La primera alegría de los árboles.
1 PERO Adán y Eva, al acercarse a la cueva, vieron dos higueras cubiertas de frutos que cubrían la cueva.
2 Entonces Adán dijo a Eva: «Me parece que nos hemos extraviado. ¿Cuándo crecieron estos dos árboles aquí? Me parece que el enemigo quiere desviarnos. ¿Dices que hay en la tierra otra cueva además de ésta?
3 «Sin embargo, oh Eva, entremos en la cueva y encontremos en ella los dos higos; porque esta es nuestra cueva, en la que estábamos. Pero si no encontramos allí los dos higos, entonces no puede ser nuestra cueva».
4 Entraron entonces en la cueva y miraron por sus cuatro esquinas, pero no encontraron los dos higos.
5 Y Adán lloró y dijo a Eva: «¿Hemos llegado entonces a una cueva equivocada, oh Eva? Me parece que estas dos higueras son los dos higos que había en la cueva. Y Eva dijo: «Yo, por mi parte, no lo sé».
6 Entonces Adán se levantó y oró y dijo: «Oh Dios, tú nos ordenaste que volviéramos a la cueva, tomáramos los dos higos y luego volviéramos a ti».
7 «Pero ahora no los hemos encontrado. Oh Dios, ¿los has tomado y sembrado estos dos árboles, o nos hemos extraviado en la tierra? ¿O nos ha engañado el enemigo? Si es real, entonces, oh Dios, revélanos el secreto de estos dos árboles y de las dos higueras».
8 Entonces vino la Palabra de Dios a Adán y le dijo: «Oh Adán, cuando te envié a buscar los higos, Satanás fue delante de ti a la cueva, tomó los higos y los enterró afuera, al este del cueva, pensando en destruirlos; y no sembrarlos con buena intención».
9 «Entonces, estos árboles no han crecido sólo por él; pero tuve misericordia de ti y les ordené que crecieran. Y crecieron hasta convertirse en dos grandes árboles, de modo que sus ramas te cubrirán y hallarás descanso; y que os haga ver Mi poder y Mis obras maravillosas».
10 «Y también para mostraros la mezquindad de Satanás y sus malas obras, porque desde que salisteis del jardín, él no ha cesado, ni un solo día, de haceros algún daño. Pero no le he dado poder sobre vosotros.
11 Y Dios dijo: «De ahora en adelante, oh Adán, alégrate por los árboles, tú y Eva; y descansad debajo de ellos cuando os sintáis cansados. Pero no comas de sus frutos ni te acerques a ellos».
12 Entonces Adán lloró y dijo: «Oh Dios, ¿nos matarás otra vez o nos expulsarás de delante de ti y cortarás nuestra vida de la faz de la tierra?»
13 «Oh Dios, te ruego, si sabes que en estos árboles hay muerte o algún otro mal, como la primera vez, arráncalos de cerca de nuestra cueva y sécalos; y dejarnos morir de calor, de hambre y de sed».
14 Porque conocemos, oh Dios, tus maravillas, que son grandes, y que con tu poder puedes sacar una cosa de otra, sin que uno lo desee. Porque Tu poder puede hacer que las rocas se conviertan en árboles y los árboles en rocas».