1 Y después de estos días Jesús, hijo de Naue, reunió de nuevo a todo el pueblo y les dijo: He aquí ahora el Señor os ha testificado hoy: He llamado al cielo y a la tierra por testigos de que si permanecéis firmes, para servir al Señor seréis para él un pueblo peculiar. Pero si no queréis servirle y obedecer a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis, decidlo hoy delante del Señor y salid. Pero yo y mi casa serviremos al Señor.
2 Y todo el pueblo alzó la voz y lloró, diciendo: Quizás el Señor nos tendrá por dignos, y es mejor que muramos temiéndolo que ser destruidos de la tierra.
3 Y Jesús, hijo de Naue, bendijo al pueblo, los besó y les dijo: Que vuestras palabras sean misericordiosas delante de nuestro Señor, y que él envíe su ángel y os proteja: Acordaos de mí después de mi muerte, y acordaos de vosotros. Moisés el amigo del Señor. Y no se aparten de ti las palabras del pacto que él ha hecho contigo en todos los días de tu vida. Y él los despidió y partieron cada uno a su heredad.
4 Pero Jesús se acostó en su cama y envió a llamar a Finees, hijo de Eleazar, el sacerdote, y le dijo: He aquí, ahora veo con mis ojos la transgresión de este pueblo, en la cual comenzarán a engañar; pero tú, fortalece tus manos en el tiempo que estés con ellos, y lo besó a él y a su padre y a sus hijos y lo bendijo y dijo: El Señor Dios de tus padres dirige tus caminos y los caminos de este pueblo.
5 Y cuando terminó de hablarles, metió los pies en la cama y se acostó con sus padres. Y sus hijos pusieron sus manos sobre sus ojos.
6 Y entonces todo Israel se reunió para enterrarlo, y lo lloraron con gran lamentación, y dijeron así en su lamentación: Llorad por el ala de esta veloz águila, porque se ha alejado de nosotros. Y llorad por la fuerza de este cachorro de león, porque está escondido de nosotros. ¿Quién irá ahora a contar a Moisés el justo, que durante cuarenta años hemos tenido un líder como él? Y cumplieron su duelo y lo enterraron con sus propias manos en el monte de Effraim y regresaron cada uno a su tienda. Y después de la muerte de Jesús, la tierra de Israel estaba en reposo.