Confusión en la Cueva de los Tesoros. Discurso milagroso del difunto Adán.
1 LOS hijos de Jared tenían la costumbre de visitarlo hora tras hora para recibir su bendición y pedirle consejo para cada cosa que hacían; y cuando tenía una obra que hacer, la hacían por él.
2 Pero esta vez, cuando entraron en la cueva, no encontraron a Jared, sino que encontraron la lámpara apagada, y los cuerpos de los padres tirados por todos lados, y de ellos salían voces por el poder de Dios, que decían: «Satanás en una aparición ha engañado a nuestro hijo, queriendo destruirlo, como destruyó a nuestro hijo Caín».
3 Dijeron también: «Señor Dios del cielo y de la tierra, libra a nuestro hijo de la mano de Satanás, que realizó ante él una aparición grande y falsa». También hablaron de otras cosas, por el poder de Dios.
4 Pero cuando los hijos de Jared oyeron estas voces, temieron y lloraron por su padre; porque no sabían lo que le había sucedido.
5 Y aquel día lloraron por él hasta la puesta del sol.
6 Entonces vino Jared con el rostro triste, afligido de mente y cuerpo, y afligido por haber sido separado de los cuerpos de sus padres.
7 Pero cuando se acercaba a la cueva, sus hijos lo vieron y corrieron hacia la cueva y se colgaron de su cuello, gritando y diciéndole: «Padre, ¿dónde has estado y por qué has estado? ¿Nos dejaste, como no solías hacerlo? Y nuevamente: «Oh padre, cuando desapareciste, la lámpara sobre los cuerpos de nuestros padres se apagó, los cuerpos fueron arrojados y de ellos salieron voces».
8 Cuando Jared oyó esto, se arrepintió y entró en la cueva; y allí encontraron los cuerpos tirados, la lámpara apagada y los padres mismos orando por su liberación de las manos de Satanás.
9 Entonces Jared se arrojó sobre los cadáveres, los abrazó y dijo: «¡Oh padres míos, por vuestra intercesión, que Dios me libre de las manos de Satanás! Y te ruego que le pidas a Dios que me guarde y me aleje de él hasta el día de mi muerte».
10 Entonces todas las voces cesaron, excepto la voz de nuestro padre Adán, quien habló a Jared por el poder de Dios, tal como uno hablaría a su prójimo, diciendo: «Oh Jared, hijo mío, ofrece regalos a Dios por haberte te libró de la mano de Satanás; y cuando traigas esas ofrendas, así sea que las ofrezcas sobre el altar en el cual yo ofrecí. Entonces también, guardate de Satanás, porque muchas veces me engañó con sus apariciones, deseando para destruirme, pero Dios me libró de su mano.
11 «Ordena a tu pueblo que esté en guardia contra él; y nunca dejes de ofrecer regalos a Dios».
12 Entonces también la voz de Adán enmudeció; y Jared y sus hijos se maravillaron de esto. Luego colocaron los cuerpos como estaban primero; y Jared y sus hijos permanecieron orando toda aquella noche, hasta el amanecer.
13 Entonces Jared hizo una ofrenda y la ofreció sobre el altar, tal como Adán le había ordenado. Y mientras subía al altar, oró a Dios pidiendo misericordia y perdón de su pecado respecto a la lámpara que se apagaba.
14 Entonces Dios se apareció a Jared en el altar y lo bendijo a él y a sus hijos, y aceptó sus ofrendas; y ordenó a Jared que tomara del fuego sagrado del altar, y con él encendiera la lámpara que iluminaría el cuerpo de Adán.