Jared muere en pena por sus hijos que se habían extraviado. Una predicción del Diluvio.
1 DESPUÉS de esto se reunió otro grupo y fueron a cuidar de sus hermanos; pero ellos perecieron también como ellos. Y así fue, empresa tras empresa, hasta que sólo quedaron unas pocas.
2 Entonces Jared enfermó de tristeza, y su enfermedad fue tal que el día de su muerte se acercaba.
3 Entonces llamó a Enoc, su hijo mayor, y a Matusalén, Enoc, hijo de Matusalén, y a Lamec, hijo de Matusalén, y a Noé, hijo de Lamec.
4 Y cuando llegaron a él, oró sobre ellos y los bendijo, y les dijo: «Ustedes son hijos justos, inocentes; no bajen de este monte santo; porque he aquí, sus hijos y los hijos de sus hijos tienen descendieron de este monte santo y se alejaron de este monte santo por su abominable concupiscencia y transgresión del mandamiento de Dios.
5 «Pero sé por el poder de Dios que Él no os dejará en este monte santo, porque vuestros hijos han transgredido Su mandamiento y el de nuestros padres, que habíamos recibido de ellos.
6 «Pero, hijos míos, Dios os llevará a una tierra extraña, y nunca más volveréis a contemplar con vuestros ojos este jardín y este monte santo.
7 «Por tanto, oh hijos míos, fijad vuestro corazón en vosotros mismos y guardad el mandamiento de Dios que está con vosotros. Y cuando vayáis de este monte santo a una tierra extraña que no conocéis, llévate contigo el cuerpo de nuestro padre Adán, y con él estos tres preciosos regalos y ofrendas, a saber, el oro, el incienso y la mirra; y que estén en el lugar donde yacerá el cuerpo de nuestro padre Adán.
8 «Y a aquel de vosotros que quede, oh hijos míos, vendrá la Palabra de Dios, y cuando salga de esta tierra, llevará consigo el cuerpo de nuestro padre Adán, y lo pondrá en en medio de la tierra, el lugar en el que se realizará la salvación».
9 Entonces Noé le dijo: «¿Quién es el que quedará de nosotros?»
10 Y Jared respondió: «Tú eres el que quedará. Y sacarás el cuerpo de nuestro padre Adán de la cueva y lo colocarás contigo en el arca cuando venga el diluvio.
11 «Y tu hijo Sem, que saldrá de tus lomos, él es quien pondrá el cuerpo de nuestro padre Adán en medio de la tierra, en el lugar de donde vendrá la salvación».
12 Entonces Jared se volvió hacia su hijo Enoc y le dijo: «Tú, hijo mío, permanece en esta cueva y ministra diligentemente ante el cuerpo de nuestro padre Adán todos los días de tu vida; y alimenta a tu pueblo con justicia e inocencia».
13 Y Jared no dijo más. Se le soltaron las manos, se le cerraron los ojos y entró en reposo como sus padres. Su muerte tuvo lugar en el año trescientos sesenta de Noé, y en el año novecientos ochenta y nueve de su propia vida; el día doce de Takhsas un viernes.
14 Pero cuando Jared murió, las lágrimas corrían por su rostro a causa del gran dolor que sentía por los hijos de Set, que habían caído en sus días.
15 Entonces Enoc, Matusalén, Lamec y Noé, estos cuatro, lloraron sobre él; Lo embalsamó cuidadosamente y luego lo puso en la Cueva de los Tesoros. Entonces se levantaron y lo lloraron durante cuarenta días.
16 Y cuando terminaron estos días de luto, Enoc, Matusalén, Lamec y Noé quedaron afligidos de corazón porque su padre se había apartado de ellos y no lo vieron más.