La primera sed humana.
1 ENTONCES Adán tomó el higo y lo puso sobre las varas de oro. Eva también tomó su higo y lo puso sobre el incienso.
2 Y el peso de cada higo era el de una sandía; porque el fruto del huerto era mucho mayor que el fruto de esta tierra.
3 Pero Adán y Eva permanecieron de pie y ayunaron toda aquella noche, hasta que amaneció.
4 Cuando salió el sol, estaban orando, y Adán le dijo a Eva, después de haber terminado de orar:
5 «Oh Eva, ven, vayamos al borde del jardín mirando hacia el sur; al lugar de donde fluye el río, y se divide en cuatro brazos. Allí oraremos a Dios y le pediremos que nos dé de beber del Agua de la Vida».
6 «Porque Dios no nos ha alimentado con el Árbol de la Vida, para que no vivamos. Por tanto, le pediremos que nos dé del Agua de la Vida y que sacie nuestra sed con ella, en lugar de con un trago del agua de esta tierra».
7 Cuando Eva escuchó estas palabras de Adán, estuvo de acuerdo; y ambos se levantaron y llegaron al límite sur del jardín, al borde del río de agua a poca distancia del jardín.
8 Y se pusieron de pie y oraron ante el Señor, y le pidieron que los mirara esta vez, los perdonara y les concediera su petición.
9 Después de esta oración de ambos, Adán comenzó a orar con su voz delante de Dios, y dijo:
10 «Oh Señor, cuando estaba en el huerto y vi el agua que manaba de debajo del Árbol de la Vida, mi corazón no quiso ni mi cuerpo requirió beber de ella; ni conocí la sed, porque vivía; y por encima de lo que soy ahora».
11 «De modo que para vivir no necesité ningún Alimento de Vida, ni bebí del Agua de Vida».
12 Pero ahora, oh Dios, estoy muerto; mi carne está reseca de sed. Dame del Agua de la Vida para que pueda beber de ella y vivir».
13 «Por tu misericordia, oh Dios, sálvame de estas plagas y pruebas, y llévame a otra tierra diferente de ésta, si no me permites habitar en tu jardín».