Los hombres que estaban con el hijo de Faraón y los que estaban con Dan y Gad son asesinados; y los cuatro Hermanos huyen al Barranco y sus Espadas son arrancadas de sus Manos.
1 Benjamín estaba sentado con ella en el carro, al lado derecho; y Benjamín era un muchacho fuerte de unos diecinueve años,
2 y sobre él había una belleza inefable y un poder como el de un cachorro de león, y también era uno que temía a Dios en gran manera.
3 Entonces Benjamín saltó del carro, tomó una piedra redonda del barranco, metió su mano y la arrojó contra el hijo de Faraón, le golpeó la sien izquierda y lo hirió con una herida grave, y cayó del caballo sobre el tierra medio muerta.
4 Entonces Benjamín, corriendo hacia una roca, le dijo al hombre del carro de Asenat: «Dame piedras del barranco». Y le dio cincuenta piedras.
5 Y Benjamín arrojó las piedras y mató a los cincuenta hombres que estaban con el hijo de Faraón, hundiéndose todas las piedras en sus sienes.
6 Entonces los hijos de Lea, Rubén y Simeón, Leví y Judá, Isacar y Zabulón, persiguieron a los hombres que habían acechado a Asenat y cayeron sobre ellos sin darse cuenta y los mataron a todos y los seis hombres mataron a dos mil setenta y seis hombres.
7 Y los hijos de Balla y Selfa huyeron de ellos y dijeron: «Hemos perecido a manos de nuestros hermanos, y el hijo de Faraón también murió a manos del muchacho Benjamín, y todos los que estaban con él perecieron por la mano del niño Benjamín. Por tanto, venid, matemos a Asenat y a Benjamín y huyamos a la espesura de estos juncos».
8 Y vinieron contra Asenat con las espadas desenvainadas y cubiertas de sangre. Y Asenath cuando los vio tuvo mucho miedo y dijo: «Señor Dios, que me vivificaste y me libraste de los ídolos y de la corrupción de la muerte, así como me dijiste que mi alma vivirá para siempre, líbrame ahora también de estos hombres malvados». Y el Señor Dios escuchó la voz de Asenat, y al instante las espadas de los adversarios cayeron de sus manos sobre la tierra y se convirtieron en cenizas.