1 Y aconteció después de estas cosas, cuando Jesús y todo Israel oyeron que los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés que habitaban alrededor del Jordán habían construido para ellos un altar, y ofrecían sacrificios sobre él, y Después de nombrar sacerdotes para el santuario, todo el pueblo se turbó en gran medida y vino a ellos en Silón.
2 Y Jesús y todos los ancianos les hablaron, diciendo: ¿Cuáles son estas obras que se hacen entre vosotros, mientras todavía no estamos habitados en nuestra tierra? ¿No son estas las palabras que Moisés os habló en el desierto, diciendo: Mirad que cuando entréis en la tierra no estropeéis vuestras obras y corrompáis a todo el pueblo? Y ahora, ¿por qué han abundado tanto nuestros enemigos, sino porque vosotros corrompéis vuestros caminos y habéis causado todos estos problemas, y por eso se reunirán contra nosotros y nos vencerán?
3 Y los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés dijeron a Jesús y a todo el pueblo de Israel: He aquí, ahora Dios ha ensanchado el fruto del vientre de los hombres, y ha puesto una luz que El que está en tinieblas puede ver, porque sabe lo que hay en los lugares secretos del abismo, y con él permanece la luz. Ahora el Señor Dios de nuestros padres sabe si alguno de nosotros, o si nosotros mismos hemos hecho esto en camino de iniquidad, pero sólo por amor a nuestra posteridad, para que su corazón no se separe del Señor nuestro Dios, no sea que nos digan: He aquí ahora, nuestros hermanos que están al otro lado del Jordán tienen un altar para hacer ofrendas sobre él; pero nosotros, que estamos en este lugar, que no tenemos altar, nos apartaremos de Jehová nuestro Dios, porque nuestro Dios nos ha apartado de sus caminos, que no debemos servirle.
4 Y entonces, en verdad, dijimos entre nosotros: Hagamos de nosotros un altar para que tengan celo por buscar al Señor. Y en verdad hay algunos de nosotros que permanecemos quietos y sabemos que somos tus hermanos y estamos libres de culpa ante ti. Haced, pues, lo que es agradable a los ojos del Señor.
5 Y Jesús dijo: ¿No es el Señor nuestro Rey más poderoso que los sacrificios de cortejo? ¿Y por qué no enseñasteis a vuestros hijos las palabras del Señor que oísteis de nosotros? Porque si vuestros hijos se hubieran ocupado en la meditación de la ley del Señor, su mente no se habría desviado tras un santuario hecho de mano. ¿O no sabéis que cuando el pueblo fue abandonado por un momento en el desierto, cuando Moisés subió a recibir las mesas, su mente se extravió y se hicieron ídolos? Y si la misericordia del Dios de vuestros padres no nos hubiera guardado, todas las sinagogas habrían sido objeto de burla, y todos los pecados del pueblo habrían sido quemados a causa de vuestra necedad.
6 Ahora, pues, id y excavad los santuarios que habéis construido, y enseñad la ley a vuestros hijos, y ellos meditarán en ellos día y noche, para que el Señor esté con ellos por testigo y juez para todos ellos los días de su vida. Y Dios será testigo y juez entre yo y vosotros, y entre mi corazón y vuestro corazón, que si habéis hecho esto con astucia, será vengado de vosotros, porque queréis destruir a vuestros hermanos; pero si lo habéis hecho por ignorancia como decís, Dios tendrá misericordia de vosotros por amor a vuestros hijos. Y todo el pueblo respondió: Amén, Amén.
7 Entonces Jesús y todo el pueblo de Israel ofrecieron por ellos mil carneros como ofrenda por el pecado (literalmente, palabra de disculpa), oraron por ellos y los despidieron en paz; y fueron y destruyeron el santuario, y Ayunaron y lloraron ellos y sus hijos, y oraron y dijeron: Oh Dios de nuestros padres, que conoces el corazón de todos los hombres, tú sabes que nuestros caminos no fueron obrados con iniquidad ante tus ojos, ni nos hemos desviado de tus caminos, sino que todos nosotros te hemos servido, porque obra de tus manos somos; ahora, pues, acuérdate de tu pacto con los hijos de tus siervos.
8 Después de esto, Jesús subió a Galgala y levantó el tabernáculo del Señor, el arca del pacto y todos sus utensilios, y lo instaló en Silo, y puso allí la Demostración y la Verdad (es decir, el Urim y Tumim). Y en aquel tiempo Eleazar el sacerdote que servía el altar enseñaba mediante la Demostración a todos los del pueblo que venían a consultar al Señor, porque así les era mostrado, pero en el nuevo santuario que estaba en Galgala, Jesús nombró incluso hasta el día de hoy los holocaustos que ofrecían los hijos de Israel cada año.
9 Porque hasta que se construyó la casa del Señor en Jerusalén y mientras se hicieron las ofrendas en el nuevo santuario, al pueblo no se le prohibió ofrecer allí, porque la Verdad y la Demostración revelaron todas las cosas en Silo. Y hasta que Salomón puso el arca en el santuario del Señor, continuaron sacrificando allí hasta aquel día. Pero Eleazar hijo de Aarón, sacerdote del Señor, ministraba en Silo.