Algunos símiles notables de la guerra que se avecina en Jerusalén. Un estudio de los pecados que trajeron todos estos problemas.
1 Mi oído ha oído angustia y estruendo de guerra,
El sonido de una trompeta que anuncia matanzas y calamidades,
2 El sonido de mucha gente como de un viento muy fuerte,
Como una tempestad con fuego poderoso que arrasa el Négueb.
3 Y dije en mi corazón: Ciertamente Dios nos juzga;
Un sonido que escucho avanzando hacia Jerusalén, la ciudad santa.
4 Mis lomos se quebraron por lo que oí, mis rodillas temblaron;
Mi corazón tuvo miedo, mis huesos quedaron consternados como lino.
5 Dije: Ellos establecen sus caminos en justicia.
6 Pensé en los juicios de Dios desde la creación del cielo y de la tierra;
Consideré justo a Dios en sus juicios que han sido desde la antigüedad.
7 Dios cargó sus pecados a plena luz del día;
Toda la tierra llegó a conocer los justos juicios de Dios.
8 En lugares secretos bajo tierra se cometieron sus iniquidades para provocarle a ira;
9 Hicieron confusión, hijo con madre y padre con hija;
Cometieron adulterio, cada uno con la mujer de su prójimo.
10 Hicieron pactos entre sí con juramento sobre estas cosas;
Saquearon el santuario de Dios, como si no hubiera vengador.
11 Ellos pisaron el altar del Señor, saliendo directamente de toda clase de impureza;
Y con sangre menstrual contaminaron los sacrificios, como si fueran carne común.
12 No dejaron ningún pecado sin cometer, en el cual no superaron a los paganos.
13 Por eso Dios les infundió un espíritu de extravío;
Y les dio a beber una copa de vino sin diluir, para que se emborracharan.
14 Trajo al que viene del fin de la tierra, que golpea poderosamente;
Decretó la guerra contra Jerusalén y contra su tierra.
15 Los príncipes del país salieron a su encuentro con alegría y le dijeron:
¡Bendito sea tu camino! Venid, entrad en paz.
16 Allanaron los caminos ásperos antes de que él entrara;
Abrieron las puertas de Jerusalén, coronaron sus murallas.
17 Como un padre entra en la casa de sus hijos, así entró en paz en Jerusalén;
Allí estableció sus pies con gran seguridad.
18 Tomó sus fortalezas y el muro de Jerusalén;
Porque Dios mismo lo guió con seguridad mientras ellos deambulaban.
19 Destruyó a sus príncipes y a todos los sabios en sus consejos;
Derramó la sangre de los habitantes de Jerusalén como agua inmunda.
20 Se llevó consigo a sus hijos e hijas que habían engendrado impuramente.
21 Hicieron conforme a su inmundicia, tal como habían hecho sus padres:
Profanaron Jerusalén y las cosas que habían sido santificadas al nombre de Dios.
22 Pero Dios se mostró justo en sus juicios sobre las naciones de la tierra;
Y los piadosos siervos de Dios son como corderos inocentes en medio de ellos.
23 Digno de alabanza es el Señor, que juzga a toda la tierra con su justicia.
24 He aquí ahora, oh Dios, que nos has mostrado tu juicio con tu justicia;
Nuestros ojos han visto tus juicios, oh Dios.
25 Hemos justificado tu nombre, honrado por siempre;
Porque tú eres el Dios de justicia, que juzgas a Israel con disciplina.
26 Vuelve, oh Dios, tu misericordia sobre nosotros, y ten piedad de nosotros;
Reúne a los dispersos de Israel, con misericordia y bondad;
27 Porque tu fidelidad está con nosotros,
28 Y aunque hemos endurecido nuestra cerviz, tú eres nuestro castigo;
No nos ignores, oh Dios nuestro, no sea que las naciones nos traguen, como si no hubiera quien nos libre.
29 Pero tú eres nuestro Dios desde el principio,
Y en ti está puesta nuestra esperanza, oh Señor;
30 Y no nos apartaremos de ti,
Porque buenos son tus juicios sobre nosotros.
31 Sea para siempre tu beneplácito el nuestro y el de nuestros hijos;
Oh Señor, nuestro Salvador, nunca más seremos conmovidos.
32 El Señor es digno de ser alabado por sus juicios en boca de sus piadosos;
Y bendito sea Israel del Señor por los siglos.