Dos árboles frutales.
1 PERO el malvado Satanás tenía envidia del consuelo que Dios les había dado.
2 Entonces él se lo impidió, entró en la cueva, tomó los dos higos y los enterró fuera de la cueva, para que Adán y Eva no los encontraran. También tenía en sus pensamientos destruirlos.
3 Pero por la misericordia de Dios, tan pronto como esos dos higos estuvieron en la tierra, Dios desbarató el consejo de Satanás respecto a ellos; y los convirtió en dos árboles frutales que cubrían la cueva. Porque Satanás los había enterrado en el lado oriental.
4 Cuando los dos árboles crecieron y se cubrieron de frutos, Satanás se entristeció y se lamentó, y dijo: «Mejor hubiera sido dejar esos higos como estaban; porque ahora he aquí, se han convertido en dos árboles frutales, de los cuales Adán comerá todos los días de su vida. Mientras que cuando los enterré tenía en mente destruirlos por completo y esconderlos para siempre.
5 Pero Dios ha trastornado mi consejo; y no quisiera que este fruto sagrado pereciera; y Él ha dejado clara mi intención y ha derrotado el consejo que había formado contra Sus siervos».
6 Entonces Satanás se fue avergonzado de no haber realizado su plan.