La excelente y antigua doctrina: «¡Tú eres nuestro escudo!»
1 No alejes de nosotros, oh Dios, tu morada;
Para que no nos ataquen los que sin causa nos odian.
2 Porque tú, oh Dios, los has rechazado;
No dejes que su pie pisotee tu santa herencia.
3 Castíganos tú mismo según tu buena voluntad;
Pero no nos entregues a las naciones;
4 Porque si envías pestilencia,
Tú mismo lo encargas de nosotros;
5 Porque eres misericordioso,
Y no se enojará hasta el punto de consumirnos.
6 Mientras tu nombre permanezca entre nosotros, encontraremos misericordia;
Y las naciones no prevalecerán contra nosotros.
7 Porque tú eres nuestro escudo,
Y cuando te invocamos, tú nos escuchas;
8 Porque tendrás compasión de la descendencia de Israel para siempre
Y no los rechazarás:
9 Pero nosotros estaremos bajo tu yugo para siempre,
Y bajo la vara de tu castigo.
10 Tú nos afirmarás en el tiempo en que nos ayudes,
Mostrando misericordia a la casa de Jacob el día en que prometiste ayudarlos.