1 Cuando Asenat vio a José, sintió un gran dolor en el alma y su corazón destrozado.
2 y sus rodillas se aflojaron y todo su cuerpo tembló y tuvo mucho miedo, y luego gimió y dijo en su corazón: «¡Ay de mí, miserable! ¿Adónde ahora me iré yo, el desdichado? ¿O dónde me esconderé de su presencia? ¿O cómo me verá José, hijo de Dios, que por mi parte he hablado mal de él? ¡Ay de mí, miserable!
3 ¿A dónde iré y me esconderé, porque él mismo ve cada escondite y todo lo sabe, y nada oculto se le escapa a causa de la gran luz que hay en él?
4 Y ahora que el Dios de José tenga misericordia de mí, porque por ignorancia he hablado malas palabras contra él.
5 ¿Qué debo ahora seguir yo, el desdichado? ¿No he dicho: «Viene José, el hijo del pastor, de la tierra de Canaán»? Ahora, pues, ha venido a nosotros en su carro como el sol del cielo, y ha entrado hoy en nuestra casa, y brilla en ella como luz sobre la tierra.
6 Pero yo soy necio y atrevido, porque lo desprecié y hablé mal de él, y no sabía que José era hijo de Dios.
7 ¿Quién entre los hombres engendrará jamás tal belleza, o qué vientre de mujer dará a luz tal luz? Desdichada soy y necia, porque hablé malas palabras a mi padre.
8 Ahora, pues, que mi padre me dé a José por sierva y esclava, y seré esclava de él para siempre.