(No digamos: «Nuestro padre está delante de Dios, él estará delante de nosotros en el día del juicio», porque ni el padre puede ayudar al hijo, ni el hijo al padre.)
1 Y ahora, hijos míos, no digáis: «Nuestro padre está delante de Dios y ora por nuestros pecados», porque no hay ayuda para ningún hombre que haya pecado.
2 Ya ves cómo escribí todas las obras de cada hombre, antes de su creación, todo lo que se hace entre todos los hombres desde siempre, y nadie puede decir o relatar mi escritura, porque el Señor ve todas las imaginaciones del hombre, cómo son vanos, donde yacen en los tesoros del corazón.
3 Ahora bien, hijos míos, fijaos bien en todas las palabras de vuestro padre que os digo, para que no os arrepintáis diciendo: «¿Por qué nuestro padre no nos lo dijo?»