Enoc instruye a sus hijos a mantenerse alejados de la injusticia y a menudo extender sus manos a los pobres para darles una parte de sus trabajos.
1 Y ahora, hijos míos, guardad vuestro corazón de toda injusticia que el Señor aborrece. Así como un hombre pide (sc. algo) a Dios para su propia alma, así haga con toda alma viviente, porque yo sé todas las cosas, cómo en el gran tiempo (sc. por venir) están preparadas muchas moradas para los hombres, buenos por los buenos, y malos por los malos, sin número muchos.
2 Bienaventurados los que entran en las casas buenas, porque en las malas (es decir, casas) no hay paz ni retorno (es decir, de ellas).
3 ¡Oíd, hijos míos, pequeños y grandes! Cuando el hombre pone un buen pensamiento en su corazón, trae regalos de sus trabajos ante el rostro del Señor y sus manos no los hicieron, entonces el Señor apartará su rostro del trabajo de sus manos, y él (sc. el hombre) no podrá encontrar el trabajo de sus manos.
4 Y si sus manos lo lograron, pero su corazón murmura y su corazón no deja de murmurar sin cesar, no tiene ninguna ventaja.