1 Moisés descendió y, mientras estaba cubierto de una luz invisible (pues había descendido al lugar donde brillan el sol y la luna), la luz de su rostro venció el brillo del sol y de la luna y él no lo sabía. Y aconteció que cuando descendió a los hijos de Israel, le vieron y no le reconocieron. Pero cuando habló, entonces lo reconocieron. Y esto fue como lo que sucedió en Egipto cuando José conocía a sus hermanos pero ellos no lo conocían a él. Y aconteció después de esto, que cuando Moisés supo que su rostro había llegado a ser glorioso, le hizo un velo para cubrir su rostro.
2 Pero mientras él estaba en el monte, el corazón del pueblo se corrompió y se acercaron a Aarón y le dijeron: Haznos dioses para que les sirvamos, como también lo hacen las otras naciones. Porque este Moisés, que hizo las maravillas antes que nosotros, nos ha sido quitado. Y Aarón les dijo: Tened paciencia, porque Moisés vendrá y traerá el juicio a nosotros, y nos iluminará una ley, y expondrá de su boca la gran excelencia de Dios, y establecerá juicios para nuestro pueblo.
3 Y cuando dijo esto, no le escucharon, para que se cumpliera la palabra que se pronunció el día en que el pueblo pecó al construir la torre, cuando Dios dijo: Y ahora, si no se lo prohíbo, se aventurarán a todo lo que se proponen hacer, y cosas peores. Pero Aarón tuvo miedo, porque el pueblo se fortaleció mucho, y les dijo: Traednos los zarcillos de vuestras mujeres. Y los hombres buscaron cada uno su mujer, y en seguida se las dieron, y las pusieron en el fuego y les hicieron una figura, y salió un becerro fundido.
4 Y el Señor dijo a Moisés: Date prisa, porque el pueblo está corrupto y ha obrado con engaño en mis caminos que les ordené. ¿Qué y si se acaban las promesas que hice a sus padres cuando dije: A vuestra descendencia daré esta tierra en la que habitáis? Porque he aquí, el pueblo aún no ha entrado en la tierra; aunque llevan mis juicios, me han abandonado. Y por eso sé que si entran en la tierra harán iniquidades aún mayores. Ahora, pues, yo también los abandonaré, y volveré y haré paz con ellos, para que me edifiquen casa en medio de ellos; y también aquella casa será aniquilada, porque pecarán contra mí, y la raza de los hombres me será como gota de cántaro, y me será contada como saliva.
5 Entonces Moisés se apresuró y descendió y vio el becerro, y miró las tablas y vio que no estaban escritas; y se apresuró y las quebró; y sus manos se abrieron y quedó como una mujer que está dando a luz a su primogénito, el cual cuando es presa de sus dolores, sus manos están sobre su seno, y no tendrá fuerzas para ayudarla a dar a luz.
6 Y aconteció que al cabo de una hora decía para sí: La amargura no prevalece para siempre, ni el mal domina para siempre. Ahora, pues, me levantaré y fortaleceré mis lomos; porque aunque hayan pecado, no serán en vano estas cosas que me fueron declaradas arriba.
7 Entonces se levantó, quebró el becerro, lo arrojó en el agua y dio de beber al pueblo. Y fue así: si alguno tenía la voluntad en su mente de que se hiciera el becerro, se le cortaba la lengua; pero si alguno se había visto obligado a hacerlo por el miedo, su rostro resplandecía.
8 Entonces Moisés subió al monte y oró al Señor, diciendo: He aquí ahora, tú eres el Dios que plantaste esta viña, pusiste sus raíces en lo profundo y extendiste sus retoños hasta tu lugar más alto. Míralo en este tiempo, porque la viña ha dado su fruto y no ha conocido al que la labraba. Y ahora, si te enojas contra tu viña y la arrancas del abismo, y secas los renuevos de tu altísimo trono eterno, no vendrá más el abismo a nutrirla, ni tu trono a refrescar tu viña que tú has quemado.
9 Porque tú eres todo luz, y has adornado tu casa con piedras preciosas y oro y perfumes y especias (o jaspe), y madera de bálsamo y canela, y con raíces de mirra y costumbre has esparcido tu casa, y con diversas comidas y dulzuras de muchas bebidas la has saciado. Así que, si no tienes piedad de tu viña, en vano serán todas estas cosas, Señor, y no tendrás quien te glorifique. Porque aunque plantes otra viña, ésta tampoco confiará en ti, porque tú destruiste la primera. Porque si en verdad abandonas el mundo, ¿quién hará por ti lo que has dicho como Dios? Y ahora que tu ira se retenga más sobre tu viña por lo que has dicho y por lo que aún queda por decir, y no sea en vano tu trabajo, ni tu herencia se desgarre en humillación.
10 Y Dios le dijo: He aquí, me he vuelto misericordioso según tus palabras. Corta, pues, dos tablas de piedra del lugar donde labraste la primera, y escribe de nuevo en ellas mis juicios que estaban sobre las primeras.