora pues, hijo mío, obedece mi voz, levántate y huye a Labán, mi hermano, a Harán, y quédate con él algunos días hasta que la ira de tu hermano se calme y él quite su ira contra ti y olvida todo lo que has hecho; entonces te enviaré y te buscaré desde allí.»
4 Y Jacob dijo: «No tengo miedo; Si quiere matarme, lo mataré.»
5 Pero ella le dijo: «No permitas que me quede sin mis dos hijos en un mismo día».
6 Y Jacob dijo a Rebeca su madre: «Mira, tú sabes que mi padre ha envejecido y no ve porque tiene los ojos apagados, y si lo dejo, será malo ante sus ojos, porque lo dejo y se alejará de vosotros, y mi padre se enojará y me maldecirá. No voy a ir; Sólo cuando él me envíe, entonces iré.»
7 Y Rebeca dijo a Jacob: «Entraré y hablaré con él, y él te despedirá».
8 Entonces Rebeca entró y dijo a Isaac: «Aborrezco mi vida a causa de las dos hijas de Het, que Esaú le ha tomado por esposas; y si Jacob toma mujer como estas de entre las hijas de la tierra, ¿para qué seguiré viviendo, porque las hijas de Canaán son malas?»
9 Isaac llamó a Jacob, lo bendijo, le amonestó y le dijo: «No tomes mujer de ninguna de las hijas de Canaán;
10 Levántate y ve a Mesopotamia, a casa de Betuel, padre de tu madre, y toma de allí mujer de las hijas de Labán, hermano de tu madre.
11 «Y Dios Todopoderoso te bendiga, te aumente y te multiplique, para que llegues a ser una multitud de naciones, y te dé las bendiciones de mi padre Abraham, a ti y a tu descendencia después de ti, para que heredes la tierra de tu estancias y toda la tierra que Dios dio a Abraham: ve, hijo mío, en paz.»
12 Isaac despidió a Jacob y éste se fue a Mesopotamia, a ver a Labán, hijo de Betuel el arameo, hermano de Rebeca, la madre de Jacob.
13 Y aconteció que después que Jacob se levantó para ir a Mesopotamia, el espíritu de Rebeca se entristeció por su hijo, y ella lloró.
14 Isaac dijo a Rebeca: «Hermana mía, no llores por mi hijo Jacob; porque en paz se va, y en paz volverá.»
15 «El Dios Altísimo lo preservará de todo mal y estará con él; porque no lo desamparará en todos sus días;»
16 «Porque sé que sus caminos serán prosperados en todo dondequiera que vaya, hasta que regrese en paz a nosotros y lo veamos en paz».
17 «No temas por él, hermana mía, porque va por el camino recto y es un hombre perfecto; es fiel y no perecerá. No llores.»
18 Isaac consoló a Rebeca a causa de su hijo Jacob y lo bendijo.
19 Y Jacob salió del Pozo del Juramento para ir a Harán el primer año del segundo septenario del jubileo cuadragésimo cuarto, y llegó a Luz, en la montaña, es decir, a Betel, en la luna nueva del el primer mes de esta semana, [2115 AM] y llegó al lugar al atardecer y se desvió del camino hacia el oeste del camino esa noche: y durmió allí; porque el sol se había puesto.
20 Y tomó una de las piedras de aquel lugar y la puso debajo del árbol, y mientras viajaba solo, se durmió.
21 Aquella noche soñó que había una escalera apoyada en la tierra y que su extremo llegaba al cielo; y he aquí que los ángeles del Señor subían y descendían por ella; y he aquí, el Señor estaba sobre ella.
22 Y habló a Jacob y dijo: «Yo soy el Señor Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; La tierra donde duermes, te la daré a ti, y a tu descendencia después de ti.»
23 «Y tu descendencia será como el polvo de la tierra, y crecerás hacia el oeste y hacia el este, hacia el norte y el sur, y en ti y en tu descendencia serán todas las familias de las naciones bendecidas.»
24 «Y he aquí, yo estaré contigo y te guardaré dondequiera que vayas, y te traeré de nuevo a esta tierra en paz; porque no te dejaré hasta que haya hecho todo lo que te dije.»
25 Y Jacob se despertó de su sueño y dijo: «Verdaderamente este lugar es la casa del Señor, y yo no lo sabía». Y tuvo miedo y dijo: «Espantoso es este lugar que no es otro que la casa de Dios, y ésta es la puerta del cielo».
26 Y Jacob se levantó muy de mañana, tomó la piedra que había puesto debajo de su cabeza, la erigió como señal como señal y derramó aceite sobre ella. Y llamó el nombre de aquel lugar Betel; pero el nombre del lugar era Luz al principio.
27 Y Jacob hizo un voto al Señor, diciendo: «Si el Señor está conmigo y me guarda en este camino en el que voy, y me da pan para comer y vestido para vestirme, para volver de nuevo a la casa de mi padre en paz, entonces el Señor será mi Dios, y esta piedra que he puesto como columna de señal en este lugar, será la casa del Señor, y de todo lo que tú me des, lo haré. Te doy el décimo, Dios mío.