Adán ve al Diablo en sus verdaderos colores.
1 ENTONCES Dios ordenó a Satanás que se mostrara a Adán claramente, en su propia y espantosa forma.
2 Pero cuando Adán lo vio, tuvo miedo y tembló al verlo.
3 Y Dios dijo a Adán: «Mira a este diablo y su espantosa mirada, y sabe que él es quien te hizo caer de la claridad a las tinieblas, de la paz y el descanso al trabajo y la miseria.
4 ¡Y mira, oh Adán, a aquel que decía de sí mismo que es Dios! ¿Puede Dios ser negro? ¿Tomaría Dios la forma de una mujer? ¿Hay alguien más fuerte que Dios? ¿Y puede ser vencido?
5 «¡Mira, entonces, oh Adán, y míralo atado en tu presencia, en el aire, sin poder huir! Por tanto te digo que no tengas miedo de él; De ahora en adelante cuídate y guárdate de él en todo lo que te haga».
6 Entonces Dios expulsó de delante de Adán a Satanás, a quien fortaleció y consoló su corazón, diciéndole: «Desciende a la cueva de los tesoros y no te separes de Eva; Sofocaré en ti toda lujuria animal».
7 Desde aquella hora abandonó a Adán y a Eva, y disfrutaron del descanso por mandato de Dios. Pero Dios no hizo semejante a ninguno de los de la simiente de Adán; pero sólo a Adán y Eva.
8 Entonces Adán adoró ante el Señor, por haberlo librado y por haber dejado sus pasiones. Y descendió de encima de la cueva y habitó con Eva como antes.
9 Así terminaron los cuarenta días de su separación de Eva.